Ricardo Martínez: “…el cumplimiento de los deberes como norma expresa de vida y comportamiento de todos los militares prima por sobre cualquier otra consideración, incluso por sobre las legítimas aspiraciones personales…”.

El 9 y 10 de julio de 1882, en un apartado poblado de la sierra del Perú, 77 soldados pertenecientes a la 4.ta Compañía del Regimiento “Chacabuco” entregaron su vida por Chile; cayeron en combate lejos de la patria, de sus amores y afectos. Hoy, a 136 años de esa epopeya -único hecho de armas de nuestra historia militar en el que se inmola toda una unidad en el cumplimiento de su deber-, rendimos un sentido homenaje a esos héroes que, comandados por el capitán Ignacio Carrera Pinto, decidieron, voluntaria y conscientemente, morir antes que rendirse a un adversario que los superaba ostensiblemente en número.

El liderazgo, carácter y alto sentido de responsabilidad por los efectos que sabía que tendrían las órdenes que impartió, fueron elementos esenciales del ejercicio del mando del capitán Carrera Pinto, quien, al frente de su unidad, logró de sus oficiales, suboficiales y clases la convicción necesaria para cumplir la misión encomendada: mantener la guarnición de La Concepción, actitud que fue asumida sin vacilar por todos los que, producto de las bajas, debieron sucesivamente tomar el mando, finalizando con Luis Cruz Martínez, subteniente de solo 16 años, quien junto a cuatro soldados que quedaban en pie, ya sin municiones, al ser conminado a rendirse, replicó: “¡Los chilenos no se rinden jamás!”, y luego, todos, al grito de “¡Viva Chile!”, efectuaron la postrera carga a la bayoneta que los llevó a la eternidad y a la gloria.

Para perpetuar en la memoria nacional esa sublime muestra de vocación, convicción, disciplina, valor y patriotismo, el legislador instauró el 9 de julio como el “Día de la Bandera” y, por consiguiente, la ocasión para que quienes, integrando las filas del Ejército, expresaran -en presencia de sus padres, familiares, seres queridos y la ciudadanía toda encabezada por sus autoridades- su compromiso de servicio incondicional con Chile y los chilenos.

Los hombres y mujeres que en esta relevante fecha juran a la bandera en las diferentes unidades del Ejército empeñarán su palabra en un acto de civismo que trasciende lo meramente militar. Un compromiso que no se agotará con su permanencia transitoria en la institución; su desafío será aportar al futuro de Chile desde sus respectivos ámbitos de desempeño. Son jóvenes que, con solidaridad y generosidad, tienden la mano amiga del soldado a quienes más lo necesitan y sufren; son jóvenes que representan la transversalidad de la sociedad y por ello comprenden que son parte de una institución que pertenece a todos los chilenos.

El patriotismo, por cierto, no es exclusivo de los militares: es un sentimiento que nos cruza a todos. De ello dan cuenta las múltiples muestras de amor por Chile de miles de compatriotas anónimos, que día a día se esfuerzan por contribuir al desarrollo nacional, como también, cada cierto tiempo, las de aquellos que, pese a perderlo todo por las inclemencias de la naturaleza, se levantan una y otra vez. ¡Los chilenos no se rinden jamás!, es entonces, al igual que ayer, la consigna.

Poniendo en perspectiva el voto que en el día señalado para honrar a la bandera nacional -símbolo que nos cohesiona e identifica- realizan los hombres y mujeres del Ejército, en tiempos en que se cuestiona el compromiso de la juventud, valoramos profundamente el de estos jóvenes chilenos, que provenientes de los más diversos orígenes y luego de cumplir un intenso y riguroso programa de entrenamiento, dan testimonio, con su solemne juramento, de que para ellos su prioridad son Chile y los chilenos, refrendando, al igual como lo hicieron los héroes de La Concepción, que el cumplimiento de los deberes como norma expresa de vida y comportamiento de todos los militares prima por sobre cualquier otra consideración, incluso por sobre las legítimas aspiraciones personales.

Ricardo Martínez Menanteau
General de Ejército
Comandante en jefe