Una pesada carga



Una pesada carga

Por Gonzálo Cordero, Abogado

Estamos en días críticos para la reforma tributaria. La oposición hace esfuerzos para unirse, y el acuerdo sobre la mesa de la Cámara de Diputados debiera ir acompañada de un gesto político para rechazarla. Los distintos grupos y sensibilidades que se ubican en la oposición coinciden en un concepto fundamental: la reforma no puede significar una rebaja en la recaudación, o sea que, a toda costa, debe asegurarse la pesada y engorrosa carga tributaria actual.

Si algo tienen en común quienes se ubican en el amplio espectro de la izquierda es que su discurso y posiciones, grados más o menos, sugieren que ellos ven en el éxito económico el producto de condiciones sociales injustas y no, preferentemente, el resultado del esfuerzo, el talento o ciertas cualidades del carácter. De allí se desprende una visión culposa respecto de los que han logrado alcanzar algún grado relativo de riqueza; de hecho, gustan denominarlos como “privilegiados”.

Basta escuchar el discurso pro impuestos de los más ideologizados, para percibir el carácter punitivo que le dan a los tributos. Usan expresiones como “devolver” a la sociedad lo que han recibido, y el solo pensar en que se rebaje el monto de esa restitución es reclamado como un fraude, una burla a la justicia, semejante a la que incurre el prófugo penal; excepción sea hecha de cierto tipo de prófugos, por supuesto.

El problema práctico de esta visión, más allá de las profundas disquisiciones filosóficas a que da lugar, es que ninguna sociedad progresa en una suerte de bloque compacto -que es el utópico ideal socialista-, ya que el progreso siempre es liderado por personas, cuyo éxito genera un efecto virtuoso de oportunidades en cadena. Esto nada tiene que ver con la caricatura del “chorreo”, que gusta tanto a algunos para descalificar éticamente los beneficios del progreso.

Pero este discurso que cala entre los pobres como un cuchillo caliente en la mantequilla, por la obvia debilidad en que los coloca su angustia vital, encuentra una reacción completamente distinta en la clase media, personas que han progresado, que gozan de los beneficios del consumo y que tienen conciencia de los impuestos que pagan: IVA, patentes, peajes, etc.

Esta visión de los impuestos marca, en relación con la centroderecha, una diferencia de fondo en los respectivos proyectos políticos, diferencia que es tributaria de una distinta manera de entender al ser humano y su sociabilidad. En consecuencia, el gobierno y Chile Vamos debieran preferir perder la votación de la reforma en el Congreso, que acceder a un alza de ciertos impuestos para lograr los votos necesarios.

La izquierda coloca una pesada carga al progreso; no renunciemos al deber de luchar por aliviarla.

 

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