FF.AA. y Carabineros
FF.AA. y Carabineros
14/05/2024
La verdad va saliendo de a poco:
La amputación de la mano derecha del soldado Conscripto del R I 24 “Huamachuco”, no se habría debido a una hipotermia, sino un shock séptico grave, producido por una droga vasoactiva, uno de los tratamientos usualmente utilizados para combatir infecciones graves que pueden atacar los órganos vitales aplicada en el hospital Juan Noe de Arica, donde el soldado había sido traslado con una necrosis en los dedos.
https://www.biobiochile.cl/biobiotv/programas/radiograma-biobiotv/2024/05/10/el-escenario-de-salud-que-habria-llevado-a-que-conscripto-sufriera-amputacion-de-su-mano-tras-marcha.shtml
Así de abrigados salían a instrucción nocturna. Así los esperábamos cuando regresaban con café o té y sándwich o galletas.
Así los cuidábamos cuando terminaban una jornada de marcha. Este era el rancho de tropa. Así marcharon ese dia:
Pensar diferente
¿Es posible mirar el tema de la justicia militar desde una óptica diferente a aquella que nos divide en “pro militares” y “anti militares”? O, yendo más atrás, ¿en “prodictadura” o “antidictadura”? Yo creo que sí.
por Álvaro Briones12 mayo, 2024
En un ensayo sobre André Breton, Octavio Paz señaló “…el hombre, aún envilecido por el neocapitalismo y el seudosocialismo de nuestros días, es un ser maravilloso porque, a veces, habla”. Y, en efecto, hablar, comunicarnos, es algo maravilloso porque quizás sea el último reducto de la libertad. Sólo la destrucción física podrá impedirnos pensar e impedirnos hablar, expresar lo que pensamos, es el equivalente social de esa destrucción física: es anular el pensamiento.
El principal enemigo de la libertad de expresarnos y por lo tanto de pensar, es el extremismo. La convicción de que toda verdad ya ha sido revelada y que, en consecuencia, no queda nada por decir. La voluntad de que cada acción emprendida esté orientada sólo a la materialización de esa verdad revelada o a la destrucción de quienes se oponen a esa verdad, pero jamás a proclamar una nueva idea o a plantear la posibilidad de una nueva verdad. A practicar la duda.
Una versión de esa actitud extremista se expresó la semana pasada en la ira y el reclamo de dirigentes del Colegio de Periodistas por la publicación, en un diario, de la conversación que sostuvieran el profesor Carlos Peña y Felipe González. Probablemente no advirtieron que, detrás de los argumentos de su organización -que con un celo propio de gremio medieval defiende el derecho de sus socios a ser sólo ellos quienes desempeñen un oficio- se ocultaba una guadaña liberticida dispuesta a segar el derecho de dos personas inteligentes a expresarse, a hablar.
La práctica de impedir hablar, de impedir exponer el pensamiento propio, se manifiesta también en nuestro país bajo una forma mucho más perversa: la de acallar con invectivas a quienes se atreven a proponer algo fuera de los límites que ha impuesto la extrema polarización política. Hoy en Chile pareciera que sólo se puede hablar desde un oficialismo rayano en el fanatismo o desde una oposición cercana al odio. Quien se atreva a buscar caminos propios será finalmente atacado por ambos extremos. Quien se atreva a levantar la voz para decir “hay una tercera interpretación”, “una tercera posibilidad”, probablemente será objeto de acusaciones tan diversas como crueles.
Una situación que experimentaron los diputados Andrés Jouannet, de Amarillos, y Miguel Ángel Calisto, de Demócratas, al dar lugar con sus votos a la aprobación de la indicación que permitía la aplicación de la Justicia Militar en casos de presuntos delitos perpetrados por militares en el cumplimiento de labores de orden público y seguridad, durante la discusión de la ley que reglamenta el uso de la fuerza (RUF). El episodio fue ampliamente ventilado por la prensa, que reprodujo las críticas a ambos diputados por no haberse sujetado a la actitud que se les suponía como herederos de la Concertación de Partidos por la Democracia. Habrían debido actuar, de acuerdo con esa crítica, desde un rincón de nuestro polarizado escenario político y rechazado una idea que “olía” a derechismo.
