Política y Gobierno



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Contratación en SML de hija de presidenta de AFDD genera tensión con sus trabajadores

 

Publicado por El Desconcierto

Por: Horacio Gutiérrez Areyte | Publicado: 15.04.2024

Contratación en SML de hija de presidenta de AFDD genera tensión con sus trabajadores | Cedida

La tensión en el Servicio Médico Legal (SML) alcanza niveles críticos mientras los trabajadores denuncian un clima laboral marcado por el maltrato y la falta de transparencia. En medio de acusaciones de nepotismo y decisiones cuestionables, la gestión de Marisol Prado ha generado una profunda desconfianza entre el personal, poniendo en riesgo la integridad del servicio y su capacidad para cumplir con su importante labor en la búsqueda de la verdad y la justicia en Chile.
Desde su lanzamiento en noviembre de 2023, el Plan Nacional de Búsqueda Verdad y Justicia ha sido un faro de esperanza para los familiares de desaparecidos en Chile.
Sin embargo, detrás de esta noble iniciativa se esconde una trama de irregularidades y tensiones en el Servicio Médico Legal (SML) que ha puesto en entredicho la integridad de la institución.
El reciente nombramiento de Tamara Alvarado como asesora de Gabinete del SML ha generado una ola de críticas y sospechas.
Tamara, hija de Gaby Rivera, Presidenta de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (AFDD), ha sido contratada con un sueldo mensual de $2.700.000, lo que ha levantado interrogantes sobre posibles conflictos de interés y tráfico de influencias.
Pero esta contratación no es más que la punta del iceberg en una serie de irregularidades que han plagado la gestión de Marisol Prado, quien asumió como directora del SML en julio de 2023.
The Clinic reveló en un artículo publicado el 13 de abril una serie de problemas de gestión bajo el liderazgo de Prado, incluyendo denuncias por maltrato laboralcontratación de personal sin experiencia y decisiones arbitrarias que han minado la eficacia del servicio.
Los funcionarios del SML han alzado su voz en medio de esta crisis, denunciando un clima laboral tóxico marcado por el hostigamiento verbal y el acoso por parte de la dirección.
Marisol Intriago, quien lideraba la Unidad de Derechos Humanos del SML hasta su disolución el 8 de abril, ha sido una de las voces más críticas, señalando el desconocimiento de Prado sobre las labores del servicio y su falta de interés en abordar las preocupaciones de los trabajadores.
La disolución de la Unidad de Derechos Humanos ha sido vista como un intento de silenciar las críticas y consolidar el control de Prado sobre el SML.
Esta medida, junto con otras modificaciones impulsadas por la directora desde su llegada, ha sembrado la incertidumbre entre los funcionarios, quienes temen represalias por alzar su voz.
La creación de una Fiscalía en lugar del Departamento de Asesoría Jurídica ha sido interpretada como un intento de blindar a la dirección ante posibles sanciones, desviando las denuncias y evitando la rendición de cuentas.
Los trabajadores del SML han expresado su frustración por la falta de respuesta a sus preocupaciones, denunciando un sistema de justicia interna que parece favorecer a los intereses de la dirección en lugar de proteger los derechos de los empleados.
La reciente defensa de Prado por parte de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos ha añadido un nuevo elemento de controversia a la situación.
La aparente connivencia entre la AFDD y la dirección del SML ha levantado sospechas sobre posibles acuerdos políticos y tráfico de influencias que podrían comprometer la integridad del servicio.
En resumen, las denuncias por maltrato laboral, nepotismo y falta de transparencia en el SML han sumido a la institución en una profunda crisis de confianza.
La tensión entre los trabajadores y la dirección ha alcanzado un punto crítico, con serias dudas sobre la capacidad de Prado para liderar el servicio de manera justa y efectiva.

