POLÍTICA Y GOBIERNO:



POLÍTICA Y GOBIERNO:

 

 

Chile en Septiembre 2025

Noticias:
1- Matan a un joven de 35 años en Lampa, delante de su madre.
2- Claudio Orrego rodeado por delitos, pero no cae.
3- Pro cultura aun impune.
4- Funcionarios del Congreso ganan fortunas y son inamovibles.
5- Comunista Berger organiza eventos en Madrid con plata de todos los chilenos.
6- Se homenajea en Valparaíso a frentista asesino de Jaime Guzman, con recursos públicos.
7- Ministro Grau participa en romerías repletas de encapuchados con molotov, a días de su participación en el Chile Day de Madrid.
8- Fracasa proyecto de acuerdo para la Araucanía.
9- El payaso de TVN, tras pésima gestión, renuncia.
10- Bachelet, responsable de la inmigración ilegal en Chile y de todos sus dramáticos efectos, se prepara para ser candidata a la ONU.
11- Ministerio de relaciones exteriores dedicado a la política exterior feminista.
12- El condenado Jadue puede ser candidato.
13- Los narcos abatidos, son escoltados por Carabineros en sus funerales.
14- FFAA son atacadas por la izquierda por la vía de la reducción de sus presupuestos.
15- La salud pública en su peor nivel histórico de atención.
16- Elisa Loncón, inspiradora del mamarracho, será candidata.
17- Arcas fiscales en grave crisis, en la antesala del cambio de gobierno.
18- Boric enfrenta a Trump de manera recurrente.
19- Robo de cables eléctricos aumenta de manera exponencial.
20- Robos de caballos se masifican, para faenarlos y venderlos como carne de vacuno.
21- La izquierda se prepara para ser oposición, ya abandonando la opción de ser gobierno.
22- Multa por no votar, aún no logra acuerdo en el Congreso. De aprobarse, será una multa muy menor, casi simbólica.

Chile está en peligro!!!!!! No pensemos que la izquierda será una oposición decente o dialogante. Desde el día uno intentarán derrocar a gobierno de Kast o de Matthei, sin distingos. En la izquierda el diálogo leal no existe. Ellos, paso a paso, van por el poder total: Cuba, Venezuela y Nicaragua.

 

 

 

 

 

Así actúa la izquierda en el mundo:

https://youtu.be/u7bip-JbMMo?si=I_ldCCJEZRdBpGEz

 

 

 

¿Se puede salir tan indemne?

Por Max Silva Abbott 

Como resulta natural, a medida que se acerca la fecha de las próximas elecciones, los ánimos se van caldeando y surgen todo tipo de rencillas y descalificaciones entre los contendores y sus partidarios. Y no es para menos, al existir tantas expectativas de uno y otro sector en su propio proyecto político.

Sin embargo, y más allá de cualquier pugna electoral, existe un dato de trascendental importancia relacionado con las próximas elecciones que no debe ser pasado por alto: este consiste en los pocos recursos que tendrá el próximo gobierno para llevar a cabo no sólo su propio programa, sino las prestaciones que de ordinario realiza el Estado. Tan así, que ya varias voces vaticinan un período más que complejo, independientemente de quien salga ganador en las urnas.

En realidad, la situación no puede ser más grave, puesto que este verdadero desfondamiento de los recursos públicos podría tener consecuencias devastadoras en los próximos años. Piénsese, por señalar sólo un ejemplo, en las numerosas muertes que podrían producirse dada la falta de medios que afectará a la salud pública.

Ahora bien, ¿justifica el juego político una situación como ésta? ¿Resulta aceptable que un gobierno deje literalmente y a propósito en la bancarrota al siguiente, al prevenir que será de signo contrario, para eventualmente volver al poder luego de ese nuevo mandato?

Claramente no, porque en este caso se está jugando con los destinos de todo un país, lo que podría incluso causar muertes, según se ha dicho. O si se prefiere, la política no es algo así como un juego de “Monopoly”, en el que se hace cualquier cosa para arruinar a los adversarios y hacerles el mayor daño posible a fin de ganar la partida. Ello, pues en el presente caso, los efectos de este desfalco son reales y además, inmerecidos para la población.

En consecuencia, debiera existir una investigación exhaustiva y sanciones posteriores respecto del expolio que se ha producido con las arcas públicas y los grandes préstamos adquiridos, comenzando por una profunda auditoría externa. Ello, se insiste, porque resulta inadmisible que se juegue con una frivolidad así con los destinos de un país entero.

