Reflexión en torno a Punta Peuco

En abril de 1984 fui secuestrado por el Frente Patriótico Manuel Rodríguez y mantenido en cautiverio cinco días. Se trató de las primeras incursiones del F.P.M.R. en la materia. Tiempo después fueron cayendo detenidos los terroristas, quienes incursionaban tanto en delitos comunes como en acciones terroristas. A medida que iban siendo apresados, me contactaban los ministros de fuero para realizar, en compañía de mi padre y abogado, primero el reconocimiento y luego los careos.

El reconocimiento era muy particular. Me escondían en una sala y tras una ventana, muchas veces tapada por una delgada tela, se ponían en fila nunca menos de siete personas. Supuestamente nadie me miraba, pero yo veía cómo 14 ojos observaban cada uno de mis movimientos.

Yo debía reconocer a quien había participado, en cualquier rol, en el secuestro del que fui objeto. La única información que se me entregaba era el papel que se creía había jugado dicha persona en la perpetración del delito, desde quien me había seguido por meses, hasta aquel con quien había compartido cautiverio. Pero no se me daba descripción física alguna y quizás se me exponía algún dibujo descriptivo de conformidad a la descripción que yo había dado en su minuto, nada fuera de lo común. Yo debía reconocerlo por mis propios medios. Reconocido este, se seguía al siguiente paso, que era el careo, estresante per se.

El último reconocimiento fue en 1992 y me fue difícil, debo suponer, pero lo logré. Habían pasado ocho años de mi captura y debía reconocer a una mujer que literalmente vi una fracción de segundo, tras un cambio de vehículo que hicieron mis captores en el Cerro Calán.

Los recuerdos eran cada vez más vagos e imprecisos, por impactante que fuera la situación. El físico del chileno promedio no ayuda mucho en la materia, toda vez que es muy parecido, en estatura, peso y color de piel. Por cierto que una voz aguda o bien un físico fuera de lo común no se olvidan.

Lo anterior lo cuento porque sirve para dar contexto al tema de fondo.

Tiempo atrás fui a Punta Peuco a visitar a un amigo. Sin requerir mayores detalles comenzó a explicarme el delito del que se le acusaba. Hoy enfrenta seis querellas y una condena. Todas ellas motivadas por hechos acaecidos en 1973 e investigados y sancionados a casi 45 años de su ocurrencia. Testigos dicen haberlo visto en el lugar de los hechos, se acuerdan de su chapa o bien de su nombre. Otros de su voz.

Mientras me contaba su historia yo reflexionaba acerca de la mía. “Oiga —le decía—, 36 años después de mi secuestro, yo no sería capaz de reconocer a mis captores; cómo es posible que se acuerden testigos de usted, que nada tiene fuera de lo común, a más de 40 años del 73”. “Bueno”, me decía, y se limitaba a erguir el hombro. Y comenzaba a relatar los sucesos y acusaciones y a explicar su rol, en los que hubo, porque en otros afortunadamente no estaba en el lugar, día y hora del hecho del que se le acusa. Pero como está vivo, lo acusan igual. Nada pierden los querellantes. Por el contrario, suculentas indemnizaciones a su haber si logran la condena del sujeto.

Me fui triste y reflexivo del lugar y con sentimientos encontrados. Trabajar por la inocencia o luchar contra una pared, en fin.

Punta Peuco es un lugar, como todos, donde convergen la verdad como la mentira, el horror como la pena. No quiero entrar en el origen y contexto de lo que llevó a mi país al enfrentamiento. Pero sí, dada mi formación de abogado y víctima de una violación a los derechos humanos, y por tanto más sensible al tema, no deja de llamarme la atención que hechos como el descrito, donde la presunción y un grado de certeza débil, o bien figuras como el secuestro permanente y la no prescripción en materia penal, sean, en muchos casos, el sustento y fundamento de la detención de personas, abstrayéndose no de un debido proceso, porque puede que haya sido justo y habido bilateralidad, pero sí un proceso pobre y débil en su argumento, obviando, para peor, el contexto en que ocurrieron los hechos y donde la racionalidad, en su sentido más básico y primario, pareciera estar ausente.

Gonzalo Cruzat Valdés
Abogado

Publicado por Nuevo Poder

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