Las dolorosas y necesarias diferencias de los militares

Escribe: Patricio Amigo Parada, Periodista.

Los uniformados, que se profesionalizan en el uso de las armas, dejan de ser civiles y pierden muchas garantías del Estado de Derecho. Adquieren otras, que son ventajosas y que no tenemos los civiles, pero mi intención es clarificar, si es que puedo, la importante necesidad de la pérdida de los derechos de los uniformados y su tremenda e imprescindible diferencia con nosotros, los civiles.

La diferencia fundamental entre un militar y un civil es que: al profesionalizarse, el militar jura ante Dios y la Bandera obedecer oportunamente las órdenes de sus superiores y defender con su vida la paz y la tranquilidad de la Patria.

Que no tienen derecho a huelga ni a manifestaciones públicas de protesta; que tampoco tienen horario de trabajo ni estabilidad de residencia con su familia, que en el ejercicio de su profesión viven arriesgando sus vidas: enfrentando a enemigos públicos en las calles o en los presidios; volando o navegando, para defender la vida en los accidentes particulares o en los peligros de agresividad interna o externa, son algunos de los detalles que los hace diferentes a nosotros, los civiles. Pero hay otras diferencias muy importantes.

Para ejercer su profesión de Defensores de la Patria y de la Seguridad de sus Habitantes y poder ascender en su carrera, los Militares deben estudiar el manejo de las armas que matan y destruyen, para usarlas generando el mayor daño posible. Estas materias tienen teoría y práctica intensiva. Deben superar especialidades en Academias de Estrategia en Chile y en el extranjero. Ignoro detalles de esos estudios que incluyen espionaje y contra espionaje, pero conocí el arma más importante de estos Profesionales de la Violencia: LA DISUASIÓN.

La Real Academia Española define DISUADIR como: Inducir o mover a alguien a cambiar de opinión o a desistir de un propósito. Esta es un arma estratégica, fundamentalmente, destinada a minimizar los daños de un enfrentamiento armado, con un golpe de violencia extrema, generando pánico, un miedo tan angustioso que el enemigo huya y desista del enfrentamiento.

En el Pronunciamiento Militar del Once de Septiembre, o en el Golpe Militar que derrotó al Gobierno de Allende, las FF.AA. y de Orden aplicaron la DISUASIÓN y de manera magistral.

Había que derrotar a un Ejército internacional, equipado con armas de Alto Poder Destructivo, dirigido por el General cubano Patricio de la Guardia, para una Guerra Civil que instalara en Chile, con Allende a la cabeza, una dictadura cubana.

Esto no admite discusión: está probada la inmigración de 30 mil guerrilleros, que iniciaron el ingreso a Chile, desde los años 60 y el contrabando aéreo de armas y el desembarco de Carrizal Bajo eran suficientes para ese enfrentamiento que, con Un Millón de Muertos, según pronósticos de los guerrilleros, lograría el triunfo.

Pero la genial DISUASIÓN se inició con el bombardeo aéreo de La Moneda y de los pecaminosos refugios del Presidente Allende, que generaron la angustiosa huida y desbande de los guerrilleros.

El proyecto de Guerra Civil murió de miedo.

Después vino la guerrilla sin frente ni cuartel, el terrorismo cobarde y endemoniado contra civiles inocentes y asesinatos por la espalda de carabineros y soldados. Las FF.AA. y de Orden debieron hacer lo suyo: faltaba DISUADIR a países vecinos: que querían aprovechar la ocasión para reducir nuestro territorio y había que reducir a los terroristas y franco tiradores. Era todo muy complejo. La violencia desordenada de las pandillas guerrilleras tuvo que ser reprimida con violencia extrema. “Morir o matar” era la única alternativa.

¿Qué hubo excesos? ¡Sí, los hubo!

Pero los civiles no tenemos capacidad para enfrentar esos escenarios y no podemos entender que éramos las víctimas, que estábamos en peligro y que hoy disfrutamos de la vida como si no hubiese ocurrido nada.

Soy un periodista que fue exonerado del Canal de la Universidad de Chile en una cacería de brujas dirigida por el actual Ministro del Interior, que era un regalón de Pinochet. Pero tengo muy claro que hoy soy feliz, en mi ancianidad moderna, gracias a los Soldados del 73, que están encarcelados por la inconsciencia civil que encubre la venganza de los guerrilleros que fueron derrotados.

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