“cuando China despierte el mundo temblará”

Por Roberto Hernández Maturana
China ha anunciado la implementación de una “nueva ruta de la seda”. Esta titánica tarea tiene sus raíces en la milenaria ruta que ya hace siglos, saliendo desde el territorio chino, atravesaba en largas caravanas el desierto de Gobi, Mongolia y se adentraba posteriormente en Medio Oriente, llegando hasta las fronteras orientales de Europa, permitiendo el comercio no sólo dentro del vasto Imperio Chino, sino que también con el Imperio Persa e incluso con el muy lejano Imperio Romano.
La iniciativa que busca potenciar los flujos comerciales entre Asia y Europa tiene también un claro objetivo político, cual es establecer fuertes vínculos con los países participantes y potenciar su influencia en Asia y Europa.
De esta forma el gobierno chino apoyado en su historia y cultura milenaria ha echado a andar uno de sus proyectos más más ambiciosos: el proyecto “One Belt, One Road” —en español, “Una franja, una ruta”—, también conocido como la nueva Ruta de la Seda.

El proyecto, comenzó a desarrollarse a fines del 2014, impulsado por el presidente Xi Jinping materializando dos grandes rutas comerciales, una marítima y otra terrestre, que comenzarían en China, recorrerían Asia central, llegarían hasta el corazón de Europa e incluso conectarían con ciertos enclaves comerciales de África, reviviendo de esta forma los tiempos más gloriosos de la China imperial durante las dinastías Han y Tang, con la legendaria ruta comercial por la que fluyó el comercio entre China y Europa a través de Asia central, al tiempo que reafirma su vocación de restaurar su tradicional lugar como superpotencia.
Con lo anterior China busca no sólo establecer rutas comerciales, sino que además busca implementar un poderoso plan de acuerdos comerciales y de infraestructura que supone la construcción de puertos, aeropuertos, carreteras y gaseoductos y la colaboración en los ámbitos de energía, finanzas, ciencia y tecnología además de la creación de un área de integración económica. Las inversiones previstas por el gigante asiático son aún más cuantiosas que aquellas que en su momento empleo Estados Unidos de Norteamérica con el Plan Marshall para levantar a Europa al término de la segunda Guerra Mundial.
De esta forma Europa y Estados Unidos ven con preocupación ambas, y con especial ansiedad la primera, esta expansión del poder blando chino, considerando además que el proyecto se desplazaría a través zonas conflictivas y países centroasiáticos corruptos, la nueva Ruta de la Seda promete venir acompañada de grandes retos y dificultades que pondrán a prueba las capacidades diplomáticas de China en varias regiones del mundo.

A lo anterior se suma el abandono y poco interés que paulatinamente evidencia Estados Unidos por mantener su rol de primera potencia global, rol que China parece gustosamente dispuesta a ocupar, como lo ha manifestado por ejemplo en el papel que busca asumir en el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por sus siglas en inglés), promovido por Estados Unidos, que une la economía norteamericana con la de doce países a lo largo del océano Pacífico, entre ellos Vietnam, Singapur, Malasia y Brunei, al cual el gobierno de Donald Trump busca renunciar. El TPP se asienta sobre las bases del libre mercado y una reducida interferencia gubernamental y eleva los estándares en cuanto a cuestiones medioambientales, derechos laborales y propiedad intelectual. Con su participación, el anterior presidente Barack Obama pretendía dictar las normas de la globalización antes de que China lo hiciese en sus propios términos, todo lo cual y en forma cada vez más acelerada, parece estarse dando a la altura de las expectativas del creciente poderío chino. De esta forma, China parece asentar sólidamente las bases para afrontar la batalla por la influencia a largo plazo en el comercio internacional en sus propios términos.

La “nueva ruta de la seda” evoca la conexión entre culturas que supuso la antigua Ruta de la Seda, que durante tres siglos fue el nexo entre Europa y China. Las cifras de inversión chinas en Europa, realizadas por macroempresas estatales, crecen cada año, aunque su influencia se encuentra lejos de haber logrado el mismo impacto que en África, donde su fuerte presencia inversora le ha valido apoyos en sus reclamaciones territoriales en el Mar del Sur de China, además de haber logrado importantes avances en el continente europeo como sus buenas relaciones con el Reino Unido y el apoyo por Francia, Alemania, Reino Unido y otros países europeos, contra las objeciones de Estados Unidos, en la creación del AIIB, siglas en Inglés para describir los acuerdos para la construcción de puertos, aeropuertos, carreteras y gaseoductos y la colaboración en los ámbitos de energía, finanzas, ciencia y tecnología) y que prevé la creación de un área de integración económica, todo lo cual estaría respaldado principalmente por el Banco Asiático liderado por China, a lo que se añadiría un fondo de 40.000 millones de dólares aportados por Pekín.

Si a lo expuesto sumamos una cada vez más evidente conducción errática del gobierno norteamericano, las dificultades económicas que presentan los países europeos, a los que se suma la permanente amenaza del terrorismo, que también lo es para los Estados Unidos, el cual aún parece no llegar a China, y que seguramente no tendría empacho en aniquilar drásticamente, y el difícil manejo norteamericano de la crisis norcoreana, que China sigue con especial atención y que podría distanciar a los EE.UU.N.A. de sus aliados en Oriente como Sur Corea y Japón, loquienes podrían buscar implementar sus propios sistemas de seguridad ante las amenazas de Kim Jon Un y sus disputas territoriales con el poderoso vecino imperial chino.¿

Y Chile…?, Ciertamente nuestro país se verá afectado por la influencia del gigante asiático en el  océano Pacífico dónde sus intereses chocarán con los de los EE.UU.N.A., y ciertamente, nuestro país no podrá ser indiferente ante el choque de estos dos gigantes…

Napoleón fue un visionario en muchos aspectos, fue clarividente cuando afirmó “cuando China despierte el mundo temblará”, El conquistador advirtió con casi 200 años de anticipación, aquello que, en nuestros días de soberbia tecnológica y política, no hemos sido capaces de valorar hasta que ya ha sido una realidad innegable e irreversible: China ha despertado y ahora el mundo si no tiembla… al menos se preocupa.

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