De hecho, en una época en que tanto se enarbolan los derechos humanos, resulta claro que esta notable falta de recursos va a producir la violación de varios de esos derechos, situación que resultaba perfectamente evitable. Ello, pues este gasto y endeudamiento excesivos no se han debido a una situación extraordinaria, como las catástrofes naturales que de tanto en tanto azotan a Chile, sino al programa de gobierno y otras medidas que se fueron adoptando sobre la marcha, pero se reitera, dentro de una situación normal para el país.

Se insiste en que esta falta de prestaciones generalizada que se avecina no corresponde tanto al programa del próximo gobierno, sea cual sea, sino a las operaciones y servicios que el Estado chileno proporciona de continuo, algo así como los “costos fijos” de la actividad del país, y que debe ser llevada a cabo por las autoridades de uno u otro signo.

Así entonces, ¿puede salir tan indemne un gobierno notablemente descuidado o incluso doloso con el uso de los recursos públicos, hecho en parte para hacer inviable una futura administración? ¿La política da para todo, incluso dañar gravemente a la población? Se puede jugar así con las personas a las que se dice servir?

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por el diario El Sur de Concepción. El autor es Doctor en Derecho y profesor de filosofía del derecho en la Universidad San Sebastián.

La derecha y la paz social

Por Juan Lagos 

La frase de Jorge Desormeaux –“Vamos a tener menos paz social en un eventual gobierno de Kast que en un gobierno de Evelyn Matthei”– ha generado una polémica que no deja de ser desconcertante. Desconcertante no sólo porque nada tiene que ver con su trayectoria profesional (a menos que me haya perdido y Desormeaux se haya reconvertido en adivino en vez de economista), sino porque abre un flanco de discusión completamente errado para la derecha.

Uno de los grandes problemas de esa afirmación, que ha encontrado eco insólito entre algunos partidarios de Evelyn Matthei, es que asume un juego que la izquierda practica con las cartas marcadas. Son ellos quienes controlan las federaciones de estudiantes, los centros de alumnos, los colegios profesionales y las asociaciones de funcionarios. Son ellos quienes alientan desórdenes, delitos y crímenes funcionales a sus intereses políticos. ¿O acaso ya olvidamos el tristemente célebre “gracias totales cabros” de Giorgio Jackson?

Lo verdaderamente grave de que en ciertos sectores de la centroderecha se haya instalado la idea de que con José Antonio Kast habría mayor riesgo de un nuevo estallido que con Evelyn Matthei, es que ese razonamiento comparativo descarta de plano la posibilidad de que algo semejante ocurra bajo un eventual gobierno de Matthei. Esa falsa sensación de inmunidad constituye, sin duda, el escenario más peligroso.

Octubre de 2019 dejó en claro que ningún liderazgo ni coalición ajenos a la izquierda están a salvo de una crisis de esa magnitud. Creer que “eso no va a pasar” por atribuir el riesgo a otro candidato es un error garrafal. La verdadera pregunta para el comando de Evelyn Matthei es simple: ¿está la candidata preparada para un escenario de desestabilización, o confían ingenuamente en que no ocurrirá? Nada sería más necio que optar por lo segundo.

La paz social no se obtiene con un resultado electoral puntual. Pensar lo contrario es admitir como legítimo el chantaje de la izquierda y de paso vaciar de sentido la democracia. Lo cierto es que la paz es más producto del esfuerzo diario de millones de ciudadanos honrados auxiliados por un Estado cada vez más torpe a la hora de frenar a los que amenazan nuestra convivencia. Como bien advirtió el politólogo Miguel Anxo Bastos, el ejemplo perfecto de que el Estado no es el principal agente de la paz es la cárcel: no hay lugar donde el Estado sea más presente e invasivo, y tampoco hay un sitio donde la paz sea más esquiva, precisamente por la comunidad de indeseables que allí conviven.

La experiencia reciente ofrece, además, un ejemplo práctico que Matthei haría bien en observar. En lugar de seguir recetas intelectuales que parecen trampas en el solitario, le convendría mirar de cerca la gestión de Mario Desbordes en la alcaldía de Santiago. Contra él se repetía la misma acusación que hoy algunos en su campaña esgrimen contra José Antonio Kast: que no aseguraba gobernabilidad en medio de tomas y funcionarios que Irací Hassler mantenía tranquilos gracias a su militancia. Sin embargo, como el propio Desbordes señaló en una entrevista con Marcela Cubillos, las tomas y los paros en Santiago han durado apenas días porque los manifestantes se enfrentan a un político que está dispuesto a hacer cumplir la ley en todo momento, lo que ha permitido que en la actualidad la comuna no tenga ningún establecimiento ocupado.

