Le Fallamos al Pueblo de Chile

Nuestra sociedad chilena actual es confusa y caótica; la mentira; la complicidad activa; el silencio cobarde;  los intereses personales disfrazados de lealtad y compromiso; el arribismo; el cultivo extravagante de las apariencias; la guerra ideológica que simula ser democracia y el odio disfrazado de justicia, campean a su gusto en todos los ámbitos: políticos, económicos, judiciales, religiosos, militares y personales.

El medio militar, desgraciadamente, no supo mantenerse al margen de esta corruptela y en algunos niveles llegó a ser actor. Me referiré solo a la parte militar de la sociedad porque la conozco, la respeto, me duele el trato que se ha dado a si misma y que ha recibido.

Me referiré a dos casos, a los generales Cheyre y Fuente-Alba, solo por ser emblemáticos, de ninguna manera exclusivos del Ejército o representativos de éste. Creo que su conducta es fiel exponente de los dos errores mas graves en que cayeron las FFAA de Chile, en diversos grados de culpabilidad y que en muchos casos aun continúan degradando nuestro comportamiento y deteriorando nuestro compromiso con el pueblo chileno y con nuestros soldados, marinos, aviadores y carabineros.

La vanidad y el error de la transición de Cheyre

En una columna anterior decía que “En la administración del general Cheyre, el tiempo del Gobierno Militar había terminado y había llegado –al conjunto de las FFAA- la hora del profesionalismo, la prescindencia política total y de cerrar filas en torno a la defensa inclaudicable de nuestros perseguidos políticos por haber cumplido funciones institucionales que les fueron dispuestas”.

Creo que aquí fallamos gravemente a nuestro oficiales subalternos y a nuestros soldados.

Con el pretexto –falso- de que las responsabilidades de las acciones en la guerra antiterrorista eran individuales, dejamos que los políticos se ensañaran con cientos y miles de hombres y mujeres -con sus familias- que cumplieron las órdenes que recibieron y las misiones que se les asignaron.

La componenda política de la transición usó y abusó de ellos; la justicia se transformó en una prevaricación abyecta; los procedimientos judiciales en una faramalla grotesca y las “indemnizaciones” en una corruptela repugnante. Los actores de “la transición política” usaron y abusaron de estos rehenes para sus negociados, propaganda electoral y acuerdos bastardos. Fueron la moneda de cambio entre la izquierda y la derecha y el peaje para que militares arribistas participaran en “la transición” y se codearan con los políticos.

La parte mas fea es que esto se habría hecho para rescatar al Ejército y transformarlo en el “Ejército de todos los chilenos”, cuando en realidad el Ejército -y las FFAA y Carabineros-  nunca dejaron de ser de todos los chilenos.

En su afán en ser miembros relevantes “de la transición”, de “contribuir a que hubiera verdad, justicia, reparación y no repetición”, dejaron sin verdad, sin justicia y sin reparación a su propia gente. Esta puede ser la semilla de la eventual repetición de los hechos que dicen haber tratado de evitar.

La parte mas absurda de esta tragedia es que termina acusando al máximo exponente de estos afanes, de torturar a presos políticos. Muy probablemente es una acusación falsa, pero de ahí a que siendo el entonces Teniente Cheyre el Ayudante del Comandante pretenda no haber sabido nada de nada, es algo mas difícil de creer.

Pero ese no es el problema real, la clave es que la guerra antiterrorista tiene complejidades que otros tipos de guerra no tienen, y la izquierda lo sabe muy bien, baste leer la historias de las revoluciones en Cuba, Nicaragua, Unión Soviética, Viet Nam, Camboya y otras “revoluciones” marxistas para apreciar la forma violenta, brutal y despiadada que adquirieron .

No había ni hay razón –distinta al lucro y la venganza política- para intentar satanizar a las FFAA de Chile. Su “crimen” fue vencer a su enemigo.

Este análisis crítico, público y bajo firma del suscrito, fue descalificado por parte de un ex oficial que señala: “Cosa distinta es este CN Thauby que lo único que ha hecho es buscar e insistir en  el desprestigio del General Cheyre. 

Antes de escribir y atacar con sus desleales comentarios creo que debería leer una y mil veces la carta publicada en El Mercurio, donde nuestros ex CJ institucionales fijan su posición y visión de lo que está ocurriendo en Chile con respecto a la justicia y el General Cheyre. 

Yo me alineo fielmente detrás de cada uno de ellos. El que se quiera alinear detrás de Thauby, por favor, al menos un mínimo de decencia y de honor: hágalo para callado”. 

