TRUMP, BOLSONARO Y YO

TRUMP, BOLSONARO Y YO
Somos los tres tipos que vamos quedando en el
mundo y que sostenemos que Chile está en deuda con Pinochet por habernos
salvado del comunismo, sin agregar nada, especialmente nada como “sí, pero
violó los derechos humanos”. Acá muy pocos se atreven a reconocerle eso
sin el agregado, que es una falsedad exigida por los comunistas para no lapidar
al opinante.
Chile actual es un excelente ejemplo de que Gramsci tenía
razón. Él decía que había que apoderarse de los medios y hacer que ellos
dijeran lo que uno quiere. Y con eso basta, pues entonces todos empiezan a
repetir lo que dicen los medios. Acá sucedió eso. La izquierda se apoderó de
ellos y, como consecuencia, he leído en los últimos días que Teresa Marinovic
dice que los militares violaron los derechos humanos, José Antonio Kast dice lo
mismo y añade que no es pinochetista y “El Mercurio” describe al
gobierno 1973-1990 como un período caracterizado por “graves
atropellos”.
¿Ustedes se imaginarían a la Carmen Hertz reconociendo que
Allende violó los derechos humanos o a Camilo Escalona declarando “yo no
soy allendista” o a “El Siglo” afirmando que Cuba se caracteriza
por “graves atropellos” a las personas? Jamás lo harían. Son ellos
los que hacen decir a sus adversarios lo que ellos quieren. En eso consiste el
gramscismo.
Esta mañana en “El Mercurio” se destaca que el
diario “O Globo” de Sao Paulo consagra a Piñera “como un líder
moderado” de la región, por haber criticado declaraciones de Bolsonaro
recordando la derrota comunista en Chile el 73 y el pasado izquierdista del
padre de Michelle Bachelet. “O Globo” está digitado por la izquierda
y aprovecha así de desacreditar a Bolsonaro, valiéndose de la mano e ignorancia
histórica de Piñera.
Pues la verdad de los hechos fue que el padre de
Michelle Bachelet estaba comprometido en el complot de la FACH (léase
“Itinerario de una Traición”, del periodista DC Ricardo Boizard,
detallando los procesos de la FACH). Iban a tomarse la base El Bosque en
connivencia con el MIR y dar de baja a los oficiales que se les opusieran.
Entre los conspiradores estaba el general Bachelet, que siempre lo negó en el
proceso, pero fue delatado por personal del Banco del Estado, que acreditó su
concurrencia a las reuniones, encabezadas por el presidente del Banco, Carlos
Lazo, socialista. Eran parte del autogolpe descrito en el Plan Z. En rigor,
eran socialistas y miristas, pero obviamente actuaban de consuno con los
comunistas.
El gramscismo chileno enquistado en los medios ha hecho
desaparecer esa parte de la historia. Como también domina los organismos
internacionales, llegó al extremo de “anular” ante la Corte
Interamericana de DD. HH. las sentencias de los procesos de la FACH, por
supuesto que indemnizando a los conspiradores. Michelle Bachelet hasta nombró
Subsecretario de Aviación en su primer gobierno a uno de ellos, Raúl Vergara.
Porque la izquierda, cuando se hace del poder, lo ejerce.
O sea, lo que dijo Bolsonaro era rigurosamente histórico,
pues el general Bachelet (que, entre paréntesis, murió por jugar básquetbol
teniendo una afección cardíaca y no asesinado por torturas) formaba parte de la
conspiración socialista-mirista. Y Piñera, que ignora todo esto y ha comprado
completo el paquete propagandístico de la izquierda, le dio respaldo a Bachelet
ante el recuerdo de Bolsonaro, comprometiendo nuestra tradicional, firme y
continuada alianza con Brasil, que cuando Argentina iba a invadirnos en 1978
movilizó hacia el sur varias divisiones que pusieron de manifiesto la
posibilidad de que el conflicto andino fuera una gran conflagración (otro país
amigo, Ecuador, también movilizó tropas a la frontera con Perú, que estaba
también listo para aprovecharse de la agresión argentina.)
Gramsci le ha permitido a la izquierda conseguirlo todo en
Chile. Tiene al país diciendo lo que ella quiere. Maneja la prensa, sometida a
todas las consignas rojas.
¿Quiénes quedan en el mundo para consagrar la verdad
histórica de que Pinochet y la Junta salvaron a Chile de ser otra Cuba y no
sólo lo hicieron bien sino que devolvieron a la civilidad y a la democracia un
país mucho mejor del que recibieron cuando los políticos civiles los llamaron
de urgencia bajo el lema de “esto sólo se arregla con fusiles? Trump,
Bolsonaro y yo. En ese orden. Acá casi todos los demás han defeccionado, salvo
un partido, “Fuerza Nacional”, que se ha atrevido –caso único– en
su Declaración de Principios a declararse continuador del legado de la Junta y
ha prometido perseguir y condenar a los jueces prevaricadores de izquierda.
Partido a cuya existencia contribuiré, espero, mañana, una vez que el Registro
Civil me entregue mi “Ficha Única” o “Firma Única”, y al
cual también adherirían Trump y Bolsonaro, estoy cierto, si fueran chilenos.
Hermógenes Pérez de Arce