La señal es clara: la gobernabilidad no es un privilegio que obtienen los moderaditos por seguir al pie de la letra lo que le digan desde la izquierda, sino el efecto de ejercer la autoridad con carácter y racionalidad.

Quien sea el candidato de derecha que llegue a La Moneda enfrentará un escenario hostil y cargado de desafíos. Lo que no puede permitirse la centroderecha es autoengañarse con falsas seguridades ni con diagnósticos prestados de la izquierda. La paz social no es un regalo de un resultado electoral: es una conquista frágil que requiere a diario el más estricto cumplimiento de las normas para que los ciudadanos honrados no sientan que están haciendo el loco a la hora de observarlas.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Líbero el viernes 5 de septiembre de 2025.

 

 

Dudas sobre Jara y el PC

Por Álvaro Góngora

Ocurrió algo impensado en política para el común de los chilenos. Que una militante comunista fuera candidata a la Presidencia, apoyada por una diversidad de partidos, desde la izquierda radical, el socialismo democrático y hasta un centro cristiano.

Jeannette Jara es militante comunista hace 36 años. Partido que, recién fundado, adscribió a la Tercera Internacional Comunista, entidad que entonces dirigía el comunismo partidario en el mundo. Claro que, en la práctica, lo realizaba el PC soviético. A partir de entonces, su par chileno fue estricto en seguir las estrategias dictaminadas por Moscú, máxime durante la llamada Guerra Fría, hasta que la Internacional y aquel régimen se derrumbaron. Su obsecuencia lo caracterizó como el más ortodoxo del orbe; devino dogmático. Incluso aún se reconoce marxista leninista. Verbigracia, no hace mucho su máximo dirigente, en el congreso partidario de este año, reafirmó los pilares centrales de la colectividad: el proyecto político, económico, social y cultural cuyo objetivo final es construir el socialismo en Chile… y la lucha de clases, que reconoce la contradicción capital-trabajo como el motor de los cambios sociales, buscando la emancipación de la clase trabajadora por medio de la propiedad colectiva de los medios de producción y la economía planificada (leer los Informes del XXVII Congreso, de enero y julio).

No obstante, la conducta demostrada por la militante Jara ha sido errática. Inicialmente pretendió renunciar al partido transitoriamente, aunque hacía anuncios en línea con su perfil tradicional, en debates o foros, pero de los cuales se retractó a poco andar, siendo calificado como un error por adherentes. No concuerda en varios aspectos con su camarada Jadue —paladín de la tienda—, dando a entender que lo quiere lejos de su campaña. Eligió un comando variopinto y ningún camarada suyo figura como vocero. Demuestra particular interés por representar al pacto unitario amplio que conformó. Lo considera obra propia. Con ellos delineó un programa de gobierno que llamó, eufemísticamente, “lineamientos programáticos”, que se supone puede estar sujeto a cambios. No parece de izquierda y menos comunista. Tampoco es original. Algunas propuestas figuran en el discurso opositor y otras tienen pinta “concertacionista”. Es una declaración de intenciones y además excesiva, porque no toma en cuenta la situación de las finanzas públicas y el estado de la economía que dejará el Gobierno. Incluso se ha señalado desde el PC que se reestudiará y establecerán las apropiadas.

En fin, el proceso y la actuación de la candidata y su partido generan dudas. ¿Jeannette Jara es auténtica como militante? ¿Sus convicciones asimiladas durante 36 años las licuará o abandonará, mientras asumiría la jefatura de Estado, representando la alianza partidaria? ¿Cuánto pesará realmente el PC y cuánto está? ¿Por qué militantes comunistas no demuestran entusiasmo por su abanderada? ¿Es una mascarada el demostrarse mutuamente distantes ante los electores? Algo es confuso y hace pensar en artimaña.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio el lunes 1 de septiembre de 2025.

Una nueva inmoralidad del oficialismo

Por Jaime Jankelevich 

En democracia, todos tenemos los mismos derechos, pero también las mismas obligaciones y deberes. Votar en las elecciones es un deber moral con el país. En una democracia representativa como la nuestra, somos los ciudadanos con derecho a voto los que decidimos quién nos gobernará y quienes legislarán representando nuestras convicciones. No votar para provocar el cambio que en Chile urge lograr, sería avalar lo que el oficialismo pretende; mantenerse en el poder.

