POLÍTICA Y GOBIERNO:
POLÍTICA Y GOBIERNO:
La estrategia de seguridad para el día cero de Kaiser, Kast o Matthei
Para entender qué se puede hacer en los primeros 100 días debemos entender con qué recursos se cuentan y sobre qué capacidades se puede apalancar para hacer lo que se conocen en jerga militar como “Hit the ground running”.

por Richard Kouyoumdjian29 octubre, 2025
Al igual que la gran mayoría de los chilenos, asumo que el próximo gobierno será de derecha. En ese sentido, e independiente de quien salga electo Presidente de la República, sea José Antonio Kast, Johannes Kaiser o Evelyn Matthei (colocados en orden del abecedario de sus apellidos), las expectativas que ellos han generado en lo que se refiere a una mejora sustancial del ambiente de seguridad es no menor. Se espera que un gobierno por ser de derecha tenga resultados relevantes y rápidos, especialmente en lo que se refiere al crimen organizado, delincuencia, insurgencia y terrorismo en la Macrozona Sur, control de las fronteras al norte y noreste de Chile, y con el ello el termino de la inmigración ilegal y la operación del crimen transnacional transfronterizo.
La luna de miel se estima será corta. No creo que la opinión pública y la oposición les den más de 100 días para demostrar resultados, los que obviamente deben ser más que sólo anuncios del tipo presentar querellas como fue en el segundo gobierno de Sebastian Piñera, o de la presentación de proyectos de ley que no ven la luz, una práctica habitual del actual gobierno.
Claramente contar con un Senado y una Cámara de Diputados del sector ayuda mucho, no es mucho lo que ese apoyo da en los primeros 100 días, ya que estos se juegan principalmente con los recursos que existen y no con los que puedan existir a futuro. Obviamente un proyecto de derecha que busca enderezar a Chile necesita de mayorías en el Congreso que superen el corte de los 4/7s, pero esa mayoría va a ser clave en la reforma estructural que se debe realizar objeto cortar las amaras y estructuras que la izquierda implemento en Chile en los gobiernos de Bachelet 2 y del actual Presidente, Gabriel Boric.
Para entender qué se puede hacer en los primeros 100 días debemos entender con qué recursos se cuentan y sobre qué capacidades se puede apalancar para hacer lo que se conocen en jerga militar como “Hit the ground running”, que no es otra cosa que impactar en forma efectiva y con resultados desde el día uno, es decir, desde el mismo 11 de marzo de 2026 y en los días siguientes. Para los que se puedan tentar, no estamos hablando de ir a sacarse fotos en la frontera o de visitar el cuartel Los Álamos vestido de militar.
Lo primero, olvídense de tener más carabineros, soldados del Ejército (que no sean de la reserva), marinos e infantes de marina que los que existen actualmente, los que son por cierto pocos, y también olvídense de usar para fines de seguridad interior soldados conscriptos que no tengan a lo menos un año de instrucción. El primer tiempo se juega con el equipo que tendrán para el 11 de marzo, y por ende cualquier estrategia que sea intensiva en mano de obra militar o policial queda por de pronto descartada hasta que esos recursos existan en las cantidades necesarias y con las capacidades requeridas.
Claro que podemos eventualmente usar los institutos militares y las escuelas de formación de Carabineros, enviando a sus alumnos a terreno, pero el sentido común deja claro que pueden estar inmaduros para los fines buscados, y que es algo que a futuro pagaremos, al afectar sus periodos iniciales de entrenamiento y de adquisición de capacidades.
Lo segundo es que iniciativas de seguridad que requieran de financiamiento no van a estar inmediatamente disponibles. Eso debido a que algunas van a tener que pasar por ambas cámaras del Congreso, y otras del tipo reasignaciones no son tan simples de realizar como han querido indicar algunos en extremo optimistas. El presupuesto con el cual se va a contar es que el quede aprobado en el 2025 para el 2026, que en la práctica deja a las policías y las fuerzas armadas como están actualmente, sin mayores capacidades o de hacer más de lo que ya hacen ahora, que no es mucho más de lo que hoy existe en términos policiales, o de despliegues en las fronteras del norte y noreste, o en las provincias que están bajo estado de constitucional de excepción de emergencia.
