Lo que se ha expresado en los medios de
comunicación en las últimas semanas respecto a los sucesos (octubre 2019) que
ocurren en Ecuador y Perú, y el apoyo de las FFAA a sus respectivos gobiernos,
no deja de llamar la atención. Como siempre sucede en tiempos de crisis, cuando
las instituciones del Estado no son capaces de resolver un conflicto social o
político, invariablemente recurren a quienes tienen el monopolio de la fuerza.
Eso no es nuevo y corresponde a la necesidad de mostrar los medios o la intención
de hacer valer el principio de autoridad, elemento fundamental para mantener el
orden que es, a su vez, condición esencial para el progreso y desarrollo.
Lo anteriormente expresado es una realidad que
parece estar olvidada en nuestro país. Durante las tres últimas décadas, el
Ejecutivo, cuya autoridad descansa en el apoyo de las FFAA y Carabineros, ha
permitido por indolencia, omisión, desprecio o lo que sea, que otras áreas del
Estado, específicamente la judicial, socave y deteriore el prestigio y honra,
en forma parcial, injusta e imprudente, de tanto las instituciones como de
algunos de sus integrantes.
Carabineros y el Ejército han sido las
Instituciones más perseguidas y afectadas y hay razones para ello. Sin
desconocer la ocurrencia de hechos que eventualmente constituyen delito y por
los cuales se debe juzgar a quienes los cometieron, se ha hecho escarnio
público de las instituciones, más allá de lo prudente, sin considerar que en
ellas reside la fuerza en la cual se sustenta la autoridad de quienes nos
gobiernan o administran la justicia. Eso es en lo inmediato y actual.
Capítulo aparte es la feroz persecución que se
ha hecho de militares y policías en retiro por sucesos ocurridos entre 1973 y
1990. El sólo hecho de utilizar para ellos un proceso penal distinto al resto
de los chilenos, que implica una desigualdad ante la ley, habla de la falta al
debido proceso, sin dejar de mencionar la omisión, ampliamente difundida, de
principios jurídicos básicos de carácter universal y que no es del caso repetir.
Todo eso se sabe en las esferas de gobierno, y las autoridades, cuyo poder se
apoya en las FFAA y Policías, se niegan a enfrentar la injusta realidad que
afecta, precisamente, a quienes les proporcionan la base en la cual se afirma
su autoridad. Recordemos, nuevamente, lo que los medios de comunicación nos
informan respecto al apoyo que proporcionan las FFAA a los gobiernos de Perú,
Ecuador y también de Venezuela.
En resumen: personal del Ejército y Carabineros
en servicio activo están sometidos al escarnio público, con o sin razón,
mientras que los que están en retiro son objeto de arbitrariedades judiciales,
bajo un sistema procesal diferente al resto de la población y condenados por
presunciones y ficciones jurídicas. Las autoridades de gobierno, en una
aparente confabulación o acuerdo “político – judicial”, se desentienden de las
obligaciones que les fija la Constitución Política, dejándolos totalmente
abandonados a su suerte, olvidando que su autoridad descansa en las
instituciones en las que sirven o sirvieron al país, aquellos injustamente
perseguidos, procesados o condenados.
Se podrá argumentar que quienes están en retiro
de las FFAA y Policías no forman parte de las instituciones. Esa es una postura
sesgada e irreal. Las instituciones de las FFAA y Policías son bastante más que
sólo el personal que está en servicio activo. Las instituciones mencionadas
conforman un cuerpo social arraigado transversalmente en la sociedad chilena, y
por más de 200 años, han estado unidos por un sólido inconsciente colectivo que
amalgama generaciones de compatriotas y familias que han servido en ellas. Eso
no se borra mediante discursos, leyes, decretos o disposiciones reglamentarias,
ni se puede omitir de un buen análisis de la realidad social del país. La fortaleza
de las instituciones está en ese cuerpo social.
¿Quién valora, defiende o apoya a las FFAA y
Carabineros?
