Escribe: Patricio Amigo Parada

El Pronunciamiento Militar del Once de Septiembre de 1973 fue un Golpe de Estado realmente perfecto.

Es el único, en la historia mundial, perpetrado por los Comandantes en Jefe de las 4 Instituciones Armadas. Es, también, el único en la historia mundial, que despojó al Comunismo del Poder logrado en un episodio constitucional, en un escenario enviciado por la politiquería, pero dentro de la institucionalidad vigente.

CHILE sufría una crisis política grave, muy grave. El Presidente de la República, Salvador Allende, era, simultáneamente, Presidente de OLAS, organización internacional comprometida en la instalación del socialismo en América lo que, claramente, ponía a Chile al borde de un Golpe Comunista. Altos Oficiales de las FF.AA. fueron incorporados al Ministerio y a la Administración Pública, mientras el Primer Mandatario superaba el rechazo parlamentario de sus arbitrariedades con Decreto con Fuerza de Ley (DFL), pasando por encima de los Poderes Legislativo y Judicial y tratando, sin disimulos, de alcanzar el Poder total de la Nación.

El cambio institucional se venía preparando desde mediado de los años 60. Las fronteras chilenas registraban el ingreso de alrededor de 14 mil extranjeros: colombianos, camboyanos, paraguayos, en su mayoría cubanos, liderados por el también cubano, General Patricio de la Guardia.

Jóvenes chilenos: agrupados en el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, el MIR, la VOP y otros grupúsculos violentistas, habían formado “Cordones Industriales”, adueñándose de empresas agrícolas, fábricas, centros laborales y poblaciones marginales, desarrollando concentraciones y marchas con gritos amenazantes y ostensibles anuncios de una revuelta nacional.

Estructurado para evitar una Guerra Civil, que se precipitaba anunciando UN MILLÓN DE MUERTOS, el Golpe Militar se perpetró con una estrategia difícil de entender por los civiles: el arma más potente y efectiva de una operación bélica: violencia extrema y creación de terror semi artificial, LA DISUASIÓN.

Con divulgada advertencia, se inició el ataque a los opositores “por aire y tierra”. Tres aviones especiales cruzaron el cielo de Santiago, iniciando un cuidadoso bombardeo a La Moneda, el Palacio Presidencia, obra arquitectónica del genio italiano Gioacchino Toesca. Y fueron tres ataques, tan cuidadosamente realizado, en los que nadie murió ni fue herido, pero las llamas y el ruido, difundidos por la televisión, generaron el inmediato término de las “tomas” de industrias y propiedades agrícolas. Los militantes de los “Cordones Industriales” no solo no acudieron al llamado de Allende, en su último discurso, huyeron despavoridos.

El Presidente Allende, abandonado por sus cómplices, se quitó la vida disparándose con la metralleta que le había regalado su amigo, el asesino dictador cubano, Fidel Castro.