En Chile existió el voto voluntario, pero la experiencia lejos de ser exitosa hizo que se volviera al voto obligatorio tanto para chilenos como para extranjeros con cinco años de residencia en Chile y en la Constitución está claramente establecido que quien no vote será sancionado con una multa.

Pues bien, tanto el gobierno como toda la izquierda decidieron a escasos 74 días de la elección de 16 de noviembre, intentar cambiar las reglas del juego y eliminar las sanciones para quienes no voten, oponiéndose o absteniéndose de votar el proyecto de la diputada Joanna Pérez que sancionaba con multas a los que no concurrieran a sufragar. El resultado de la votación fue 75 a favor, 47 en contra y 16 abstenciones, habiéndose necesitado 77 votos para su aprobación.

Más allá que en el Senado se vaya a reponer las multas, la intención de la izquierda de liberar de sanciones a los electores demuestra cuán inmorales son, porque cuando están todos los candidatos inscritos y estamos hoy domingo exactamente a 70 días de las elecciones del  16 de noviembre, venir a última hora a intentar cambiar las reglas de juego, transformando por secretaría el voto obligatorio en voluntario porque así se verían teóricamente favorecidos en los resultados, es escandaloso e inaceptable, por lo que merecen sufrir un voto de castigo ejemplar como aquel del plebiscito del 4S.

El jueves pasado, 4 de septiembre, hace tres años, los chilenos le dijeron al gobierno y a la izquierda NO. No a refundar Chile, NO a eliminar el Senado; NO a eliminar nuestras tradiciones constitucionales; NO al programa del Frente Amplio; NO a lo que el gobierno de Boric pretendía imponer en Chile.

Esa inmensa mayoría de chilenos que le infringió la mayor derrota ideológica y electoral de la historia a la izquierda, tiene  el deber nuevamente de concurrir masivamente a las urnas, con o sin multas, para lograr repetir ese resultado, con el fin de expresarle y enseñarle al gobierno que con los chilenos no se juega; que las reglas son para respetarlas y no para intentar cambiarlas a última hora; que los chilenos quieren evitar la continuidad de su nefasto gobierno e impedir que sean ocho los años de retroceso si Jeannette Jara llegara a la presidencia, lo que postergaría los sueños de millones de chilenos que quieren vivir en un país próspero, libre, seguro, con inversión y una economía en crecimiento, donde no existan listas de espera interminables en salud, donde puedan conseguir trabajo, casa propia, educar  a sus hijos sin temor a los overoles blancos, las molotov y las tomas violentas, y con fronteras seguras que impidan la inmigración ilegal que tanto daño hace.

Chile quiere vivir en paz, volver a caminar por la senda del desarrollo y brindarle a sus hijos un hogar donde se pueda transitar por las calles con tranquilidad y sin temor; volver a ese Chile admirado en el mundo por el verdadero milagro económico que creó una potente clase media y sacó a millones de la pobreza; ese Chile donde los chilenos invertían y los extranjeros venían a invertir porque había certeza jurídica, las reglas eran claras y el país los recibía con los brazos abiertos, brindándoles facilidades para el desarrollo de sus proyectos, sin la burocracia interminable con que hoy se ven postergados por una permisología paralizante, lo que permitía generar trabajo y riqueza para Chile.

Para lograr esos propósitos, en 70 días más debemos movilizarnos y concurrir a votar, aunque este gobierno y toda la izquierda eviten que se multe a quienes no asistan a las urnas. Así como se evitó la refundación de Chile ese recordado 4S, hoy Chile espera lo mismo de sus hijos y nos llama a salvarlo nuevamente de un desastre inminente, evitando que sea Jeannette Jara quien gane la elección presidencial y logrando obtener la mayoría en ambas cámaras, para brindarle al país la gobernabilidad que necesita para salir de la decadencia y volver a caminar por la senda del desarrollo.

Chile con fuerza nos llama: ¡A Ud. lo necesito, vote por mí!

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Líbero el domingo 7 de septiembre de 2025.

