UN CARABINERO MENOS



UN CARABINERO MENOS

La bala asesina que quitó la vida al teniente de Carabineros Emmanuel Sánchez provoca enojo e impotencia, nos lleva a reflexionar y a ser creativos, nos obliga a ser decididos y cambiar con urgencia el rumbo de las cosas. No se trata de repetir esas frases como “ya no puede morir ningún carabinero más”, como si antes hubiera sido aceptable que los mataran; o buscaremos a los responsables, como si el problema fuera este caso puntual y no una situación más grave y extendida.
Sánchez tenía 27 años y las noticias nos informan que el miércoles 9 participó en una ceremonia evangélica, a la que asistió con su señora y su hijo de sólo 3 años. Poco después vio que se intentaba cometer un delito, y tras seguir a una moto fue interceptado por un automóvil y baleado sin piedad, si bien alcanzó a utilizar su arma de servicio. Como ha ocurrido en otros casos similares, sus atacantes resultaron ser de nacionalidad venezolana y habían ingresado ilegalmente a Chile. Según señaló uno de ellos, se dedicaban a robar teléfonos y ahora sumaron un homicidio a su prontuario.
Las leyes y prácticas permisivas han acentuado en los últimos años el ingreso de inmigrantes ilegales (aunque algunos sostienen que esta categoría no existe, es utilizada en los más diversos países). Algunos de ellos se trasladaron a Chile con la expresa decisión de delinquir, aprovechando la debilidad de las instituciones y la descomposición que ha vivido el país en diversos ámbitos durante los últimos años. Eso choca tanto con los muchos y mayoritarios inmigrantes honestos que hay en el país y aportan con su trabajo, como con aquellos que han cumplido las normas de convivencia social y legal. Inmigración ilegal y delincuencia -dos de las principales preocupaciones de los ciudadanos- vuelven a unirse a raíz del lamentable asesinato del teniente Sánchez.
Me resisto a pensar que este es el séptimo carabinero asesinado durante el gobierno del presidente Gabriel Boric. Si bien eso es verdad, lleva el problema al plano de las estadísticas, deshumaniza la crisis profunda que vive Chile y nos puede llevar a acercarnos de manera torpe a las soluciones.
No obstante, es necesario hacer un balance y constatar algunas realidades que hoy afligen a la sociedad:
  1. La delincuencia es un problema gravísimo, y algunas de sus expresiones son los asesinatos que han ocurrido y aumentado en el último tiempo.
  2. En la inmigración ilegal –que incluye el ingreso de numerosos delincuentes– ha existido indolencia o complicidad de parte de las autoridades chilenas en los diversos niveles involucrados.
  3. Existe la sensación de que la delincuencia avanza y el Estado –el gobierno, el Congreso Nacional, el Poder Judicial– no tiene o no utiliza todos los recursos a su disposición para combatirla con razonables posibilidades de éxito.
  4. Las declaraciones grandilocuentes o aquellas más sencillas o íntimas no resuelven los problemas del narcotráfico, la delincuencia y las bandas criminales. Se requieren mejores leyes, instituciones, políticas públicas y usar la fuerza del Estado. En esto no puede haber contradicciones entre el discurso y la realidad.
  5. Carabineros y la PDI –eventualmente también otras instituciones– necesitan el respaldo decidido y los recursos profesionales, humanos y económicos necesarios para combatir y derrotar al crimen.
  6. Las medidas requieren consistencia en el tiempo, no volatilidad, oportunismo electoral o adecuación a la ubicación en el mapa del poder. Por eso debería ser casi irrelevante qué agrupación está en el gobierno y cuál en la oposición, porque luchar por la paz social y combatir la delincuencia corresponde a las políticas de Estado y no a las propias de un sector político.
Por cierto, faltan muchas otras definiciones y acciones, también un trabajo cada vez más intenso y  con resultados visibles. Además es verdad que en los aspectos mencionados hemos experimentado numerosas contradicciones, cambios de posición y posturas contraproducentes. Los ataques abiertos contra Carabineros con ocasión de la revolución de octubre de 2019 (incluyendo el famoso “perro matapacos” que tanto encandiló a algunos políticos, comunicadores y ciudadanos en aquellos días de ebullición social) no solo fueron una pésima señal pública sino también una contribución odiosa al deterioro institucional.
Esta segunda semana de abril hemos vuelto a recordar una estrofa del himno de Carabineros de Chile, que nos deja una doble lección negativa. Vale la pena reproducirla:
“Otros la vida gocen en calma
Disfruten ellos dicha y solaz
Nosotros vamos tras de la palma
Que el sacrificio nos brindará”.
El problema del momento actual es que desde hace bastante tiempo los chilenos no pueden gozar en calma ni disfrutar la “dicha y solaz” de la paz civil y la seguridad pública. Por otra parte, hemos comprobado una vez más que un carabinero ha marchado “tras de la palma” que el sacrificio le brindará. El tema es más doloroso cuando comprendemos que se podría haber evitado y que las cosas no deben ser necesariamente como las estamos viendo en Chile.
El asesinato del teniente Emmanuel Sánchez nos deja, una vez más, lo mejor y lo peor de Chile. Por una parte, el triunfo de la ilegalidad, la violencia y el crimen, que se suman al fracaso del Estado y la indolencia práctica de las autoridades. Por otra parte, el martirio de un carabinero joven, el amor a Chile –hasta dar la vida si es necesario–, a su familia y a Dios, que en una corta existencia deja un ejemplo de honor y patriotismo que, en realidad, querríamos haber evitado.
Para ello no se requieren palabras, declaraciones interesadas y oportunistas, ni tampoco puestas en escena para la ocasión. Se necesita liderazgo y determinación, estar en el lado correcto de la historia y obrar en consecuencia. Solo así un carabinero menos se transformará en un Chile mejor.
Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Líbero el domingo 14 de abril de 2024.