Los reales negacionistas

Por Axel Buchheister

Las palabras de Mauricio Rojas sobre el Museo de la Memoria fueron acusadas de “negacionismo” de las violaciones a los derechos humanos. Totalmente infectivo, cuando en ellas se refirió al uso de “una tragedia nacional que a tantos nos tocó tan dura y directamente”. Hay una condena y más aún, se declara víctima.

Lo que trató es ir más allá, que se analice el contexto y las causas de aquellas violaciones, para sacar lecciones y que se conozca la realidad completa, como un antídoto eficaz para que hechos como esos no se repitan. Esto, por lo demás, es la misión declarada del museo.

¿Por qué la izquierda reacciona con tanta vehemencia ante el intento que se consideren las causas de la tragedia, al grado de omitir burdamente los términos literales empleados por Rojas? Porque ellos son los negacionistas. Y lo son no porque defiendan principios, sino porque no les conviene entrar a ese debate. Han vendido, con singular éxito, una visión en que la culpa fue exclusivamente de los autores materiales de los atropellos y que en caso alguno cabe buscar más responsables. Si alguien pretende hurgar más allá, está negando o justificando las violaciones a los derechos humanos. Absurdo, porque los análisis humanos pueden ser complejos, las perspectivas múltiples y las conclusiones variadas. Y una cosa no niega la otra.

Es que el problema que advierte la izquierda es que si permite una reflexión de ese tipo, los jóvenes -que no saben lo que ocurrió y por qué, pues no lo vivieron- quizás se enteren que la dictadura no llegó de la nada, sino que fue una reacción ante el odio y la división que dicho sector sembró, con el ánimo ostensible de acabar con la democracia, utilizando la violencia y la amenaza como medios de acción política. Ellos fueron los causantes que en Chile la democracia se desplomara y que el resentimiento se instalara. Y cuando eso sucede, las violaciones a los derechos humanos vienen inexorablemente y se cometerán por el lado que se haga del poder. En suma, que se constate que hay responsables morales y políticos de lo que ocurrió, además de los autores materiales; y que entonces, pierdan el aura de superioridad que hábilmente han construido.

Conocer y entender las causas de los sucesos es la única manera de asegurar que no se repitan. No sólo es equitativo y tolerante consentir que el museo las consigne, sino que es imprescindible que lo haga y sin lo cual su misión arriesga fracasar. De lo contrario, el museo no pasa de ser un aprovechamiento político de la izquierda, que se aseguró que la muestra perteneciere a una corporación privada para poder manejarla, no obstante financiarse con fondos públicos.

Lo triste fue que Rojas se desdijo, arguyendo en vano que sus dichos no reflejan su pensamiento actual. Una victoria más de la izquierda.

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