 

 

Se quieren robar la elección

Por Cristián Valenzuela 

La izquierda nunca ha tenido demasiado pudor con la democracia. La usan, la citan, la veneran en los discursos, pero cuando sienten que se les escapa de las manos se abalanzan sobre ella como si fuera un juguete propio. Y hoy, con Gabriel Boric a la cabeza, estamos frente al capítulo más burdo de ese manual: el intento desesperado de manipular, alterar y, en los hechos, robarse la próxima elección presidencial.

Porque no nos engañemos. Todos saben que la derrota de Jeannette Jara, como han mostrado consistentemente las encuestas, es inminente. El fracaso de este gobierno es tan evidente que ni los más creativos de su comité político logran esconderlo. Y como la realidad no se puede maquillar eternamente, decidieron ir por el atajo. Quieren usar todo el aparato del Estado para intentar torcer el resultado.

Primero, la intervención electoral descarada del Presidente y sus ministros. Todos los días, a cada hora, ocupan La Moneda como una tarima de campaña. La norma de prescindencia, que debiera ser una regla de oro en democracia, hoy es un chiste cruel. Boric convirtió a sus ministros en activistas, de esos que se levantan cada mañana no para gobernar, sino para salir a enfrentar a los candidatos que les incomodan. Solo esta semana, la vocera de gobierno se dio el lujo de afirmar que un candidato era un ladrón. Así de suave. En vez de anuncios para combatir la delincuencia o apuntalar la economía, esta verdadera “tropa de choque” con sueldo fiscal busca cualquier tema para apoyar a la candidata oficialista.

Segundo, la manipulación de la agenda legislativa. Mientras Chile se desangra con la violencia, la inmigración ilegal y la cesantía, el oficialismo dedica su tiempo a discutir proyectos ideológicos, panfletos convertidos en leyes. Pero el emblema de este desparpajo ha sido el manoseo del proyecto que viabiliza la obligatoriedad del voto. A dos meses de la elección, Boric y compañía deciden que las reglas se pueden cambiar sobre la marcha. ¿Se imagina un partido de fútbol en que, en el minuto 80, el árbitro diga que ahora los goles valen doble? Eso es lo que están haciendo con el voto obligatorio, porque en esta ocasión no les acomoda.

Tercero, la guinda de la torta: el presidente de Televisión Nacional, con toda frescura, declarando que “hay que salir a enfrentar a Kast”. ¿Qué puede esperar un ciudadano común de los noticiarios o de un debate televisivo, si el principal ejecutivo del canal estatal se convierte en el vocero principal de la candidata Jara? Neutralidad, cero. Garantías, ninguna. El canal público podría convertirse en un canal de propaganda de la izquierda, pagado por todos los chilenos, para intentar frenar a los candidatos que se opongan a Jara. ¿Se imaginan el escándalo que armarían si un director de un canal privado se dedicara a postear en redes sociales en contra del gobierno?

Estos tres hechos no son anécdotas aisladas. Forman parte de una estrategia aprobada en el Comité Político, con la bendición del Presidente. Hay que “mantener el tema” para complicar a Kast, decían respecto del botgate. En buen chileno, significa usar todo el poder del Estado para empujar la campaña de su candidata.

Y mientras hacen todo esto, nos quieren vender la idea de que la gran amenaza a la democracia son unos memes en X. Como si la democracia chilena pendiera de un par de cuentas anónimas. La asimetría de poder es tan grotesca que hasta da risa: de un lado, un Estado con miles de millones en recursos, ministerios convertidos en comandos de campaña, un canal de televisión estatal y toda la maquinaria pública; del otro, un gordo tuitero escribiendo en calzoncillos. Y, para colmo, querían crear una comisión asesora contra la desinformación para justificar su cruzada contra la libertad de expresión, porque al parecer las redes sociales son un arma de destrucción masiva, a diferencia de la intervención electoral grosera que pareciera ser solo una anécdota.

La verdad es exactamente la contraria: lo que pone en riesgo la democracia no son los tuiteros ni los hashtags, sino un gobierno que decide manipular las reglas, intervenir con descaro y usar el aparato estatal como si fuera propio.

Por suerte, la gente no vive en las redes sociales ni en las conferencias de prensa de La Moneda. La gente vive en el Chile real: donde el crimen organizado se tomó barrios enteros, donde la inmigración ilegal superó toda capacidad de control, donde la economía está estancada y el desempleo crece. Esa es la cancha en la que se juega la elección, no en los sets de TVN ni en los pasillos del segundo piso.