Y si así están las cosas, ¿qué es lo que sí se puede hacer? La respuesta es que claro que las hay, pero claramente no son con exactitud las que los candidatos publican en sus programas de gobierno, los que están más enfocados en soluciones que requieren de financiamiento como son las cárceles o son del tipo estructural, como es la creación de un cuerpo militar de fronteras. Hasta ahora, la competencia en el ámbito de la seguridad ha estado en pasar mensajes que causen impacto más que estar caracterizado por su racionalidad y claridad en los objetivos a lograr. Vale más el que anuncia cosas que parezcan importantes, pero sin especificar el cómo se van a financiar, los plazos y forma en que se implementarán. Vale más el que aparece más duro y que genera más credibilidad ante la opinión pública, no el que tiene la mejor estrategia, y la mayor experiencia.
Lo primero es la eficacia del trabajo actual que se está realizando en el combate al crimen organizado. Por un lado, se debe mejorar la efectividad del Ministerio de Seguridad Pública, incluyendo tener gente apropiada en las subsecretarías y seremis. Estamos hablando de profesionales que saben de lo que están hablando, lo que de inmediato produce un efecto positivo. Por otro lado, hay que rescatar lo bueno que están haciendo fiscales como Santiago Sur, Temuco y Antofagasta, los cuales han logrado implementar equipos de trabajo multi-agenciales que incluyen el Ministerio Público y las policías, lo que ha resultado en un aumento notable de la eficacia de la investigación y detención de criminales. Nada de lo aquí indicado implica un presupuesto adicional. Es solo hacer mejor las cosas, algo que en los últimos cuatro años ha estado ausente en buena parte del aparato estatal. Copiar y escalar lo bueno es algo de implementación inmediata.
Lo segundo es el trabajo que se está realizando en las fronteras del norte y noreste. Después de un tiempo de estar trabajando las policías junto al Ejército y otras agencias del Estado se están logrando resultados. El esfuerzo conjunto sumado al uso efectivo de las tecnologías ha ido generando un mayor control. Esto se debe mantener y seguir perfeccionando. Decir que las fronteras están completamente descontroladas es un error, es algo del pasado, es más percepción que realidad.
Lo tercero es la eficacia de los estados de emergencia en la Macrozona Sur. Claro que tener tropas desplegadas tiene un efecto positivo, pero como solo están en modo espantapájaros lo único que logran es bajar la temperatura. Si se declara en cambio un estado de sitio en esa zona y se les ordena a los jefes de la defensa detener a todos los insurgentes y terroristas, el problema se resuelve rápido. Sí se debe tener claro que no hay solución que no tenga costos. Puede haber bajas de uno y otro lado, pero se resuelve el problema y se termina con los despliegues que tienen un muy alto costo para el personal del Ejército y la Armada.
Lo cuarto es el apoyo político y la responsabilidad de mando. No cuesta dinero. Sólo es necesario tener un Presidente que asuma la responsabilidad por sus órdenes, tanto en lo que se debe realizar en el sur como en el norte, y en el combate al crimen organizado. Claro que todos somos responsables ante la justicia, pero otra cosa es que los cabos Zamora o los soldados Robledo sean los que paguen por órdenes superiores. Si un candidato a la presidencia no está dispuesto a esto, mejor que no se presenten y nos ahorre la acusación constitucional que correspondería.
Lo quinto es colocar a profesionales competentes en el Ministerio de Seguridad Pública y el de Defensa Nacional. Esto es algo que ya se mencionó en la primera medida. Tener gente competente y con experiencia a cargo de la seguridad pública, la defensa nacional y la inteligencia son medidas obvias, pero no tanto cuando caen bajo la lógica de reparto de cuotas entre partidos. La seguridad y la defensa deben quedar exentas de esa lógica.
Lo sexto es designar a un Asesor de Seguridad Nacional. Separar el segundo piso en dos oficinas, una dedicada a la seguridad nacional y la otra a otras materias de gobierno, tiene toda lógica considerando el contexto y necesidades que tenemos. Un asesor de seguridad nacional sería clave para apoyar a la presidencia, coordinar e implementar estrategias y buscar efectividad en las acciones que se tomen. Tampoco cuesta mucho su implementación.
Lo séptimo, tener una estrategia de seguridad pública. A la fecha se conoce una que recientemente lanzó el gobierno, que como toda cosa que venga de esta administración debe ser revisada. Tan pronto el que salga elegido tenga acceso a información reservada sobre las policías y la data que ellos manejan podrán establecer objetivos, recursos y medios, y formas de uso. Por de pronto han comunicado solo cosas de sentido común, pero mientras no tengan claro los recursos de los cuales disponen, no es más que música. Todos estarán de acuerdo que tener una estrategia es mandatorio.
