Fausto y La Llamada de la Tribu

Por Cristián Labbé Galilea

En nuestros últimos coloquios semanales, el gran protagonista ha sido el recientemente publicado libro de Mario Vargas Llosa “La llamada de la tribu”. Sin ser, en lo personal, un devoto lector del Premio Nobel de Literatura 2010, reconozco en sus obras una “envidiable pluma”, especialmente en esta última publicación donde relata su biografía intelectual, su desplazamiento desde la izquierda comunista, pasando por el socialismo en sus múltiples expresiones, hasta “aterrizar”, redimido y converso, en las fértiles llanuras de la sociedad libre.

Revisando a los principales pensadores del occidente libre, Vargas Llosa desciende, sin complejos ni disimulos, al mundo real, a la tierra donde la persona -el individuo- está por encima de cualquier consideración, tribal, política o partidista y donde el estado surge como una respuesta a los requerimientos del hombre libre.

Como dijo uno de nuestros contertulios: “el Nobel peruano ha recorrido el camino inverso del que siguen nuestros ilustres parlamentarios… quienes, cegados por un sinnúmero de complejos políticos, se deslizan hacia la izquierda más populista, en una profunda oscuridad intelectual”.

Coincidimos los presentes en que los señores políticos (y sus adláteres) deberían percibir este ensayo como antídoto contra la ignorancia y la sandez.

Es un hecho incuestionable la fatal debilidad que atosiga a nuestro sector político -los partidarios de la sociedad libre, los no de izquierda-: nada le incomoda más que le digan “es de derecha”. La negación es instantánea… ¡perdóname pero yo no soy de derecha!  E inmediatamente empiezan “las vueltas de carnero” y una sarta de conceptos ambiguos, confusos e imprecisos que buscan infructuosamente mostrar una traza coherente.

No hay dudas de que algún reflexivo lector de estas líneas podrá pensar que es una amplificación de situaciones puntuales, y que gracias a esas actitudes, más bien indefinidas, es que se le han podido arrebatar importantes banderas a la izquierda progresista. ¡Craso error… poco a poco se ha ido “apagando la luz” de las grandes causas del hombre libre!

¿Cómo no?, si los derechos humanos pueden ser violados en nombre de los propios derechos humanos, como es el caso de los militares, que son juzgados por un sistema distinto con el que se juzga a todos los demás ciudadanos de este país.
¿Cómo no?, si a la democracia se la puede dejar destruir en nombre de la propia democracia, como es el caso de Venezuela.
¿Cómo no?, si la muerte puede ser celebrada en nombre de la vida, como es el caso la legislación pro aborto.

Casos sobran… y no porque la izquierda progresista hoy en día aparezca desarticulada, los representantes de la sociedad libre se van a dejar seducir -como Fausto en la obra de Goethe- y le van a vender su alma a Mefistófeles para conseguir unos puntos más en las encuestas…

Más vale que nuestros políticos se convenzan de que ni con la izquierda ni con el diablo se puede pactar, y  que les será más práctico tomar el camino que siguió Vargas Llosa: desoigan “La llamada de la tribu”.

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