Y en esa cancha, este gobierno ya perdió. Por más maniobras, por más shows legislativos, por más intervenciones comunicacionales, la ciudadanía quiere un cambio para reemplazar a este fracasado gobierno.

Se quieren robar la elección, sí. Pero lo único que van a lograr es confirmar, con sus propios actos, que ya la perdieron.

 

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por La Tercera el domingo 7 de septiembre de 2025.

 

 

Salvar los muebles

Por Francisco José Covarrubias

El oficialismo da por perdida la elección. No hay nadie a estas alturas que crea que Jeannette Jara pueda ser electa presidenta.

La popularidad del Gobierno es demasiado baja para proyectarlo, y el país súbitamente cambió de piel. Hoy apela al orden y al crecimiento. Melodías en las que se nota demasiado la impostación en la izquierda. No son sus temas, definitivamente.

Para peor, el factor comunista está jugando —como era esperable— un rol relevante. No existe una democracia comunista. Nunca ha existido. Y la gente lo percibe.

Así las cosas, la apuesta es cómo salvar los muebles en las parlamentarias, lo que no es otra cosa que al menos sacar 3/7 que impidan reformas constitucionales por parte de la derecha. O de las múltiples derechas.

La derecha, mientras tanto, está confiada en que esta vez se le darán las cosas, sin saber que una semana en política es demasiado tiempo, y que —en caso de ocurrir lo pronosticado— no será fácil alinear desde Marlen Olivari al “peineta” Garcés.

En cualquier caso, el Gobierno y la coalición gobernante (que terminará el mandato como la única coalición en la historia de Chile que no tiene nombre) han pasado a la ofensiva. Dos episodios de esta semana así lo muestran: El episodio voto voluntario y el episodio bots.

Primero, el voto voluntario…

Discutir la voluntariedad o no del voto es completamente legítimo. Algunos resaltan que es un “derecho”; otros, que es un “deber”. Lo visto en estos días, sin embargo, es grotesco. Propio del inicio de la temporada de circos.

“No me quita el sueño el voto obligatorio”, dijo el senador Huenchumilla. Era que no. La izquierda y el oficialismo se aferran a la última opción de que vote poca gente.

Durante años, el discurso de la izquierda fue que en Vitacura votaba el 80% del padrón y en La Pintana, el 30%. La conclusión era obvia: si en La Pintana se completa ese 80%, los votos serían igual que los que ya habían votado. Precisamente, por eso, la derecha no quería voto obligatorio y la izquierda sí.

Pero la paradoja fue que —desde el Rechazo en adelante— se mostró que los que no votaban, si eran obligados, votaban (por ahora al menos) por la derecha. Así fue el 2022, el 2023 y el 2024.

Entonces, donde dije “obligatorio” ahora digo “voluntario”. Esa ha sido la consigna, donde el Gobierno —mañosamente— ha dicho una cosa, pero ha articulado otra.

La discusión es legítima. Lo que no lo es, es que se esté legislando dos meses antes de las elecciones, desdiciéndose de lo dicho por décadas y por medio de la trampa. Porque un voto obligatorio sin sanción es simplemente un timo.

El segundo episodio son los bots de Kast.

Que un grupo de encapuchados se dedique a mentir, a exagerar o a desinformar no es nada nuevo. X está lleno de aquello. De derechas y de izquierdas. Que un director de Canal 13 sea desenmascarado diciendo falsedades o insultos es insostenible para ese canal, pero no es nuevo para el país.

El propio Presidente ha retuiteado cuentas encapuchadas claramente tendenciosas. Y hasta un destacado economista de izquierda tenía una chapa para criticar el manejo de la pandemia y atacar a columnistas.

El fenómeno bots es otro. Requiere tecnología, robots (bot viene de robot) e inteligencia artificial. Lo denunciado no es más que un conjunto de fanáticos a cara cubierta, como hay tantos en tantas partes.

Lo único coordinado ha sido la acción del Gobierno, dándole a aquello un cariz de que la democracia está en peligro.

Es legítimo preguntarse por los alcances de la desinformación de las redes sociales en la democracia. Es absurdo montar una operación cuando son meras pistolas de agua extendidas en todas partes.

Como todo lo que pasa en Chile, a la vuelta del 18 comenzará la cosa en serio. Lamentablemente, parece ser que el barro dominará en la discusión. Y en pos de salvar los muebles, pueden venir —parafraseando al diputado Aedo— muchas cositas…

 

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio el sábado 6 de septiembre de 2025.