La audacia de hacer mal las cosas

El problema de Chile en esta última década no ha sido la falta de reformas. Nuestro problema ha sido que las reformas realizadas y muchas otras que felizmente no han sido realizadas eran audaces, pero muy malas reformas.

por Patricio Navia16 abril, 2024

En una columna el fin de semana, el economista Sebastián Edwards se lamentaba de que la política chilena no había producido ninguna reforma audaz en los últimos años. Destacando las reformas promercado realizadas en dictadura y en las primeras décadas de democracia, Edwards se preguntaba cuándo se chingó Chile (chingar es un concepto que, según la Real Academia Española, en Chile significa frustrarse o fracasar).
El renombrado economista neoliberal y celebrado intelectual tiene razón al lamentar que Chile ya no sea ese país que sorprendió positivamente al mundo por sus innovadoras reformas que produjeron un desarrollo sostenido e inclusivo y que nos dieron dos décadas doradas de creciente bienestar. Pero Edwards se equivoca en eso de que Chile haya dejado atrás la audacia. En los últimos diez años hemos sido contumazmente audaces al implementar reformas temerarias que nunca funcionaron en ninguna parte y al proponer otras innovaciones que desafían todo lo que sabemos sobre el comportamiento humano, el buen funcionamiento de las instituciones, y el diseño apropiado de políticas públicas.
Lee también de Patricio Navia: Temporada de campañas, temporada de polarización
Uno de los primeros ejemplos que viene a la cabeza fue la reforma tributaria del segundo gobierno de Bachelet. Impulsada por el voluntarismo terco más que por la evidencia comparada, esa reforma debió ser corregida sobre la marcha al poco andar. Y no se trata de decir que cualquier reforma que suba la carga tributaria es mala. Hay mucha evidencia de que un Estado más grande y eficiente contribuye al desarrollo y a reducir la pobreza y la desigualdad. Pero Bachelet impulsó una reforma tributaria que no fue acompañada de reformas que modernizaran el Estado o lo hicieran más eficiente.  Al contrario, el crecimiento del Estado ralentizó el desarrollo económico con la expansión de la burocracia. Se crearon más puestos de trabajo en el Estado, pero no mejoró la capacidad de usar los impuestos y el gasto público para reducir la desigualdad de ingresos.
La lista de desaciertos en políticas públicas en estos últimos diez años es larga. La reforma educacional de Bachelet empeoró más la educación pública y ayudó a ensanchar la brecha entre los que pueden pagar y el resto de la población que depende de las tómbolas para poder acceder a colegios de mejor calidad.
En pensiones, la polarización ideológica ha hecho que, aunque hay un acuerdo técnico amplio a favor de aumentar las cotizaciones mensuales de 10 a 16%, el debate sobre la propiedad de los fondos nos ha hecho perder 10 años en los que podríamos haber acumulado más ahorros para las pensiones. También en pensiones, los tres retiros (que casi fueron 4) de los fondos de pensiones entre 2020 y 2021 hicieron un daño profundo al sistema. Esa cuenta la tendremos que pagar todos con fondos públicos por varias décadas.
La guinda de la torta en desaciertos de políticas públicas fue el proceso constituyente. Aunque la evidencia acumulada por décadas en América Latina es que los procesos constituyentes no generan sociedades más prósperas e igualitarias, la élite se embriagó con la mentira de que los problemas de Chile se solucionarían con una nueva constitución. El mal diseño del proceso auguraba malos resultados. Inspirados por la falaz creencia de que el pueblo unido avanza sin partidos, los partidos renunciaron a su rol de representantes de la ciudadanía y establecieron reglas que permitieron que cualquier grupo de personas presentara listas como si fuera un partido. Negándose a ver la evidencia de que la democracia representativa sin partidos no funciona bien en ninguna parte, la élite política chilena realizó una audaz innovación que casi nos lleva al abismo.
Los dos procesos constituyentes fueron una fiesta de excesos y falta de criterio en materia de diseño institucional y propuestas de políticas públicas. Mientras algunos intentaron escribir programas de gobierno en la Constitución, otros se obnubilaron pensando que podían refundar el país. La propuesta de múltiples cortes supremas y la eliminación del Senado son sólo dos ejemplos de las temerarias innovaciones que estuvieron a punto de convertirse en principios constitucionales.
Y como si todas esas innovaciones no hubieran sido suficiente, el gobierno del Presidente Gabriel Boric puso sobre la mesa dos insensatas propuestas de reforma tributaria y de pensiones. Afortunadamente, ninguna de esas reformas pudo avanzar y ambas han sido sustancialmente modificadas.
Tiene razón Sebastián Edwards cuando advierte que, para salir del letargo actual, Chile necesita reformas audaces. Pero el problema de Chile en esta última década no ha sido la falta de reformas. Nuestro problema ha sido que las reformas realizadas y muchas otras que felizmente no han sido realizadas eran audaces, pero muy malas reformas.
Las reformas audaces que necesitamos deben estar basadas en evidencia, deben hacerse cargo de los incentivos que generan, y de las posibles externalidades negativas. Pero por sobre todo, deben estar alejadas de ese buenismo woke que cree que, sólo porque algo es deseable, ese algo se transforma en inevitable sólo porque uno lo desea demasiado.
El voluntarismo siempre es peligroso. Como nos ha enseñado el caso de Chile, cuando ese voluntarismo se olvida de la evidencia, no toma en cuenta los incentivos y no se preocupa de las externalidades negativas, las reformas audaces nos pueden llevar directo al precipicio.

