Son jóvenes y valientes. Se atrevieron a romper el silencio que les impuso una sociedad incomprensiva y una historia manipulada. Ellos demandan Justicia, a secas, la misma que se les otorga al resto de los ciudadanos en su país, Argentina.
Las familias de los prisioneros políticos militares reclaman la falta de un debido proceso y la actitud cómplice de gobiernos de diverso signo. Piden igualdad, nada más, nada menos. Al igual que en nuestro país, la gran mayoría de ex-militares encarcelados, son personas de avanzada edad, muchas de las cuales padecen enfermedades incurables.
¿Un grito en medio de la noche? No, solo son las primeras voces que se alzan. Es un camino que ya emprendimos en Chile.
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