Y, por último, revisar antes del cambio de mando el estado de las finanzas públicas para ver el real estado de la caja y cuentas relativas a seguridad y defensa. Se sabe que esta administración indica una cosa y hace otra. Una auditoría profunda al estado de las finanzas públicas es prioritario para iniciativas que impliquen reasignaciones, o un uso más intensivo de militares y policías. El fondo de contingencia estratégica no fue financiado en el 2025 y tampoco viene considerado para el 2026.
Etiquetado:Ministerio de SeguridadPresupuestoseguridad pública
Richard Kouyoumdjian
Experto en Defensa y Seguridad Nacional; concejal por Las Condes Más de Richard Kouyoumdjian
4 Comments
- Carlos Souper Quinterosdice:
Muy de acuerdo a lo planteado. También hay una opción de medida dura y efectiva desde el día uno, salir o renunciar al tratado de Ottawa, minar pasos no habilitados, persuadir a Bolivia a cumplir controles fronterizos y reconducciones, o, si no cooperan, realizo cierre completo de fronteras, no ingresa ni sale nada ni nadie.
- Richard Kouyoumdjian Inglisdice:
Muchas gracias Carlos por tu comentario. Tenemos que ver que implica tener un gobierno mas racional en La Paz. Minar siempre es complicado por las experiencias que tenemos con el invierno boliviano y lo que ello significa con el posicionamiento fisico de las minas.
- Richard Kouyoumdjian Inglisdice:
En la próxima columna hablaremos de la preparación y entrenamiento del plan de abordaje.
- Pilar Molina Armasdice:
Es posible recuperar relación con Trump, después que se vaya Boric, para que nos ayude a exigirle a Maduro recibir los delincuentes venezolanos? Si es que no está caído el dictador a marzo 2026
Publicado por El Líbero
¿El cierre de una época?
Por Gonzalo Rojas Sánchez
Con el comienzo de una presidencia de derecha en marzo próximo, podría cerrarse toda una época de la historia nacional, la que ha venido desarrollándose durante 35 años, desde 1990 a la fecha.
Ha sido un período de certezas y dudas, de crecimiento y de estancamiento, de paz y de violencia, de transacciones y de rupturas, de izquierdas, centros y derechas. Una de esas etapas históricas en que “ha habido de todo”, como entre 1810 y 1830, como entre 1861 y 1891, como entre 1920 y 1973, momentos históricos tan diferentes de períodos como los que van entre 1830 y 1861, entre 1891 y 1920, y entre 1973 y 1990. En estos últimos, aunque tan distintos entre sí, hubo algo en común: matrices definidas y constantes, gusten o no cada una de ellas.
¿Es posible abrir en marzo próximo un nuevo ciclo de décadas que pueda ser reconocido en el futuro como un cuarto período de gran estabilidad nacional, por supuesto, dentro de los marcos de la legítima discrepancia democrática?
Si se pensara que una nueva matriz definida y constante va a poder eliminar las dudas, las dificultades de crecimiento, la violencia, las rupturas, en fin, incluso a las izquierdas, esa ilusión constituiría una pretensión mesiánica de peligrosa tendencia autoritaria. No, no se trata de eso. Citando a Havel: “Un paraíso sobre la tierra en el cual todo el mundo ame a todos los demás y cada persona sea trabajadora, educada y virtuosa, en que la tierra sea floreciente y todo sea dulzura y luz, en armoniosa resonancia para la satisfacción de Dios… un mundo así jamás existirá; por el contrario, el mundo ha tenido sus peores experiencias con los pensadores utópicos que prometieron todo eso; la maldad se quedará con nosotros, nadie jamás eliminará el sufrimiento humano, el escenario político siempre atraerá a aventureros y a charlatanes irresponsables y ambiciosos”, nos advertía el gran presidente checo.
¿Qué podría intentarse entonces? ¿Por dónde habría que comenzar a construir una matriz de estabilidad y auténtico progreso?