Pero Jouannet y Calisto no son de derecha ni de izquierda, se han declarado centristas y reformistas y por lo tanto las razones por las que apoyaron esa indicación debieron ser diferentes de las de la derecha y de la izquierda. ¿Existe esa tercera posición? ¿Es posible mirar el tema de la justicia militar desde una óptica diferente a aquella que nos divide en “pro militares” y “anti militares”? O, yendo más atrás, ¿en “prodictadura” o “antidictadura”? Yo creo que sí y me voy a atrever a mostrar una posibilidad.
En democracia corresponde a las Fuerzas Armadas la defensa de la nación ante amenazas externas y, con ese propósito, deben estar perfectamente entrenadas y equipadas. Esa misión está consagrada en la Constitución política de todo país democrático y, desde luego, también en el nuestro. Aceptamos, sin embargo, la posibilidad de excepciones a ese principio y se utiliza a las Fuerzas Armadas en acciones dentro del territorio nacional para enfrentar amenazas internas. La excepcionalidad de estas acciones refieren a la actuación de las Fuerzas Armadas en tareas que no son de defensa ante una agresión externa, pero no a la naturaleza mismas de las Fuerzas Armadas. Es decir, se las convoca a actuar internamente en su condición de fuerzas entrenadas y equipadas para la guerra, para actuar en contra de enemigos. De no ser necesarias esas capacidades, no se aplicaría la excepcionalidad, no se las convocaría y se utilizaría en su lugar a las policías, cuyas capacidades y entrenamiento son diferentes y están también contemplados en la Constitución y las Leyes.
Para ser claro: si, por ejemplo, información de inteligencia mueve al Estado a la decisión de utilizar a las Fuerzas Armadas para proteger infraestructura crítica de sabotajes terroristas, se debe aceptar que esos militares, armados y entrenados para ello, observarán a todo civil que se acerque a tales instalaciones como a un potencial enemigo, no como a un ciudadano transeúnte. De esa magnitud, con sus correspondientes consecuencias, es la decisión de utilizar a las Fuerzas Armadas en funciones de seguridad pública. Si no se desea esa actitud, no se les debe convocar.
Ahora bien, si esa decisión es finalmente tomada, el Estado debe proveer a sus Fuerzas Armadas de los soportes necesario para cumplir satisfactoriamente la función excepcional que les ha encomendado. No tendría sentido, sería inconducente e ineficaz, convocar a las Fuerzas Armadas pero sometidas a códigos que las desnaturalizarán, impidiéndoles actuar conforme a sus capacidades, entrenamiento y equipo.
Las acciones de guerra, en la que se actúa en contra de un enemigo, están sometidas a reglas y leyes de obligado cumplimiento por parte de las Fuerzas Armadas en todo el mundo. Pero son reglas y leyes especiales, enmarcadas en códigos militares, diferentes de las que deben aplicarse a las policías en tiempo de paz. Y en Chile están encuadrados en los códigos de la Justicia Militar. Que esa justicia está atrasada en su estructura y aún aplica modalidades que dejaron de utilizarse hace décadas por la Justicia Civil, es cierto; pero eso sólo obliga al Estado a superar ese atraso, no a usarlo como pretexto para no aplicar el instrumento cuando sea necesario. ¿Que los fiscales y jueces de la Justicia Militar pueden tener sesgos? También es posible, como es igualmente posible que los tengan jueces y fiscales de la Justicia Civil. Por ello es necesario que la Justicia, civil o militar, seleccione y vigile con extremo celo a quienes están encargados de hacer justicia, pero no impedir por ello que la justicia se haga.
En realidad, no existen argumentos lógicos que contradigan la idea de que si se convoca a los militares a que actúen haciendo aquello para lo que se los ha entrenado y equipado, sean juzgados por códigos propios de esa función en los casos que cometan delitos o faltas que están tipificados como tales en esos mismos códigos. Deben ser juzgados por la Justicia Militar.
La argumentación anterior es otra manera de observar el tema de la Justicia Militar en el caso que ahora ocupa al país. Esa lógica o una parecida puede haber sido la que inspiró a los diputados Jouannet y Calisto a actuar como lo hicieron. Sin embargo, ni esa lógica ni otra estuvieron presentes en la discusión. Sólo la voluntad de ver las cosas desde los extremos y de acallar voces que se salieron de los límites que impone esa polarización.
