Apología del Terrorismo

El decreto publicado en el Diario Oficial del 6 de julio en que, “por orden del Presidente de la República”, la ministra de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, Consuelo Valdés Chadwick, rindió homenaje y declaró monumento nacional el recinto guerrillero de Neltume, desde el cual el “Comandante Pepe”, del MIR, atacó en septiembre de 1973, con un centenar de subversivos, el cuartel de Carabineros de la localidad, sólo es un testimonio más del estado alterado de conciencia por el que atraviesan el jefe del Estado, su gobierno y, a veces, el país.

El primero ha protagonizado, en los días recientes, actuaciones peculiares: anunció que se marcharía a un evento privado en los Estados Unidos, durante cinco días, haciendo uso de sus “días administrativos”. Éstas son jornadas durante las cuales el personal del sector público puede faltar a su trabajo para realizar trámites que sólo pueden cumplirse en horario hábil. En el caso de Piñera era simplemente otro ardid, pues no iba a realizar ningún trámite administrativo sino a participar de un evento particular en los Estados Unidos, donde esperaba fotografiarse o filmarse con personajes internacionales de alto coturno. Pero un accidente contaminó el agua potable de Osorno, cuyo abastecimiento fue interrumpido y el Presidente, siempre atento a la encuestas, juzgó que no podía ausentarse a pasarlo bien en los Estados Unidos mientras Osorno se quedaba sin agua, y entonces se fue para el sur.

Pero también ese día se había comprometido a asistir a una cumbre de Mercosur en Argentina, que le garantizaba figuración junto a otros mandatarios. Entonces no resistió y voló a Argentina, pero llegó atrasado. Jair Bolsonaro, que estaba pronunciando un discurso, dijo resignado, aunque sonriente, ante la irrupción tardía, “Piñera… Piñera…”, mientras el visitante tomaba una posición que no le correspondía y era sacado de ella para ocupar la que realmente le estaba asignada, todo en medio de la expectación de la sala.

Y como acá, por orden suya, en el Diario Oficial se había rendido homenaje al ataque armado terrorista a un cuartel policial, protagonizado en 1973 por las hordas del Comandante Pepe, y ni la prensa ni la radio ni la televisión se daban por enteradas de esta apología a la subversión dispuesta “por orden del Presidente de la República”, la presidenta de la UDI, senadora Jacqueline Van Rysselberghe, juzgó que no podía seguir manteniendo silencio y criticó la declaratoria de “monumento nacional” del recinto terrorista. A raíz de ello, por fin, la prensa escrita publicó algo sobre el tema, que pese a su silencio había provocado conmoción en las redes sociales, como que el blog en que di a conocer el insólito decreto ya ha pasado de las siete mil lecturas, en circunstancias de que normalmente no atrae más de mil quinientas.

La ministra ha argüido, sorprendentemente, que si no promulgaba el decreto podría haber sido acusada de “notable abandono de deberes”. Pero la verdad es que, justamente, al ordenar publicarlo ha incurrido en una conducta sancionada por la ley antiterrorista desde siempre, con penas que van de tres años y un día a cinco años: “propagar o fomentar … doctrinas que tiendan a destruir por medio de la violencia el orden social o la organización política y jurídica de la nación”, que era lo que propiciaban las huestes del homenajeado Comandante Pepe.

En realidad, si el país estuviera dentro de sus cabales debería dictarse “por orden del Presidente de la República” un decreto declarando monumento nacional al Cuartel de Carabineros de Neltume, donde cuatro suboficiales y sus familias, cercados por numerosos miristas armados que les disparaban y arrojaban explosivos, resistieron toda una noche sin rendirse y respondiendo el fuego adversario,

Durante toda la noche el sargento 1° Benito Carrasco, el cabo Juan Campos y los carabineros René Cáceres y Belisario Navarrete resistieron el asedio de los miristas comandados por Pepe. Habían llevado a sus familias al interior del cuartel para protegerlas y la señora de Carrasco, doña Rosa García, se comportaba como una Javiera Carrera o Paula Jaraquemada, asistiendo a los uniformados y recargándoles sus armas.

Sólo al amanecer llegaron refuerzos desde Choshuenco, los que hicieron huir a los miristas, que dejaron lleno de orificios de balas y forados causados por explosiones el benemérito cuartel, que no se rindió, pero nunca ha sido homenajeado.

En lugar de eso, hoy se rinde culto al terrorismo y la ministra teme que, si no lo hace, podría ser acusada constitucionalmente.

Cabe preguntarse si el país y su gobierno están su sano juicio.

Hermógenes Pérez de Arce

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