Simplemente, habría que empeñarse en la recuperación de las bases del sentido republicano de Chile: la protección de la dignidad humana, de la familia y de la vida; la probidad y el desprendimiento en el ejercicio de los poderes (de los tres; no solo del Ejecutivo); la imaginación creativa para favorecer el progreso dentro del orden; el respeto a la Constitución, las leyes y las instituciones; el ejercicio decidido del principio de autoridad, aunque pueda implicar fuertes desagrados; la neutralización de la violencia; el despliegue de una educación desde la libertad y para personas libres; la promoción de la cultura y de la historia nacional, de sus tradiciones y de sus costumbres, de las instituciones de la defensa nacional y del territorio; el respeto a la libertad de las conciencias y de las creencias. Y agregue usted otras dimensiones republicanas, siempre que le salgan desde el fondo del alma…
Si la reacción ante la enumeración de estas coordenadas fuera algo así como “demasiado general”, “muy utópico”, “imposible”, “una imposición inaceptable”… sin duda esa persona pertenecerá a la oposición al nuevo gobierno. Y en su derecho estará. Pero si el lector se sintiese conmovido por la posibilidad de comenzar una nueva época a partir de esas líneas fundamentales, deberá además sentirse convocado a trabajar por su realización y consolidación.
Consolidación, porque si solo se tratara de un virtuoso paréntesis —para volver después a más de lo mismo—, se habría perdido quizás la última posibilidad de comenzar una nueva época en nuestra historia. Y seríamos más responsables que aquellos que no han contado con esta notable oportunidad histórica.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio el miércoles 15 de octubre de 2025.
“La Fuente”
José Tomás Hargous Fuente
En las vísperas de un nuevo aniversario de la insurrección octubrista, se realizó el preestreno de la película “La Fuente”. Inspirada en la historia de Carlo Siri, quien es representado por el actor Luis Gnecco, la película de Daniel Vivanco narra la historia de Luca Barella, dueño del local “La Fuente”, a pocos metros de la Plaza Baquedano, que se vuelve el centro neurálgico de las protestas y la violencia que desencadenaron en las calles. El film –que no contó con fondos estatales para su producción– retrata, con las licencias propias de la ficción, la defensa que Siri tuvo que realizar de la ex Fuente Alemana, hoy Antigua Fuente, de los reiterados ataques que sufrió de la Primera Línea. En ese entonces los políticos no se preocupaban, salvo excepciones, de las verdaderas víctimas del 18 de octubre, los residentes y comerciantes de la “Zona Cero” que, como Siri, vivían día a día la violencia y el caos octubrista.
Los políticos no quisieron ver esa parte de la historia, la real y concreta, y prefirieron quedarse con el relato de que el malestar social justifica la destrucción, tanto material de nuestras calles, como la de nuestras instituciones, y en un espurio contubernio, decidieron abrirle la puerta al gato para que custodie la carnicería. Sí, está película, aunque trata de la historia humana de Siri, de esa microhistoria –con el quiebre de las dos familias y los dos locales –la Antigua Fuente de Baquedano y la Fuente Alemana de Pedro de Valdivia, pandemia mediante–, también nos permite recordar ese megaproceso en el que nos embarcaron los políticos: los procesos constituyentes como supuesto antídoto de la violencia octubrista.
Así, representa de cuerpo entero las “tres actitudes” con las que la clase política vivió el proceso: octubrismo revolucionario, noviembrismo reformista y septiembrismo reaccionario o contrarrevolucionario. Primero, el octubrismo de quienes se aprovecharon, defendieron y, hasta cierto punto, propiciaron la violencia, para intentar tomarse el poder, ya sea por la vía violenta –las protestas de octubre con que intentaron que renunciara Sebastián Piñera–, la electoral –que llevó a Gabriel Boric a La Moneda– o la constituyente –con la que buscaron infructuosamente convertirnos en una mezcla entre Venezuela, Bolivia y Ecuador–. Segundo, el noviembrismo de quienes, haciendo caso omiso de la violencia, se creyeron el relato del malestar y su solución constitucional, que apoyaron los procesos constituyentes, que hoy encarna Evelyn Matthei y parte de Chile Vamos. Y, finalmente, el septiembrismo de quienes se opusieron desde el primer minuto al acuerdo del 15 de noviembre, propiciaron el Rechazo de entrada y unieron al país el 4 de septiembre de 2022, que hoy aspira a la Presidencia de la mano de José Antonio Kast y Johannes Kaiser.
