Los dueños de la calle



Los dueños de la calle

Escribe Raúl Rojas. Periodista

 Tal como ocurre en muchos lugares y actividades del país, las brigadas del terror se apoderaron también del control del tránsito vehicular en calles y caminos.

En Santiago, por lo menos, bajo el imperio del daño, primero destruyeron 121 semáforos y dañaron otros 144, y luego se convirtieron en bandereros informales. Sin que los ampare ley o reglamento alguno, sólo vestidos con chaquetas verdes o amarillas, controlan el tránsito y autorizan quien pasa y quien debe detenerse. No lo hacen gratis ni por vocación de servicio público. Piden “aportes voluntarios” sin vergüenza alguna. Con la misma desvergüenza reconocen percibir ingresos hasta por $ 50 mil por cinco horas de trabajo diario, obviamente superiores a los de cualquier otro chileno en un trabajo normal, incluidos los profesionales universitarios.

Es igual que el título de una vieja película de Yves Montand: “El salario del miedo”. Funcionan en conjunto. La petición del aporte y la “autorización para continuar” son agresivas. Algunos portan palos, supuestos bastones del tránsito, que en realidad son para golpear. Lo hacen respaldados por otros, provistos de hondas y piedras, que atacan a los conductores que no dan dinero o se niegan a recibir sus instrucciones. No vacilan en romper parabrisas o espejos ni en causar lesiones graves y hasta muertes. Lo importante para ellos es imponerse y dañar al prójimo. La conclusión es obvia: la gente no les da porque haya experimentado un ataque de generosidad o sienta reconocimiento hacia ellos. Lo hace porque tiene miedo de que dañen o destruyan sus vehículos y agregan a sus conductores y ocupantes.

¿Hasta cuándo va a durar esto? Al igual que con la violencia desatada en el país, nadie lo sabe. Ni se le ocurra pedir nada al Gobierno, porque seguramente constituirá una mesa de trabajo o hará un “llamado con humildad” a que terminen los desmanes. Con suerte, anunciará “una querella contra quienes resulten responsables”. Ja, ja, ja.

Lo peor es que se autodefinen como “necesarios”. Señalan que “están haciendo un favor”. No debe ser tan santo el favor cuando, por milagro, llega un carabinero y huyen.

Para variar, ellos mismos reconocen la existencia de dos tipos de bandereros: el normal, que actúa durante el día; y el violento, que aparece en la tarde, encapuchado (para variar) y no vacila en atacar a quienes tienen la osadía de circular por las calles.

¿Qué fue del derecho de libre circulación? Lamentable resulta que la alcaldesa de Providencia los presente como “una gran solución”. ¿Solución para qué?, ¿Para extorsionar a los automovilistas? ¿Para que los municipios, tan entusiastas en el cobro de infracciones mediante control fotográfico, no cumplan su obligación? El pago por circular se convirtió en peaje extra para la población. Pasó a ser parte del presupuesto familiar, al igual que el combustible, aceite, repuestos, etcétera. Lo peor es que esto no ocurre sólo en Santiago, sino también en regiones.

A esto se suma que los nuevos “inspectores del tránsito” parecen no ser tan eficientes: los accidentes de tránsito aumentaron en un 30% en los últimos meses en el país. Estamos en el mes clave de renovación de los permisos de circulación. Es de esperar que algunos municipios por lo menos se ruboricen a la hora de cobrar en una ciudad donde lo menos que existe es libre circulación. ¿Ha notado usted que, desde hace varios meses, los conductores se retiran más temprano a sus casas? ¿Por qué será? “Porque se les hace así”, decía don Augusto Pinochet, quien acompañaba la frase con un movimiento muy conocido de sus dedos.

Publicado por CHILEINFORMA