Política y Gobierno
Política y Gobierno
Un nuevo fracaso del socialismo
Gonzalo Rojas Sánchez | Sección: Política, Sociedad
Dos años atrás se iniciaba un nuevo proyecto de socialismo en Chile. Y hoy, a mitad de camino del gobierno de Boric, se comprueba lo que tantas veces antes ha sucedido (y varias en Chile, por supuesto): el socialismo, sean cuales sean sus contornos y contenidos, fracasa siempre.
Ha fracasado este socialismo de los iluminados frenteamplistas en la creación de mejores condiciones de vida para las personas. Hoy se vive peor en Chile que hace dos años, qué duda cabe. Ni en salud, ni en previsión, ni en educación se ha logrado un solo avance. Por el contrario, en esas tres dimensiones, casi todos los índices muestran que “vamos mal y mañana peor”. Con sabiduría, la ciudadanía ha ido expresando su negativa percepción sobre la posibilidad de un futuro mejor en los dos próximos años.
Si se suma a lo anterior la situación de la seguridad ciudadana —nunca antes en Chile, un Estado delictual se había instalado dentro del Estado institucional—, se comprueba el fracaso del socialismo que, en el nombre de los derechos humanos, de los “territorios liberados”, y de la apertura indiscriminada de las fronteras, ha permitido que delante de sus narices se asesine a destajo, y que en este Chile haya que buscar dentro de la propia casa el “asilo contra la opresión”. Y ni siquiera ahí hay seguridad: se comprueba a diario.
Ha fracasado también el proyecto socialista en cuanto se presentó con el objetivo de articular el desarrollo económico, por una parte, y el cuidado de la naturaleza y del medio ambiente, por otra. Una economía sin perspectivas de crecimiento —porque el socialismo es experto en desincentivar la inversión y en crear incertidumbre— y una absoluta imprevisión y reacción frente a los graves deterioros del medio ambiente que causan, por ejemplo, los incendios.
Fracasó también el socialismo en su afán refundacional. El Rechazo de 2022 le hizo ver que ese no era el camino, pero nadie debe dar por abortado ese propósito: no hay nada a prueba de los socialistas, porque son “muy empeñosos”. Y cuando fracasan por un lado, se encaminan a desplegar el propósito por otro… y a fracasar de nuevo.
El fracaso de este socialismo neomarxista se ha extendido además a las relaciones internacionales. Importantísimas embajadas aún están vacantes, y otras han estado en manos completamente irresponsables; ha habido declaraciones y acciones destempladas respecto de poderosos actores internacionales y se ha manifestado una total ambigüedad respecto de regímenes que despliegan una represión pretotalitaria hacia sus poblaciones. Qué quiere realmente el gobierno de Chile hoy es un misterio para cualquier analista internacional.
Detrás de todas esas frustraciones —y de tantas otras, para las que no tenemos espacio— está también el doble fracaso político. Por una parte, el socialismo frenteamplista se postulaba como la generación moralmente superior, la que desde el Olimpo sabía cómo cambiar Chile, pero hoy se encuentra en las arenas movedizas de una corrupción que día a día succiona a más y más de sus connotados representantes. Y, por otra, ha fracasado el proyecto neomarxista en su propósito de configurar una alianza de gobierno proyectable, porque ni con el peso muerto de sus socios comunistas —diga lo que diga el Presidente elogiándolos— ni con sus salvavidas del Socialismo Democrático ha logrado el frenteamplismo constituir una auténtica coalición de gobierno.
Lo notable es que si se les preguntara a sus propios partidarios por el resultado de estos dos primeros años, no vacilarían en manifestar su descontento, su frustración, su sensación de fracaso. Desde su distinta perspectiva ideológica, la conclusión sería la misma: fracaso.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio el miércoles 6 de marzo de 2024.
La decadencia
En estas condiciones, ¿Estaremos mejor que hace dos años? Nuestra sociedad continúa destruyéndose; la educación por el suelo, la justicia debilitada y los políticos en luchas partidistas. Al menos hay personas como el sacerdote, que aún “ven”.
Segundo tiempo: de mal a peor
Álvaro Pezoa Bissières | Sección: Política, Sociedad
En pocos días más, el actual gobierno iniciará la segunda mitad de su mandato, cerrando la primera con un saldo altamente deficitario. Este hecho, de por sí negativo, resulta ser aún más pernicioso si se considera que, para periodos presidenciales de cuatro años, se suele constatar que los dos primeros son aquellos donde han de ser concretadas las contribuciones principales, prometidas en el correspondiente programa de gobierno. El “segundo tiempo” gubernamental, en cambio, viene marcado indefectiblemente por dos años eleccionarios donde, se supone, el Ejecutivo de turno debe afianzar lo avanzado en el primero junto con propiciar resultados en los comicios que permitan la continuidad de su sector en el poder. En síntesis, la situación se presenta francamente adversa para la coalición al mando de la nación, pues esta prácticamente no ha tenido logros, especialmente en materias fundamentales para ella –tributaria, previsional, cultural, medioambiental– y otras siempre claves, como es el caso de salud y educación; o más seguridad ciudadana, que ha llegado a ser el problema más apremiante para la población. Si a esta lista se agregan otros temas relevantes complejos, como inmigración y reacción ante desastres, el cuadro termina siendo francamente paupérrimo.
Al paisaje dibujado habría que añadir todavía la existencia de una percepción de incompetencia generalizada en la administración pública, el crecimiento inorgánico de la burocracia estatal, la amplia corrupción y el estancamiento económico-laboral. Con este escenario como punto de largada para proyectar los años que faltan para que concluya el gobierno de Boric, ¿qué esperanza racional existe de que este último repunte? La pregunta, por supuesto, atañe directamente a la izquierda política, pero aquello que más importa, por lo menos en esta tribuna, es que también atañe a Chile. Dicho de otro modo: si hoy es posible convenir en que al gobierno le está yendo muy mal, al país le está ocurriendo otro tanto.
Incluso más alarmante, si cabe, es que no se aprecian indicios concretos que señalen que la situación nacional pueda ir a mejor. La impericia de los dirigentes y equipos profesionales a cargo de los destinos de la patria se hace palmaria cotidianamente, partiendo por la “volatilidad”, y con frecuencia la “ausencia”, del Presidente. Al respecto, hay quienes piensan que no existe rumbo definido, que el Estado se encontraría “al garete”; es una interpretación posible. Otra vendría a sostener que sí hay timón, pero que la autoridad navega como puede contra “sus propias adversidades” para obtener algo de aquello que permanentemente han querido alcanzar el FA, el PC y Boric, “el de siempre”.
Frente a esta realidad, la responsabilidad más significativa en el futuro nacional inmediato parece encontrarse en manos de la oposición política y en la voluntad de cada ciudadano.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por La Tercera el lunes 26 de febrero de 2024.