Quedan unas tres semanas para las elecciones presidenciales. La película protagonizada por Luis Gnecco –aunque sólo podremos verla en los cines a principios de diciembre– permite recordar qué posiciones tomaron los distintos sectores políticos ante aquel verdadero intento de golpe de Estado que vivimos en los días posteriores al 18 de octubre y que, hasta cierto punto y a pesar de toda el agua bajo el puente, aún siguen representando los sectores políticos que hoy aspiran a la Presidencia. Corresponde agradecer a Daniel Vivanco por la valentía de querer presentar en la gran pantalla la cara del estallido que pasó desapercibida ante la opinión pública y que seis años después afortunadamente vemos con otros ojos.
Un Baile de Máscaras
Mauricio Riesco Valdés
Utilizar disfraces es una aventura desafiante para cambiar de identidad, para no ser reconocido, para confundir. Incluso, para embaucar. Pero no solo los niños los usan en sus juegos o los payasos en el circo; suelen ser de utilidad, también, en la actividad política. No lo digo por la afinidad que ocasionalmente ésta pudiera tener con el circo sino por exigencia de las circunstancias… y de los votos; siempre hay uno que otro por ahí que busca “reformatearse”. Lo extraño e inusual es ver que en esa misma actividad también existen los que terminan sacándose la careta para aparecer lo que siempre han sido. Pero, es que en política se da de todo en verdad. De hecho, lo que estamos viendo en esta campaña presidencial es notable: la candidata comunista se pone la máscara de socialdemócrata y los DC, que ahora apoyan a la comunista, se sacan la de camaleón. Una, siendo marxista, escoge su nuevo look para parecer lo que no es, y los otros (quizás sí porque ya no engañan a nadie) optan por prescindir de los apoyos del animalito aquel.
Te quedan pocas semanas, juntemos fuerzas le dijeron éstos a aquella, golpeándole la puerta para ver qué pudieran conseguir en caso de salir ella electa. Esta les preguntó, ¿de qué fuerza me hablan?, ¿cuántos son ustedes? Vamos quedando pocos le advirtieron, eso es cierto, pero tenemos experiencia y podemos fortalecer tu disfraz, le daremos prestancia y credibilidad porque siempre fuimos reconocidos por ser de “centro”. (¿Qué tendrá el centro para los políticos? Les gusta tanto como la luz a una polilla).
Bien pensado, dijo ésta; ustedes que saben de estas cosas me podrían enseñar cómo hacerlo mejor; tengo muchos maquilladores que se afanan por darme algunos “tips”, pero estoy topada en las encuestas. Es que tu trasnochada ideología marxista ya no va con estos tiempos le dijeron ellos; finges, pero no convences. Antes de avanzar nuestra negociación, te podemos adelantar algunos consejos muy básicos para que los practiques. Después veremos qué nos das a cambio. Debes partir por camuflar tu pasado que te traiciona, pero, tranquila, tan solo será por un par de meses, hasta que seas elegida presidenta. Sigue evitando presentarte ante audiencias muy ilustradas, te pones nerviosa y yerras. Cuando hables, debes esquivar expresiones categóricas como “jamás”, “nunca”, “siempre”; nadie del centro político las ha usado jamás. Al contrario, emplea frases como: “creo que hay aspectos válidos en ambos planteamientos”; “estoy segura de que podemos encontrar un punto medio”; “todo depende del contexto”; “estoy muy de acuerdo con esa idea, pero hagámosle algunos pequeños ajustes”. Ni se te ocurra explicar cuáles serían los ajustes porque te costaría varios puntos en las encuestas. Otra cosa: muestra que entiendes bien la complejidad de los problemas, pero cambia rápido de tema evitando dar soluciones.
Deberás parecer una ovejita cautivadora y representar un personaje de centro como nosotros, demócrata, dialogante, flexible y bien dispuesta a los acuerdos. En política internacional, debes olvidarte de las “democracias diferentes” y referirte derechamente a las tiranías. Aunque te cueste, condena sin tapujos a Ortega, a Maduro, a Díaz Canel. No temas, ellos entenderán. Y ni se te ocurra meterte con Trump, salvo para adularle. Un cordero cándido y risueño ha sido siempre un disfraz de excelentes resultados, hace maravillas. Algo tienen estos animalitos que cautivan. ¿Será su mansedumbre, su bondad, docilidad? Todo lo que le falta a un comunista.