Ellos, por lo menos, alcanzaron a hablar, a decir algo. Quizás porque son diputados y quizás porque son consecuentes con sus ideas. Lamentablemente, hoy en día, no todos tienen la misma suerte.
ETIQUETADO:Andrés Jouannetfuerzas armadasJUsticia MilitarMiguel Ángel Calisto
Economista y escritor. Exsubsecretario de Economía y exembajador de Chile Más de Álvaro Briones
3 Comentarios
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Carlos Souper Quinterosdice:
12 mayo, 2024 en 01:36
Felicitaciones, hace tiempo que no leía un comentario objetivo, cuerdo y coherente
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Humberto Julio Reyesdice:
12 mayo, 2024 en 10:01
Concuerdo con la columna y comentario. Nunca está de más recordar que la Justicia Militar está sometida a la tutela de la Corte Marcial y de la Corte Suprema, instancias en que participan ministros civiles.
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Daphnedice:
12 mayo, 2024 en 19:43
Excelente columna!!
Cuando el uniforme militar es la mejor opción
General de División (R)
COLUMNA DE OPINIÓN
Nuestra sección de OPINIÓN es un espacio abierto, por lo que el contenido vertido en esta columna es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial de BioBioChile
Viernes 10 mayo de 2024 | 14:46
Si el Estado de Chile tiene otra alternativa para que estos miles de jóvenes, año a año, encuentren el camino que los lleve a desarrollar sus respectivos proyectos de vida y, al mismo tiempo, los recursos para que estas instituciones -principalmente el Ejército- sean totalmente profesionalizadas, bienvenida sea. Mientras tanto, el servicio militar continúa siendo una buena opción.
La trágica y lamentable muerte del soldado Franco Vargas, ha dado pie a un sinnúmero de análisis y opiniones sobre el Ejército de Chile y también sobre el servicio militar obligatorio.
Algunas de estas opiniones podrán venir desde el profundo dolor de una madre, un familiar o un cercano a Franco, y merecen el mayor respeto. Otras, muestran cierta carga ideológica. Algunas, no muchas, plantean propuestas interesantes de estudiar, y, otras, vienen definitivamente desde la ignorancia.
Una realidad innegable dentro del Servicio Militar Obligatorio
En una columna publicada recientemente, se plantea –con mucha fuerza– la idea de que el servicio militar es una institución discriminatoria, principalmente porque enrola a los jóvenes más pobres. Al respecto, tengo que coincidir con aquella aseveración, pero al mismo tiempo, estimo prudente y oportuno complementarla con una mirada integral y ciertamente, un poco más positiva.
El hecho de que ingresen al servicio militar aquellos jóvenes provenientes de los sectores de la sociedad más vulnerables, no hace más que confirmar la innegable realidad de la existencia de dicho segmento en nuestra estructura social.
Ese grupo, proveniente en su mayoría de la educación pública, y que, por distintas razones, no tiene acceso a la educación superior o educación técnico-profesional, ni tampoco al mercado laboral, por lo que ven en el servicio militar una opción, un proyecto de vida. En definitiva, una oportunidad.
Estos jóvenes, una decena de miles cada año, a pesar de las carencias y dramas personales que muchos de ellos han debido vivir durante su infancia y adolescencia, demuestran ser hombres y mujeres de altísimo valor para nuestro país.
Ellos, no solo han estado disponibles para servir a Chile, tal como lo han hecho cientos de generaciones que les antecedieron. También, han estado dispuestos a los mayores sacrificios, algo que quizás suene extraño para algunos por estos días.
La importancia de la función militar
Para entender la importancia del servicio militar, hay que tener presente que prácticamente la totalidad de los jóvenes que ingresan anualmente son voluntarios. Además, una buena parte de ellos corresponde a mujeres, cuyo desempeño ha sido destacado. Esto les permite, gracias a su propio esfuerzo, incorporarse en forma plena a todas las actividades y exigencias que demanda la función militar.
Son ellos, los soldados conscriptos, quienes integran las patrullas y unidades que cumplen misiones de protección de fronteras en el norte del país. Son ellos los que, además, realizan los patrullajes en la Macrozona Sur; se despliegan en los locales de votación para los actos eleccionarios; conforman las Patrullas de Auxilio y Rescate Militar Especializadas, y las Brigadas de Refuerzo de Incendios Forestales; y son ellos los mismos que concurren en ayuda de la comunidad cada vez que una catástrofe nos golpea.
