Muchos quisimos dar nuestra vida en pro de un
mundo más justo y más humano. La madre de las batallas no fue contra otras
personas, como nos dijeron, pues el germen de mentira, injusticia y, en
general, toda forma de violencia contra humanos y el medio ambiente, está
dentro de nosotros, en nuestra conciencia, como maleza que arruina todo al
menor descuido. Podríamos justificarnos diciendo que vivimos tiempos violentos,
o que se nos sembró odio en el corazón y el alma desde pequeños, pero no es
así: todos tenemos culpa, ¡todos!
A gritos y golpes, intentaron quebrarnos el
carácter con imposiciones de ideas y actos dogmáticos, para alinearnos en
alguna facción en pugna. ¿Había facciones en pugna? Sí, claramente. ¿Alguien
tiene sus manos limpias y puede decir, como los fariseos, que carece de toda
responsabilidad en la construcción de facciones que se odian? ¿Puede decir uno
solo de nosotros que no “aprovechó” “oportunidades” económicas con cargo a
alguien más débil? ¿Otros deben pensar como “yo”?
Paradójicamente, un dogma nos impulsó a
erradicar odio, mentira e injusticia: la paz; ésta operó como certeza moral
(aún cuando al inicio no pudiéramos dar argumentos en su favor), para guiarnos
en el pensamiento, el juicio y la acción. Fueron nuestros propios actos
injustos quienes nos advirtieron que no somos mejores que el más monstruo de
los humanos, y nos anunciaron que debíamos pedir perdón, perdonarnos y estar
atentos porque el mal “anda como león rugiente” también en nuestro interior.
Ser personas de paz es un ideal, aunque no imposible. Cada vez que, en lo
pequeño, doblegamos la tentación de mentir, odiar o robar, toda la humanidad
recibe una brisa que conmociona, contagia esperanza y despierta fe en un futuro
mejor.
El más falaz y pueril de los dogmas, bastardo de
esa teoría-“praxis” del conflicto, es que la historia la escriben los
vencedores. Delirantes facciones han vendido la piel antes de matar al animal,
anunciando victoria final y el fin de la historia, pero ésta siguió su curso y
los arrasó; en las escuelas obscuros tontos útiles han horneado masa crítica
que se lleva el viento al caer los muros. Aunque una y otra vez las
falsificaciones históricas caen, nuevas falsificaciones usan la misma lógica:
“el enemigo es de una perversidad atroz (impresentable dirán los siúticos), yo
soy la santidad, soy el nuevo dios o el superhombre”, cuyo bien es tan
indiscutible que justifica matar a su orden. Resuena en sus parlantes el ocaso
maligno cantado por R. Strauss en el “Also Sprach Zaratustra”, disfrazado de
amanecer por las alucinaciones de un ya maniaco Nietzsche.
Todos los reclutados por las facciones del mal
luchan una falsa guerra; sus entendimientos se nublan y su corazón se pudre de
odio contra alguien, y de mentiras acerca de los frutos de su violencia. “Sub
angelo lucis”, todo parece justicia. Pedofilia y derechos humanos -por ejemplo
reciente- son “temas” elevados hasta el párnaso del morbo, pero utilizados para
destruir la honra de alguna facción enemiga; en ninguno de ambos temas se
observa interés real por prevenir o erradicar estos males ni por reconocer
culpas propias en ellos, todas enormes, y a la vista.
La administración de justicia, permeada por
facciones odiosas, una y otra vez ha prevaricado con ficciones jurídicas,
interpretaciones artificiosas, testigos falsos; ha juzgado sólo a la facción
enemiga, y protegido a criminales de su tribu; ha sido profusamente regada con
el incentivo más perverso: dinero por cada enemigo encarcelado; ha negado a los
acusados las más básicas condiciones de defensa justa; ha actuado sobre seguro
con un juicio mediático previo, donde alaridos de tontos útiles “no dejan otra
alternativa” que condenar, y; ha dispuesto sentencias en etapas de conveniencia
electoral para su facción. Estas horribles condiciones, que violan derechos
humanos fundamentales, cubrió con mortaja de deshonra a una administración de
justicia que se farreó limpiar en paz la mancha de crímenes contra la vida y
dignidad humanas.
El juicio será hecho por la historia, no por
fugaces petimetres que ocupan escaños de dinero y poder. De este funesto
periodo, el juicio de la historia mostrará mediocridad, mentira, injusticia,
delirios de poder, y sobre todo codicia. También la historia contará de héroes
perseguidos y encarcelados que, con su honra destrozada, semana a semana
animaron a su país por caminos de libertad, esperanza y paz, sin dejar para sí
mismos ni siquiera el derecho de defenderse; entre estos nombres, sin duda,
encontraremos a Cristián Labbé Galilea, a quien la industria de venganza sólo
consiguió fortalecerle su amor a Chile y el deseo de verlo ¡por fin!
reconciliado.
JAAO
Artículos de Opinión
Paradoja deshumanitaria. Carla Fernández Montero 10 de mayo de 2024 Hemos observado a través de la prensa que el Ministro de Justicia y DDHH Luis Cordero, ha intentado compartir responsabilidades co...
Leer másArtículos de Opinión
La verdad va saliendo de a poco: La amputación de la mano derecha del soldado Conscripto del R I 24 “Huamachuco”, no se habría debido a una hipotermia, sino un shock séptico grave, p...
Leer másArtículos de Opinión
Enrique Slater @slater_enrique La opinión de una prestigiosa columnista, respecto a las amenazas que desde hace ya tiempo afectan al alma misma de la Patria, se reconoce y...
Leer más