Tienes que simular total lejanía de aquel hato de lobos de tu grupo. Son tan duros de cabeza que te hacen difícil tu campaña cuando abren la boca. Olvídate de los Carmonas, Jadues y similares, quienes como actores del mismo elenco no aprendieron nunca el libreto. Siguen viendo en blanco y negro y están siendo un desprestigio para la obra; es que son demasiado toscos, no saben nada de los matices que exigen las tablas. Contradícelos. Rehúyeles. Pero ten la seguridad que una vez elegida presidenta te besarán los pies.
Muy importante: insiste en que no serás continuadora del gobierno actual. Deberás olvidarte de que hasta hace poco eras parte de él y mostrarte ahora muy distante. Promete que, esta vez sí, devolverás la moralidad en todas las funciones públicas; nada de licencias médicas para salir de vacaciones al exterior, nada de fundaciones, nada de escándalos sexuales, fin a la corrupción. Deberás reclamar por el desastre económico en que te han dejado el país para cuando seas presidenta; critica sin tapujos el alto grado de Inseguridad, delincuencia y narcotráfico que heredarás de tu antecesor. Por razones obvias, no te metas con el elevado desempleo, aunque no dejes de resaltar que mientras tu fuiste la ministra del ramo creaste al menos 141 nuevas plazas de trabajo.
En fin, no olvides que por cuatro años deberás ser una líder de la socialdemocracia chilena; suena bien, aunque no tengamos muy claro qué es eso. Nosotros ya no abusaremos más de los camaleones; a tu lado ya no los necesitamos. Te seremos leales colaboradores y consejeros, pero recuerda asegurarnos una generosa tajada de la torta en tu gobierno. No es mucho pedir, recuerda que ya quedamos muy pocos.
¿Una Institucionalidad de Papel?
Por Max Silva Abbott
Como se sabe desde los albores de la historia, el poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente. En parte ello se debe a que gracias a él, quien lo detenta puede llevar a cabo acciones fuera del alcance del ciudadano común, y por regla muy general, con pocas o incluso nulas posibilidades de recibir un castigo por ellas, en caso de ser deshonestas. De ahí que desde el punto de vista personal, prácticamente su único muro de contención sean sus convicciones morales y/o religiosas.
Sabido lo anterior, se ha intentado generar en los últimos siglos diversos mecanismos de control y de sanción para aquellos gobernantes que abusen del poder que se les ha conferido, con a veces intrincados mecanismos normativos y de contrapeso, siguiendo y perfeccionando la ya clásica doctrina de Montesquieu.
Sin embargo y al margen de la utilidad de lo anterior, a veces se cae en el espejismo de creer que este problema se encontraría resuelto por el sólo hecho de contar con una institucionalidad relativamente bien pensada, casi como si se tratara de una máquina lubricada correctamente. Se olvida con frecuencia que detrás de todas las instituciones hay personas de carne y hueso, sometidas a las mismas tentaciones que sus semejantes. Por eso no sirve de mucho poseer una impecable institucionalidad si quienes la encarnan no poseen sólidas convicciones morales (las tradicionales, se entiende).
Ahora bien, si se aplica lo anterior a la realidad chilena, el panorama no puede ser más desolador, al punto que los problemas y escándalos que se han ido acumulando en los últimos años son tantos y de tal magnitud, que se corre el riesgo de perder la capacidad de asombro. Y dentro de estos múltiples asuntos, tal vez los más peligrosos sean la inmigración creciente y descontrolada, la rampante y agresiva inseguridad, y la general y desvergonzada malversación de caudales públicos, que está haciendo que muchos servicios y prestaciones básicas que otorga el Estado hoy se encuentren pendiendo de un hilo.
Más aún: estas situaciones han aumentado de manera tan vertiginosa, que a ratos cabría preguntarse si Chile realmente cuenta con los mecanismos para enfrentarlas, o si se prefiere, si nuestra institucionalidad no era simplemente de papel.
Por momentos parece que sí, que toda esta institucionalidad era un simple espejismo, al considerar, por ejemplo, la facilidad con que ha penetrado el crimen organizado o por la grosera desaparición de recursos públicos. Y tal como pintan las cosas, tampoco parece que sus autores, cómplices y encubridores vayan a recibir algún castigo por las acciones realizadas, e incluso que se encuentren realmente preocupados por ello.
