Roberto Silva: “…sabía muy bien que estaba viviendo los últimos días de su vida y dedicó gran parte de los once meses que estuvo en Chile a definir libros póstumos o corrección y avance de sus memorias…”.

Sobre la discusión de si a Neruda le causaron la muerte o lo terminó consumiendo su cáncer a la próstata, puedo entregar algunos antecedentes que dejan en claro cómo se veía a sí mismo el poeta en sus últimos días.

Desde que regresó a Chile, en noviembre de 1972, hasta su muerte en septiembre de 1973, dio solamente dos entrevistas, a pesar que se trataba del Premio Nobel instalado en nuestro país. Ambas fueron con personas de su confianza y en los dos casos pidió que no quería fotos.

La primera entrevista la solicitó personalmente a su amigo periodista del diario El Siglo Luis Alberto Mansilla, llamándolo para que fuera a verlo porque quería hablar de Picasso, que acababa de morir.

Mansilla cuenta en su libro “Los rostros de Neruda” (1998) que lo encontró en cama, “me acogió afectuosamente pero me dijo que no se podía tomar fotos. ‘Tu reportaje debe ser solo con imágenes de Picasso porque yo no estoy presentable'”. Las once preguntas y respuestas fueron publicadas en el diario El Siglo del 15 de abril de 1973 y conforman una excelente visión del pintor. Fue la última entrevista de Neruda que se publicó en Chile.

La entrevista se debió realizar en el hotel Miramar de Viña del Mar, cerca del mar que tanto lo calmaba, pero, sobre todo, más cerca de la clínica donde le hacían aplicaciones de cobalto para tratar de detener el avance del cáncer.

Mansilla agrega más datos sobre su estado, asegurando que se mantenía aislado porque le estaban colocando un tratamiento de cortisona que “deformó su figura. Era un hombre inflado, lento, artificialmente adiposo. Pasaba la mayor parte del tiempo en cama” y, agrega, “al parecer recién entonces (a su llegada de la embajada de París) tuvo cabal conciencia de su enfermedad. Matilde se convirtió en una celosa vigilante de las visitas. Solo podían verlos amigos íntimos. Impidió toda entrevista de prensa”. En sus memorias, Matilde Urrutia recuerda esta entrevista sobre Picasso y escribe que le dijo al periodista que Pablo “exige que vengas solo, sin fotógrafo”. El periodista Luis Alberto Mansilla me contó -años después- que el poeta presentía su muerte.

Neruda sabía muy bien que estaba viviendo los últimos días de su vida y dedicó gran parte de los once meses que estuvo en Chile a definir libros póstumos o corrección y avance de sus memorias.

La otra persona que lo entrevistó fue su comadre y amiga de toda la vida, su primera biógrafa, la escritora argentina Margarita Aguirre. Ella recuerda que “en noviembre de 1972 Pablo Neruda pasó por Buenos Aires. Venía de París rumbo a Chile. Fui a esperarlo al aeropuerto y me impresionó verlo así; ya estaba muy mal, se veía flaco, bajó del avión ayudado por Homero Arce y Matilde”. Agrega que lo visitó en Isla Negra, en febrero de 1973: “Para ese tiempo pasaba casi todos los días en cama; recuerdo que tenía en su habitación una pajarera llena de pájaros de todos los colores”. Volvió en julio de 1973 para entrevistarlo y confiesa que “pienso que en esos momentos Pablo presentía oscuramente que iba a morir; pero no se lo decía a sí mismo”. En julio de 2003 visité a Margarita Aguirre, que estaba en una casa de reposo en Santiago, en calle Normandie, pero no pudo aportar más datos porque ya no recordaba nada con precisión.

Toda esta investigación y 116 entrevistas del poeta están en mi libro “Habla Neruda, memorias imposibles de corregir” (Catalonia, 2004, 569 páginas), que edité basándome en la revisión de lo publicado por la prensa entre 1926 y 1973, que se tradujo en una gran entrevista con más de mil preguntas y respuestas ordenadas cronológicamente, acompañadas solo de caricaturas de la época.

Pablo Neruda sabía que tenía los días contados y que avanzaba inexorablemente hacia la muerte. Quien lo hubiera visto debió haber advertido que su cáncer terminal a la próstata iba a ser mucho más determinante y rápido que un lento e inútil envenenamiento.

Roberto Silva Bijit