Carta de Cristián Warnken a los diputados de Chile

POR EQUIPO RADIO PAUTA | 17 DE ABRIL 2024
“¿Pero dónde está la mayoría decente y responsable en este hemiciclo? ¿Por qué esplende tan poco y más bien parece brillar por su ausencia?”, se pregunta Cristián Warnken.
Carta a los diputados de Chile:
Descorazona ver que después de todo lo que hemos vivido como país estos años, ustedes hagan pocas cosas sustantivas para elevar el nivel tan deteriorado de la política. Y que, por el contrario, parezcan empeñados en volver una y otra vez a sumergirse en el pantano, el fango o convertir una y otra vez el espacio del diálogo y los acuerdos en una pista de circo.
“Un político es más raro que un unicornio”-dijo una vez Borges. Fue generoso con la imagen escogida. Ojalá abundaran unicornios en el hemiciclo. Son animales fantásticos y poéticos. Me parece que si hay animales a los cuales comparar a nuestros políticos, habría que buscarlos no precisamente en los dominios de la imaginación y el ensueño, sino en el de la picaresca y tal vez en las peleas de gallos.
No quiero caer en el deporte fácil de pegarle a los políticos, pero veo que ustedes no dejan de darse cachetadas de payaso y exponer sus miserias y pequeñeces en ese amplificador de la realidad que son las redes sociales. Hagamos un balance de los últimos años: ustedes  llevaron al país a revivir el flagelo de la inflación que creíamos desterrado, después de la irresponsable operación de los retiros, y algunos lo hicieron  traicionando, incluso las que se supone son sus más íntimas convicciones políticas.
También boicotearon todas las propuestas para enfrentar la delincuencia y el narcotráfico, y ahora, poco tiempo después, se levantaron en paladines de la seguridad. Intentaron acusar constitucionalmente a un Presidente que ya estaba en las cuerdas, en medio de un estallido delictual que tenía al país en llamas. Ahí mostraron que, por oportunismo, no vacilaban en poner en riesgo la democracia.
Ahora, ante los ojos de todo el país, levantan una bizarra e inédita alianza para darle la presidencia a una diputada del Partido Comunista, apoyada por un diputado errático, un señor que se autodenominó alguna vez el “Bukele chileno”,  que se colocó en el pecho una estrella de sheriff y que dijo que la Constitución “había que violarla una y otra vez”. El mismo que, en un programa de televisión, hace pocos días, al ser requerido por un ejemplo de un piropo que a él le gustara, respondió: “Huachita rica, quien fuera laxante, pa’ hacerte ca…”. Tal cual. Lamento tener que citar esa ordinariez, pero es la única manera de mostrar cuál es el nivel o la línea de reverberación: todo en el bajo vientre, ahí parece moverse a sus anchas el diputado del Partido de la Gente, un partido-como tantos- en decadencia terminal.
Incontinente verbal, el nuevo vicepresidente de la Cámara, acaba de dispararse en los pies diciendo que un ministro fue el que fraguó el acuerdo que lo llevó a la testera: después tuvo él mismo que contradecirse  (el deporte de la autocontradicción se ha instalado en Chile, desde el Presidente de la República para abajo). Este diputado de este nuevo “acuerdo”, militó en un partido de derecha,  luego adhirió a teorías políticas anticapitalistas y después se acercó a grupos neonazis. Un prontuario de coherencia ejemplar, por cierto. Ese es el nuevo vicepresidente de la Cámara de Diputados de la República de Chile. Apoyado por una izquierda “woke”, que ha puesto el grito al cielo por declaraciones de otros muchos menos violentas en relación con la mujer, y que hasta ahora guarda silencio riguroso.
Obvio: el voto del diputado díscolo le ha permitido a la alianza que va desde la DC al PC (¡Qué dirían Frei padre y los fundadores de la falange de esto!) quedarse con la testera de la Cámara de Diputados. No voy a citar el garabato que usó el diputado Rivas para insultar a sus camaradas de partido tras disputar un cupo por una Comisión. Pero está claro que el diputado no tiene filtro ni contención. El mismo se excusó diciendo que ello había sido producto de su Toc y del “síndrome der Tourette”, diagnosticado por la también diputada y psiquiatra María Luisa Codero, quien también ha tenido problemas de maltrato hacia sus colegas.