Este breve párrafo condensa –involuntariamente- los mayores errores y también los orígenes de nuestro fallo institucional: analizar las acusaciones sin presumir inocencia ni culpabilidad, no es desprestigiar. Discordar de los juicios de una autoridad, no es deslealtad, es ejercicio de la responsabilidad y la libertad; la posición colectiva de autoridades reconocidas es una opinión relevante y digna de consideración y respeto, pero no excluye la opinión o discrepancia propia, especialmente si enfrenta el tema desde otros ángulos. No es final ni indiscutible.

Criticar abierta, responsable y públicamente no es deslealtad, al revés es la máxima lealtad a la institución y al pueblo chileno.

“Alinearse fielmente” es una opción libre, aunque a mi me deja una sensación de claudicación suavemente perruna.

Y por último, la discrepancia no tiene por qué, mas aun jamás, debe ser “para callado”, es decir transformar una denuncia o una declaración responsable en un innoble “pelambre”.

Se puede pensar que esa falta de critica leal, honesta y franca por parte de su entorno y ayudantes pudieron haber alertado o prevenido a Cheyre de algunos efectos indeseables de sus decisiones y juicios. La ambición personal de sus adeptos, el afán de ser gratos al jefe, la lealtad acrítica y la adulación se hicieron norma y se transformaron en virtud y mérito.

Fueron estos déficits lo que contribuyeron en forma intensa y grave al nacimiento, desarrollo, potenciamiento y propagación de errores y malos hábitos que devinieron delitos y luego en la mas grave corrupción y abandono de deberes.

El terrible fallo del general Fuente – Alba.

Su entrega en cuerpo y alma a la corruptela política y financiera; su asociación con Vidal, ex ministro y promotor de su nombramiento como Comandante en Jefe, su asesor y amigo; su desigual amistad con Luksic, empresario y archi millonario internacional; su manejo discrecionalmente principesco de los recursos fiscales y su patética afición a los automóviles de alta gama dejan al desnudo su extravío y pérdida total del recato, cordura y autocontrol de su persona, de su rango y de su condición militar, la desconexión con sus tropas y el olvido total de sus responsabilidades de mando.

Las extravagancias en sus gastos, adquisiciones y gustos son muchas y conocidas. Pero no lo hizo solo: hubo también una corte de subordinados y pares que supieron de ellas, se acobardaron o callaron a la espera de que algo cayera en sus bolsillos. O lo comentaron “para callado”.

Si alguien de ese entorno pudo pensar que esto quedaría oculto a sus subordinados y a sus enemigos solo confirmaría su prepotencia o su estupidez.

Aquí tenemos un fallo personal del Comandante en Jefe, pero también de sus pares, subordinados directos y de su entorno.

Para que decir del Ministro de Defensa y de la Presidencia que, alertados por la Contraloría General de la República no hicieron nada. De esta reacción no podemos sorprendernos, está en su naturaleza, pero de nosotros se espera que seamos de otra estirpe y ese es nuestro orgullo y nuestro carta de presentación ante la ciudadanía: veraces, honrados, desinteresados en lo personal e interesados en los social. Modestos y sin vanidades ni pretensiones. Siempre en busca de la excelencia.

Juramos ser soldados valientes, honrados y amantes de nuestra Patria. Este juramento sigue vigente desde la Escuela Matriz hasta la Comandancia en Jefe y el cementerio.

¿Cómo retomamos nuestro camino?. Practicando y exigiendo honradez siempre, en todo lugar y circunstancia, sin excepciones. Desde el rechazo al plagio en un trabajo académico hasta el cuidado de los fondos fiscales. Desde el mas modesto informe hasta los mas profundos análisis. Siempre veraces, siempre con la verdad descarnada.

Evidentemente la vía para dar cuenta de cualquier irregularidad debe estar siempre abierta y ser recogida sin excepciones. Con el castigo mas severo e implacable a los que mientan, deformen, engañen, callen o peor, hablen “para callado”, estén donde estén y sean amigos o parientes de quien sea.

Parece simple y poco, no lo es; es complicado y mucho. El éxito lo tendremos en el largo plazo. No lo veremos nosotros. Es el único camino para recuperar el respeto y la confianza de nuestros soldados y marineros y del pueblo chileno.

La clave, mantengámonos lejos de la politiquería y de sus representantes, los políticos. Seamos modestos, sencillos, auténticos. Nuestro liderazgo debe ser abierto y receptivo a la crítica seria y honesta.

Ser militar es ya un gran honor y compromiso, es suficiente para una vida, no necesitamos otros adornos ni colgajos.

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