Sin embargo, por otro lado, esta “institucionalidad de papel” ha comenzado a funcionar, sobre todo gracias a la labor de la Contraloría General de la República, destapando múltiples escándalos, algunos insospechados, y otros tolerados por muchos durante largo tiempo. Todo lo cual significa que existen las herramientas para enfrentar esta situación.
De esta manera, Chile se encuentra en un momento crítico: o el próximo gobierno realiza de manera valiente y decidida las acciones necesarias para revertir de verdad esta situación, o la institucionalidad vigente terminará siendo, efectivamente, sólo de papel.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por el diario El Sur de Concepción. El autor es Doctor en Derecho y profesor de filosofía del derecho en la Universidad San Sebastián.
El Chile que viene y los saboteadores
Juan Pablo Zúñiga Hertz
“Los saboteadores y enemigos de la revolución”, una de aquellas frases marxistas que de sólo escucharlas hace a las izquierdas radicales tiritar de éxtasis. Cualquier oposición a sus siniestros planes es tildada de sabotaje. Sin embargo, la misma estrategia deja de tener –para ellos– un tenor negativo, cuando son ellos los encargados de sabotear. Y es precisamente esa la actual tarea de las izquierdas más duras, que son mayoría en el lado siniestro de la política chilena, ya que los resabios concertacionistas que aún existen son un mero adorno.
Nunca se engañe, estimado lector, en el alcance que puede tener la maldad de las izquierdas radicales chilenas. En ese sentido, sepa que la tarea para el próximo gobierno será titánica, por no decir, extremadamente difícil. Lo será por la profunda erosión moral del país, por los cofres vacíos, y por el sabotaje que ya está en marcha.
El desfalco a las arcas fiscales es en sí mismo el primer elemento de sabotaje; sin recursos será muy difícil echar a andar todos los proyectos y reconstrucciones que el actual gobierno nunca hizo. Al mismo tiempo, sin estos, pensar en nuevas obras, como por ejemplo la modernización del sistema de aguas del país, será casi imposible. El segundo elemento de sabotaje que estará esperando al próximo gobierno son las decenas de miles de funcionarios públicos inamovibles e incompetentes, que atornillarán al revés desde la transición al nuevo gobierno. Si eso no bastase, viene más. Pero su forma dependerá de quién gane las elecciones.
En el caso de que gane José Antonio Kast –que así esperamos la mayoría de los chilenos– el sabotaje a su gobierno será feroz. No hay nada que las izquierdas radicales chilenas disfruten más que el caos y la destrucción. Perdón, corrijo pues sí hay algo que les gusta más: la plata ajena. Si bien saben que las condiciones sociales y mentales de hoy no son las mismas que en 2019, van a ejecutar una asonada insurreccional 2.0. Ya que esta vez no tendrán el apoyo sustantivo de los incautos de la vez anterior, la única alternativa que les queda para tener éxito será recrudecer la violencia. Los paros y movilizaciones serán pan de cada día, de manera que a José Antonio no le cabrá otra alternativa más que tener mano firme y utilizar todos los recursos de fuerza que no fueron usados por el presidente Piñera, situación que será posible sí y solo sí Eidelstein y compañía no socavaron lo suficiente el Ministerio de Defensa.
En el caso de ganar la Sra. Matthei, la tarea será más fácil para el sabotaje de las izquierdas, pues encontrará en ella y su gobierno los mismos impulsos claudicantes que encontraron con el señor Piñera quien rápidamente entregó la Constitución en bandeja de plata. Un eventual gobierno de Matthei no tendrá como alternativa ceder la constitución frente a una asonada insurreccional, pero podrá claudicar a algo mucho más preciado para las izquierdas: el poder. En otras palabras, harán lo posible para, primero, llenar su gobierno de fulanos de izquierdas radicales travestidos de socialdemócratas para luego, segundo, forzar la caída de Matthei y, o quedarse con el gobierno, o lisa y llanamente forzar nuevas elecciones.
Usted creerá que estos son pensamientos fantasiosos y especulativos. No tengo en mis manos la hoja de ruta ni el itinerario insurreccional de las izquierdas para los próximos años, pero, estudiando la historia y analizando detenidamente sus pasos desde 2014 a la fecha, verá que estos escenarios no solo son altamente plausibles, sino que algunos ya están en curso. ¿Qué le cabe a usted y a mí a este respecto? Votar sabiamente y tomar parte activa ofreciéndose como parte de esa reserva moral y espiritual que aún le queda a Chile