Las fuerzas de la naturaleza, en particular los
terremotos que ocurren en nuestro país con una indeseada frecuencia, nos
recuerdan en quienes el pueblo chileno deposita su confianza: las FFAA y
Carabineros. Lo avalan las encuestas y la realidad cotidiana, ya que son el
reflejo de la sociedad nacional, con todas sus virtudes y defectos, e
históricamente, las instituciones permanentes del Estado, con más raigambre que
ninguna otra y que jamás desaparecerán. Siempre estarán cuando la crisis,
natural o social, se haga presente. Eso lo sabe el pueblo chileno y lo asume
como un hecho.
La situación del Ejército de Chile es
preocupante. Con tres ex Comandantes en Jefe procesados y dos Generales
sometidos a proceso estando en servicio activo, sin duda e intencionadamente,
se pretende posicionar una mala imagen ante la ciudadanía, que pese a ello no
ha dejado de confiar en esa institución. La acuciosidad evidenciada por los
jueces y fiscales que investigan causas en el Ejército no se condice con la
laxitud o directamente omisión que han hecho al investigar a otras
instituciones del Estado. Las razones se encuentran en el interés político de
algunos sectores que, para imponer su ideología, no trepidan en buscar la
destrucción de las referencias de la identidad nacional, de las instituciones
republicanas o el modelo económico vigente. Y ello, con la complicidad, por
acción u omisión, de sectores políticos que pregonan la libertad e iniciativa
privada. El ataque al Ejército, no es a las personas, sino que a la institución
Ejército a través de ellas. En ese contexto, no resulta difícil adivinar quién
o quiénes serán los próximos Oficiales Generales que serán procesados, no
importando la causa: ya se les buscará una. Para hacerlo, se cuenta con la
mayoría de los medios de comunicación social, la prensa digital y las redes
sociales, mayoritariamente en manos de quienes buscan destruir a las
instituciones armadas. No interesa el debido proceso ni la justicia. Si resulta
inocente, no importa; el daño a la institución ya está hecho y las
consecuencias sobre las personas no tienen importancia para los efectos
políticos que se persiguen. La postura que prevalece en el estamento político y
judicial, es que los militares y sus familias son personas de las que se puede
disponer como víctimas sacrificiales.
A las FFAA y Carabineros no los defiende ni
apoya institución del estado alguna. Y jamás lo harán. Los intereses de las instituciones
que tienen el monopolio de la fuerza pública difieren radicalmente de los
intereses del estamento político y del judicial. Aparte de distintos intereses,
también poseen códigos de conducta disímiles, asumiendo las FFAA y Carabineros,
ocasionalmente y por una ingenuidad histórica, responsabilidades políticas que
no les son propias, sino que de los conductores políticos. Eso sucedió en los
primeros años de las décadas de 1930 y 1970. La historia se repite. De allí el
discurso interesado de algunos grupos en separar lo histórico de lo actual,
representado por “la institución de ayer, obsoleta, poco democrática y alejada
de la sociedad, de la institución actual que sería la antípoda de la
institución de ayer”. Discurso falso y propio de intereses políticos.
Nadie de los poderes virtuales del Estado
defenderá o valorará (a excepción del pueblo chileno) a las FFAA y Carabineros
mientras este acuerdo político – judicial siga vigente, y se permita continuar
la persecución al personal de esas instituciones, sea en servicio activo o en
retiro. En el intertanto se continuará socavando las bases de la
institucionalidad republicana. El único apoyo al cual pueden recurrir las FFAA
y Carabineros, es a la fortaleza que está en el propio cuerpo social institucional,
conformado por personal en servicio activo y aquel en retiro, con el sustento
silente del pueblo chileno que sigue confiando en sus FFAA y Carabineros.
Procedimientos y caminos para reforzar y dejar
en evidencia ese cuerpo social institucional existen, son legales y
absolutamente factibles.
Daniel Arellano Walbaum
Contraalmirante (R)
Magíster en Etnopsicología PUCV
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