Escribe Fernando Hormazábal Díaz, General de Brigada

El día 12 de Julio, visité en compañía de una camarada el Penal Colina 1. Nos llamó la atención la demora en iniciar el acceso de visita de la tarde, como asimismo el control de los ingresos correspondientes.

Algo flotaba en el ambiente y a los pocos minutos de llegar hasta los lugares de visitas, nos impusimos de una infausta noticia: El Suboficial de Carabineros, Leonidas Bustos había fallecido en el penal, supuestamente durante la noche, mientras dormía, según lo que nos fue informado por varios de los P.P.

El suboficial Bustos o don Leonidas, como era cariñosamente llamado, ya que gozaba de gran simpatía entre los internos, tenía 87 años de edad y sufría del corazón, cumplía una larga condena y llevaba aproximadamente un año de reclusión, habiendo sido ya hospitalizado un par de veces a raíz de su enfermedad.

De acuerdo a los antecedentes recogidos, hace varios días que se sentía mal y había sido atendido en la enfermería, pero al parecer con una insuficiente evaluación, por cuanto pese a las advertencias hechas a las autoridades del penal, no fue trasladado a un centro asistencial.

Al parecer, él había presentido su próximo fallecimiento, por cuanto se había prácticamente despedido de algunos de sus camaradas más cercanos.

Un gesto noble de todos los PP fue reunirse y dar una breve oración dirigida o por uno de ellos, hacerle una calle mientras era trasladado a otras dependencias, al mismo tiempo que a coro entonaban el himno Yo Tenía Un Compañero.

Al parecer es el primer fallecimiento que ocurre dentro de los penales para los miembros de las FF. AA y de Orden. ¿Cuántos más tendrán que fallecer en estas condiciones para que de una vez por todas el Presidente de la República haga uso de sus facultades, para permitirles morir junto a su familia y seres queridos?