Pensar que estos jóvenes son pobres –como se señala en la columna citada– y lo siguen siendo, solo porque provienen de familias humildes, es una apreciación un tanto mezquina.
Muy por el contrario, ellos merecen nuestro mayor aprecio y valoración al transformarse tempranamente en hombres y mujeres que aportan con valores, virtudes y principios al desarrollo de nuestra sociedad.
A falta de alternativas, una buena opción
Valga recordar que el servicio militar entrega a estos jóvenes –conforme a lo estipulado en la Ley 20.045 de modernización del servicio militar obligatorio– la posibilidad de acceder a la nivelación de estudios, para un porcentaje de ellos que no alcanzó a culminar su enseñanza media antes de cumplir sus dieciocho años. Y, además, ofrece la oportunidad de efectuar diversos cursos de capacitación técnica en especialidades y oficios que tienen alta demanda en el mercado laboral local, en coordinación con el Ministerio de Educación.
Pero también -y quizás más importante- es la opción de ingreso a la planta del Ejército, Armada, Fuerza Aérea, Carabineros, Policía de Investigaciones o Gendarmería, como sucede con la gran mayoría de los soldados que año a año cumplen el servicio militar. Lo anterior permite, de paso, a dichas instituciones, acercarse a las cuotas de personal necesarias para su normal funcionamiento.
Ante la invitación a revisar y discutir sobre el servicio militar, es pertinente despejar el análisis de situaciones contingentes, teniendo siempre a la vista lo que significa para muchos de nuestros jóvenes y también para las Fuerzas Armadas y de Orden y Seguridad.
Si el Estado de Chile tiene otra alternativa para que estos miles de jóvenes, año a año, encuentren el camino que los lleve a desarrollar sus respectivos proyectos de vida y, al mismo tiempo, los recursos para que estas instituciones, y principalmente el Ejército, sean totalmente profesionalizadas, bienvenida sea; mientras tanto, el servicio militar continúa siendo una buena opción.
– Christian Bolívar Romero. General de División (R)
Christian Bolívar Romero
General de División (R)
ERA LA OCASIÓN PROPICIA
La jauría no podía esperar
Era tarde de futbol y haciendo zapping para ver un partido del Colo ─nadie puede ser perfecto─ que felizmente no lo vi, sintonicé Sin Filtros, y justo cuando un octubrista neto, anarquista y asistemático, hacía referencia a los hechos acaecidos recientemente en Putre, con los peores epítetos hacia el Ejército, tratando de asesinos, al igual como asesinaron en Antuco a 47 soldados, y sin embargo, cuando hizo referencia a los 3 carabineros recientemente asesinados, se refirió a ello tan solo que murieron. De más está decir que el nivel intelectual de esa persona desentonaba con los otros panelistas de izquierda presentes. Este hecho, además de los diversos comentarios de que los diferentes medios se han nutrido, en especial de soldados y familiares, que distan mucho de la realidad mientras se realizan las investigaciones, me llevó a escribir estas líneas y que en ningún caso pretenden colocar un manto de impunidad hacia eventuales faltas o delitos, si las investigaciones que se están llevando a cabo si así lo determinan, sino, más bien a poner la “pelota en el piso,” atendido el hecho que el Partido Comunista y el Frente Amplio, estaban esperando una ocasión propicia para soltar a las hienas y lanzarse contra el Ejército y su comandante en jefe, ahora que se había desinflado el caso del Director General de Carabineros.
En primer lugar, respecto al fallecimiento del soldado y de los otros que quedaron heridos es un hecho muy lamentable que nos ha impactado a todos y que obviamente sea muy difícil de aceptar por sus familiares, para quienes Toribio expresa sus más sentidas y profundas condolencias, por el cariño que siempre les tributó a quienes anualmente concurren a hacer el Servicio Militar, y con mayor razón ahora que es voluntario. Sin embargo, esta unidad lleva 50 años en la zona y es la primera vez que se da un hecho de esta naturaleza. Quienes la conocemos sabemos que el servicio es muy duro, en especial por el problema de la altura para quienes no están acostumbrados, o bien, su fortaleza física es insuficiente, habiendo sido afectado Toribio en dos oportunidades a lo largo de su carrera. Al soldado conscripto si bien se le exige en su entrenamiento, pero no se le da el trato que algunos medios han difundido y que las investigaciones que se están llevando a cabo tanto en el sumario interno como el que lleva a cargo la ministro en visita aclararán los hechos. Pero es nefasto que algunos medios se sirvan para difundir noticias que en el fondo distan mucha de la realidad, afirmados en declaraciones que no han estado ajenas al dolor natural, al sensacionalismo y al ideologismo. Entre otras, la senadora Campillay, la misma que llamaba a quemarlo todo y que en el mundo de Kabuki preside la Comisión de Derechos Humanos.
