LOS DOS MITOS

Que lo que fue el sólido bloque de centro – izquierda que le dio progreso y estabilidad a Chile durante largos años se ha escindido en tres facciones cada vez más divergentes no es ya un misterio para nadie.  Hoy existe un sector aglutinado entorno a un ideario humanista social – democrático al que adhieren los restos de lo que fue la gran DC, el PR, el PPD y parte considerable del PS.  Existe otro sector entorno a conceptos marxistas y de un socialismo recaído en la radicalización, el que claramente se reconoce en el PC,  parte significativa del PS y hasta en fracciones menores del PPD e incluso de la DC.  Existe, por último, una izquierda rupturista, radical y antisistémica que carece de una ideología precisa porque es más la manifestación de un malestar social que de un marco conceptual y que se articula en los varios componentes políticos del llamado Frente Amplio.

 

Así como las posibilidades de confluencias programática del primero de estos tres sectores con ambos o cualquiera de los otros dos es prácticamente imposible, ese consenso es perfectamente viable entre estos dos últimos porque el ideologismo del uno no molesta mayormente a la vacuidad intelectual del otro y porque a ambos los une el poderoso impulso antisistémico.  Ahora bien, las esperanzas de alcanzar democráticamente el poder que alientan a estos conglomerados reposan, casi exclusivamente, en instalar dos mitos en la mente de una mayoría ciudadana: el de los paraísos a que se encaminaba el país en el gobierno de Allende y en el que prometía el Bachelet II, el primero, desde su punto de vista, brutalmente interrumpido por un artero complot militar y el segundo, bajo el mismo prisma, frustrado por el desorden partidista y por las adversas coyunturas externas.

 

El mito es la más antigua y más eficiente forma de inculcar en el ser humano una convicción que determina una actitud.  El chamán de una tribu primitiva edifica su privilegiada posición con el mito de su capacidad para comunicarse con lo sobrenatural, los Griegos mitificaron la Guerra de Troya para ennoblecer la actividad guerrera y despertar el sentimiento panhelénico, los Romanos mitificaron la fundación de su ciudad para justificar su imperialismo y así podríamos recorrer toda la historia para enfatizar la función estelar del mito en su acontecer.  Las religiones, sin ninguna excepción, se masificaron convirtiéndose en verdaderas fábricas de mitos y el uso político de éste para “vender ilusiones” es algo que daría tema para escribir una biblioteca completa con solo la historia del último siglo.

 

La técnica de utilizar el mito como plataforma de poder político ha alcanzado la categoría de un arte en los populismos de izquierda, al punto de sostener por decenios gobiernos aberrantes en países otrora prósperos.  Y en Chile el mito de Allende, ya consolidado, y el del Bachelet II, en plena construcción, demuestran que nuestro país podría agregar avances valiosos a ese arte puesto que consigue avances incluso en algunos que vivieron las épocas mitificadas y saben, por experiencia propia, que el movimiento militar de 1973 le evitó a Chile una espantosa guerra civil y que el Bachelet II fue un desastre cuyo legado esta caro hasta para un tarro de basura.  Al punto de que fue seguido dos veces, por los únicos triunfos con mayoría absoluta de los sectores de derecha en casi un siglo.

 

Pero, aun al riesgo de un choque frontal con una realidad evidente, la izquierda radicalizada ha creído que vale la pena el esfuerzo de convencer a muchos que el pronunciamiento militar de 1973 fue planeado en Washington para evitar que Allende terminara demostrando que se podía alcanzar el paraíso socialista en paz, libertad y prosperidad, asestándole así un golpe mortal al despiadado capitalismo que, según ella, se oculta tras la democracia liberal que enmascara la verdadera naturaleza del imperialismo norteamericano.  Y, si ese mito se logra estabilizar, será fácil sustentar que el Bachelet II fue un valioso esfuerzo por retomar esa senda y que perseverar en su legado es lo que hay que hacer para alcanzar la meta tan ansiada.

 

Ese es el proceso que ha convertido a los mitos señalados en la piedra angular de las ilusiones políticas de la izquierda dura.  Son el artículo de fe equivalente, para ella, en el dogma de la resurrección del cristianismo y la razón de ser de todo el aparataje que han montado para mantenerlos vivos y ardientes: romerías, noches violentas en fechas simbólicas, museos, artículos laudatorios, cazas de brujas, etc., etc…

 

Conviene tener esto a la vista para entender el grotesco incidente del fugaz Ministro Rojas y la histérica protesta por su nombramiento.  Para los mitólogos de esa izquierda, toda denuncia de esos mitos es insoportable y equivale a una herejía, pero cuando la formula un ex militante – como es el caso del Sr. Rojas – la herejía es además apostasía y, de encontrarnos en la Edad Media, aseguraría el camino a la hoguera inquisitorial.

 

Curiosa es la estructura mental de los prosélitos de Tellier y de Elizalde, paladines locales de Maduro y Ortega y adherentes a un ideologismo que lleva siglo y medio denunciando airadamente los mitos religiosos como “opios del pueblo” y, sin embargo, creen a pies juntillas en el “Paraíso Perdido” de Allende – que no el de Milton – y en el “País de las Maravillas” del Bachelet II “que es más irreal que el de Lewis Carroll.

 

Orlando Sáenz

 

Más Artículos

Artículos de Opinión

En otro país. Poder Judicial

*Valiente mujer. Imperdible*:  

Leer más

Artículos de Opinión

FF.AA. y Carabineros

Presidenta de la ONG que defiende a uniformados: «El uso de la fuerza no puede ser proporcional» Alejandra Cruzat, de Nos Importan, cuenta a El Líbero que existe mucha tristeza y frustración ante ...

Leer más

Artículos de Opinión

Política y Gobierno

Las RUF:   El mismo tema de siempre de zurdolandia, que es en insistir en la _”proporcionalidad”_ o *equivalencia*” de la fuerza que debe considerar un agente del Estado, al enf...

Leer más