EL CAIFAS CLUB

El Sumo Sacerdote Caifás se convirtió en el prototipo del hipócrita * cuando, rasgando sus vestiduras, condenó a Jesús con el grito de “¡ha blasfemado!”.  Por eso es que los clubes clandestinos que se forman para solaz de los hipócritas generalmente adoptan el nombre de Caifás Club.  La filial chilena de ese club está de fiesta en estos días porque se le incorporan, en cada jornada, nuevos socios que provienen del Congreso Nacional, de los partidos de oposición y de los restos del naufragio ministerial del pasado gobierno.

 

Hay algunos que ingresan al club en forma gloriosa y muy publicitada y, para demostrarlo, disponemos de dos ejemplos antológicos.  Hace pocos días, el Presidente de la República decidió nombrar embajador en Argentina a su hermano Pablo Piñera, un hombre con más trayectoria de servicio público que él mismo y que se ha desempeñado en cargos de gobierno en casi todos los de la antigua Concertación de Partidos por la Democracia.  Pero bastó el anuncio de ese nombramiento para que, desde diversos rincones de los restos de la Nueva Mayoría, saltaran los fariseos criollos, (dos de ellos con cargos destacados en la política chilena) rasgando camisas y chaquetas, para gritar “¡nepotismo!” con más fuerza de la que utilizó su evangélico arquetipo.  Desde esos días es que nosotros, los ciudadanos con algo de memoria, hemos estado buscando lo que gritaron desde esas filas (y en especial esos dos personajes) cuando la Sra. Bachelet nombró a su hijo en un alto cargo en la Moneda, tal vez para revestirlo de autoridad cuando la familia recurrió a su cónyuge para demostrarle al Banco  Chile la conveniencia de financiar las especulaciones de Caval.  Nos encontramos con la sorpresa de que entonces no dijeron nada, lo que no extraña porque tal vez ya por entonces planeaban incorporarse con honores en el Caifás Club.  Todos sabemos que el Presidente Piñera tiene una relación muy especial con el Presidente Macri, de modo que conviene a Chile que nuestro embajador en Buenos Aires sea una persona tan cercana y preparada como Pablo Piñera. Nadie podría comprender la ventaja nacional de vetarlo para ese cargo.  Pero eso no es argumento para los miembros del comentado club.

 

Este club se ha enriquecido más con los distinguidos parlamentarios que han alzado la voz porque él Ministro de Hacienda fue a Harvard, con cargo al estado, para tener la distinción de ser presentador, como Ministro de Hacienda de Chile, ante un público de gran influencia en la opinión internacional sobre la economía chilena, hecho de gran importancia para las calificaciones de riesgo del país seriamente perjudicadas por el gobierno anterior, hecho que honra al país más que a el mismo.  También en esta ocasión los simples ciudadanos hemos corrido a encontrar los alaridos que debieron haber hecho cuando la Sra. Bachelet, a una semana de dejar el cargo presidencial y sin siquiera llevar a su Canciller, se fue a Japón con un apretado grupo de amigos para saludar a un emperador que debe haber estado muy ocupado haciendo sus propias maletas.  Como la cuenta del viaje de la Bachelet  y su cohorte debe ser bastante más abultada que la del Ministro de Hacienda, nos gustaría a todos la explicación de que ganó Chile con ese viaje, porque lo único seguro es que todos lo pagamos.  Ese paseo presidencial, sin objeto alguno, éticamente está a la altura de un hombre vulgar y corriente que se lleva los cubiertos después de un banquete.  Sin embargo, no se escuchó para nada la voz de quienes hoy día arman un escándalo porque un ministro chileno va a la universidad más prestigiosa del mundo para ser distinguido.  Tampoco registran su voz los prolegómenos de viajes tan provechosos para el país como el de ir a ver un partido de futbol a Brasil y varios otros similares que convirtieron a la Moneda en una privilegiada agencia de viajes en competencia desleal con todas las otras que existen en nuestro país.

 

Estas refinadas demostraciones de hipocresía política invitan a una reflexión.  Se supone que un parlamentario es electo para siempre poner por delante los intereses del país antes de los propios y de los  de su partido.  Mirado desde esa perspectiva ¿se sirve al país hostilizando constantemente a un gobierno solo porque es de un signo político diferente?.  La respuesta deberá ser siempre negativa y esa práctica debería, en buena ley, traducirse en un rechazo electoral como efectivamente ocurrió en la elección de diciembre pasado.

 

Los incidentes aludidos también inducen a una crítica a la reacción del gobierno.  Si creía estar en lo correcto cuando incurrió en los actos que dieron lugar a los gritos de los hipócritas, no debió corregirlos, porque crea la impresión de que los encontró razonables.  En los casos que nos ocupan, seguramente se hizo porque el primer mandatario trata de preservar el clima de respetuoso entendimiento con que pretende erradicar el crispado clima creado por la anterior administración.  Pero eso sería no advertir que renuncias de ese tipo jamás van a hacer cambiar de actitud a quienes no tienen más programa político que ofrecerle al país que la ciega obstrucción de todo lo que pretende hacer.

 

Por lo demás, en el Caifás Club no se permiten los cambios de actitud y se expulsa con escándalo  a los hipócritas arrepentidos.

 

Orlando Sáenz

 

*hipócrita: dícese de quien reclama de los demás virtudes que no practica y solo cuando le conviene.

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