La salud mental, al parecer, no reina en la Cámara de Diputados. Cada cierto tiempo irrumpen la pulsión desatada, histeria, el exhibicionismo y el narcisismo,  pocas veces la razón, la prudencia, la  sabiduría política. Diputados que parecen necesitar altas dosis de Ritalin para ser contenidos y que actúan más como niños desordenados que como adultos responsables del destino del país.  Y mientras, el país empantanado, sumido en una crisis de seguridad y migratoria sin precedentes, un país enfrentado a la mentira y la burla de una dictadura (la de Venezuela) en su propio territorio, un país estancado, sin vocación de crecimiento, en decadencia (digámoslo aunque duela) mientras, ustedes, diputados de la República nos muestran (mejor dicho exhiben) una y otra vez  cuan bajo puede llegar  la política, profundizando así el camino de la decepción y la bronca.
Populistas y populares, pero nunca preocupados de verdad por el pueblo, por sus dolores y angustias presentes. Preparando -con sus incoherencias e incompetencias- el camino para que surja un liderazgo autocrático como en otros países de nuestro continente, abriendo las anchas alamedas para tirar a la democracia por el alcantarillado. Sin buena política, el país no llegará a ninguna parte.
Se necesitan grandes acuerdos para enfrentar los grandes problemas que nos aquejan, pero ni siquiera esos acuerdos se logran en las propias filas (lo acaba de mostrar la oposición en esta elección de presidente de la Cámara de Diputados). Se levantan razonables voces pidiendo la reforma al sistema político. Me temo que eso no bastará. Aquí se necesita una reforma moral, una renovación profunda del personal del poder legislativo y de toda la política. Y partidos políticos que no sean solo agencias de empleos o productores de farándula política. Que los partidos políticos no lleven más candidatos  que anden repartiendo ositos de peluche ni a cantantes caídos en desgracia o protagonistas de reality shows.
Que se elijan a los mejores, los más sobrios y competentes, que tuiteen menos y piensen más, para hacerse cargo de los enormes problemas que el país necesita con urgencia resolver. ¿O todavía la política tiene que caer más bajo aún hasta tocar fondo? ¿Es que no hemos tocado fondo todavía? Es verdad que con comentarios como esta carta que escribo, se puede caer en el error de disparar a la bandada. Y tal vez estoy siendo injusto y no ponderado en mi crítica y decepción. Es probable que casos como el de Rivas y otros bufones no sean la mayoría, pero sí son los que se ven más.
¿Pero dónde está la mayoría decente y responsable en este hemiciclo? ¿Por qué esplende tan poco y más bien parece brillar por su ausencia? Un carabinero mártir asesinado hace pocos días, mostró al país lo que es cumplir con el deber hasta el sacrificio, conmoviéndonos a todos. Esa es el ejemplo de servidor público que el país necesita, un servidor que no se sirve de lo público para sus agendas cortas y mezquinas, sino que sirve genuinamente a lo público.
¿Cuántos de ustedes están dispuestos a ese sacrificio y entrega por la patria? “Patria” dije, no dije “pyme”,  las pequeñas pymes en que se han convertido muchos partidos políticos. Diputados y políticos de Chile: muéstrennos algo de coraje y valor cívicos, de sentido de la responsabilidad superior, de amor por el país (que no es lo mismo que amor por los votos), algo que sea. Para que los ciudadanos no caigamos en la desesperanza total, en la decepción sin vuelta atrás, en la rabia irredimible del pueblo contra la política.
Todos sabemos qué pasa cuando desaparece la política y quién la reemplaza…
Los saluda, Cristián Warnken.