Ahora los señores “honorables” diputados haciendo uso de sus atribuciones aspiran a conformar una comisión investigadora, que como todas terminará en nada, porque en esta ocasión no ha faltado organismo alguno del Estado para devorar la presa, C.G.R, INDH, Consejo de Defensa del Estado, hasta pedir una segunda autopsia, como si la primera hubiese sido realizada por la institución afectada. Pero estas comisiones investigadoras en sí constituyen un escenario para ganar reflectores y micrófonos, politizando al extremo su desarrollo, de lo cual esta modesta pluma la sufrió en propiedad. Los comunistas se soban las manos en busca de su objetivo que es destruir al Ejército; su propósito no es llegar a una verdad, que será la que determine la justicia.
La opinión pública debe tener la certeza, que la institución de haber existido negligencia o dolo, que no lo creo, arbitrará todas las medidas necesarias, como ya lo ha hecho con los mandos respectivos, solamente por el concepto de la responsabilidad, lo que está muy lejos de ocurrir con los señores parlamentarios, políticos y autoridades en general, lo que a diario el ciudadano de a pie constata.
Por otra parte, lo que los chilenos debemos tener presente es que la “materia prima” actual no es la misma de la Guerra del Pacifico, ni de los años 30 del siglo pasado, ni mucho menos de los años 70, en que por semanas el personal de las fuerzas armadas y carabineros que estaba desplegado en la frontera ante los peligros de guerra con nuestros vecinos, con mucho menor equipamiento soportaba temperaturas en las noches muy superiores a las de esta ocasión y sometidos a esfuerzos mayores. Los cadetes de la Escuela Militar en la década de los 50, de 15 a 17 años, si bien en un escenario diferente, marchamos con equipo completo desde Valdivia a Osorno en tres jornadas, es decir una distancia de aproximadamente 120 km. Así como la ley del cobre baja en los minerales en la medida en que estos se explotan, las condiciones físicas de los seres humanos también disminuyen; la misma modernidad pródiga en mejores alimentos y recursos de la ciencia y de la medicina, ha aportado a menores exigencias físicas y a un mayor sedentarismo. Es el resultado del progreso. Mucha tele, mucho celular y play station, auto, moto, etc., hasta en los hogares más modestos; y si a eso sumamos el alto consumo de droga en nuestra juventud que nos pone a la cabeza de los países más consumidores en nuestro barrio, tenemos como consecuencias las recientemente sucedidas.
Un hecho más, atendida la petición de un querido sobrino para no ser tan latoso, lo que muchos deben compartir. Este lamentable incidente ha incidido en que haya personas que cuestionen el Servicio Militar. Hasta hace algunos años, ya en “democracia”, se suspendió el SMO y en la actualidad es voluntario, lo que redunda en una menor cantidad de “materia prima” disponible para llevarlo a cabo, que por lo general es copada con las clases más pobres. Por otra parte, las regiones que más requieren por razones obvias son las extremas, siendo necesario completarla con jóvenes que provienen de las ciudades, donde la “ley” es de menor calidad. Este problema que afecta no solo a Chile, es cada día más grave, pues los jóvenes no contraen matrimonio sino hasta cuando son adultos ya formados. Hablemos de 38 y más años, es decir con rodaje, con una o más vuelta al kilometraje y muchos optan por tener menos hijos e incluso preferir mascotas. No estamos en condiciones de tener fuerzas armadas 100 % profesional, es decir sin contingente anual por el elevado costo que ello demanda, pero adhiero a lo que alguien propuso que el SM sea debidamente remunerado, a lo menos con un sueldo mínimo.
Toribio, dentro de sus desvaríos pero bien intencionados, suma además del restablecimiento de la pena de muerte, de la refundación del poder judicial y del congreso, a reimplantar el S.M.O.
Fernando Hormazábal Díaz
General de Brigada (R)
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