Por Gonzalo Ibáñez Santamaría.

Difícil calificar de otra manera la reacción que ha suscitado en nuestra clase política los sucesos acaecidos en una residencia colaboradora del Sename en Talcahuano. Al llamado de auxilio de esa residencia, por una situación de motín de los jóvenes internos, concurrieron dos carabineros en bicicleta. Desde luego, debe hacernos meditar acerca de cuál era el grado de insurrección de los jóvenes internos que fue necesario llamar a carabineros. Al entrar, éstos fueron recibidos por una verdadera jauría de muchachos que se abalanzaron sobre ellos con piedras y armas blancas. Para defenderse, debieron desenfundar sus armas y hacer uso de ellas, con el resultado de dos jóvenes heridos en sus pies y de dos carabineros heridos con arma blanca, uno de ellos, una mujer. Es cierto que pudo haber sido una reacción desproporcionada, pero conociendo lo que sucede en esas casas, también pudo ser un acto de legítima defensa. Es lo que un sumario debería precisar y hasta que no se haya agotado la investigación no se puede emitir un juicio definitivo.

Pero bastó que de estos hechos se hicieran públicos para que, de la mano de algunos medios de comunicación y de redes sociales, ellos adquirieran otro cariz y fueran presentados como un caso de agresión matonesca de los carabineros a esos jóvenes que no habrían estado haciendo nada censurable. Sin pedir su versión a los carabineros, ellos fueron ipso facto condenados. Y de esa condena se hicieron eco los políticos también sin pedir la versión policial. La Cámara de Diputados detuvo una sesión oficial para ocuparse de este tema y varios de sus miembros comenzaron a vocear consignas anti carabineros. El presidente de la República desistió de concurrir a la ceremonia de investidura de los nuevos generales de carabineros para demostrar su repudio a lo sucedido, según esa versión, sin hacer mayor esfuerzo por descubrir la verdad. Y, pidió la renuncia al Director General. El ministro de Justicia anunció inmediata querella contra los carabineros implicados y la justicia sin demora decretó orden de detención del sargento acusado de los disparos.

¡Qué doble standard! En Chile ha sido posible incendiar, destruir, incendiar y matar, como fue el caso del cabo Eugenio Nain, sin que ninguno de esos políticos se haya inmutado y casi no hay procesados por estos terribles crímenes. La inmensa ola de violencia y destrucción que se ha abatido sobre el país, para jueces y políticos prácticamente no ha existido. La única preocupación que los ha embargado ha sido la desarmar a carabineros en su lucha por el orden y la paz sin siquiera detenerse a considerar los cinco mil heridos que, en esta confrontación, esa institución ha debido lamentar. ¡Cómo se puede entonces pedir que los carabineros concurran a un llamado sin tomar todas las precauciones para evitar una muerte como la del cabo Eugenio Nain y sin que vayan con el arma lista para disparar!

Capítulo aparte merece la actitud de esa clase política frente al drama de los hogares de Sename. Hace años se viene hablando de la profunda crisis que enfrenta esa institución sin que nada hayan hecho para ponerle remedio. No nos puede extrañar que esas casas, en vez de ser un centro de acogida de jóvenes donde estos puedan encontrar protección, formación y cariño, sean un lugar donde profundizan en el llamado a la delincuencia y a la anarquía. Claramente, era el caso de este “hogar” de Talcahuano. De ello, a estas alturas, es responsable toda la clase política.

A pesar de estos embates, Carabineros sigue con la frente en alto y fiel al juramento por el cual se accede a sus filas. ¡Qué diferencia con el festival de fariseos en que se ha convertido la política nacional!