Otro Aniversario del “Sí”

No se ha publicado en ninguna parte, como correspondería, pero el 5 de octubre habrá una celebración del “Sí” en algún lugar, que no se ha podido divulgar porque las hoy sedicentes “víctimas de atropellos a los derechos humanos” van acudir a agredirnos, como lo han hecho cada vez que han sabido de nuestras reuniones, durante estos 28 años de dictadura del “No”.

 

Los del “Sí” estamos orgullosos de haber transformado a la Venezuela de 1973, que era Chile, en “la joya más preciada de la Corona latinoamericana” (Clinton). La dictadura del “No” ha deteriorado esa joya y ya Panamá le ha arrebatado el primer lugar de América Latina y sus dos últimas administraciones (Piñera I y Bachelet II) han elevado su endeudamiento a un grado comprometedor, lo que ha deteriorado nuestra categoría de riesgo-país.

 

Por eso los que tenemos más derecho a celebrar, aunque en 1988 hayamos perdido, somos los del “Sí”. Pero son los del “No” los que se atropellan para hacerlo. Su actual VI Presidente de la Concertación había decidido conmemorar el triunfo de la peor alternativa en el plebiscito de 1988 en La Moneda, pero como los demás artífices del “No” declararon que no asistirían y celebrarían por su cuenta, él decidió también, entonces, hacerse presente en esta última ceremonia pública, con lo cual cumple con su verdadero programa de gobierno, no publicado y evidente por sí mismo, que tiene una sola línea y dice: “Sebastián Piñera debe estar siempre al centro de la foto, en el lugar preferente de la pantalla y en el sitio protagónico del escenario, sonriendo aunque no tenga ganas”.

 

Pero sería ocioso negar el progresivo abandono que ha sufrido el “Sí” de parte de una mayoría indiscutible de chilenos. Eso tiene, por supuesto, explicación pero no justificación. El KGB, que estableció desde el mismo 11 de septiembre de 1973 la consigna que debería repetirse como un mantra: “atropello a los derechos humanos en Chile”, jamás debe haber esperado que hasta los partidarios del Gobierno Militar se la compraran.

Pero así somos los chilenos: primero se alejaron de la Junta los DC, siempre los más proclives a adoptar las consignas comunistas. Frei Montalva, que en 1973 decía al ABC de Madrid que “los militares han salvado a Chile y a todos nosotros” y “si usted tiene un cáncer debe operarse aunque no le guste”, ya en 1976 conspiraba con los comunistas contra la Junta.

“El vientre blando de la Junta”, personificado en el general Leigh y toda esa derecha que se empezó a volver “democrática” cuando se le quitó el miedo y a repetir la consigna comunista, empezó a hablar a comienzos de los 80 de “tener una cancha de aterrizaje” para cuando hubiera elecciones, “porque si no nos van a colgar a todos”, como me lo aseveró personalmente un ícono del entreguismo derechista, que después le prestó señalados servicios a la dictadura del “No”. Se dejaron lavar el cerebro, pero más importante fueron el miedo y la falta de personalidad para defender la verdad y los principios.

Y después, ya con Piñera en La Moneda, los desertores, tránsfugas y arrepentidos que se dieron vuelta la chaqueta hicieron legión, hasta llegar a este momento en que los del “Sí” no nos atrevemos a decir siquiera dónde nos proponemos celebrar la fecha en que los ciudadanos chilenos deberían habernos ratificado su agradecimiento por haber salvado al país, pero no lo hicieron.

¿Sólo chilenos cobardes y sin personalidad ni capacidad de pensar por su cuenta? No, los extranjeros también. El agregado militar norteamericano Ryan preguntaba en 1974 por qué su país perseguía a la Junta en lugar de agradecerle, cuando para librar a Vietnam del Sur del comunismo 55 mil norteamericanos murieron, se gastaron miles de millones de dólares y hasta tuvieron que mandar a Bob Hope a animar las tropas, para después perder la guerra y dejar al país en manos de los comunistas, mientras que acá los militares libraron de ellos al país sin pedir un dólar, con cero soldados norteamericanos muertos y sin visita de Bob Hope a darles ánimo.

Al contrario, los norteamericanos le dieron al “No” ¡bajo el gobierno de Reagan! millones de dólares para propaganda en el plebiscito, a través del “National Endowment for Democracy”. Una intervención vergonzosa y que a lo mejor fue decisiva, pues antes de eso el “Sí” ganaba en varias encuestas. Ignoraron la verdad histórica en el mismo grado que la mayoría de los chilenos, que no sabían, por esa propaganda engañosa, que la democracia retornaría igual si ganaba el “Sí” o el “No”, porque iba a haber las mismas elecciones, las mismas instituciones y las mismas garantías individuales para todos, después de 1990. Porque el gobierno del “Sí” así lo dispuso en la Constitución, que mejoró el país para todos, incluidos los que votaron “No”.

Por eso los del “Sí” también tenemos derecho a celebrar que en 1988 hubiera todavía más del 43 por ciento de acuerdo en todas esas cosas.

 

Hermógenes Pérez de Arce

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