Se sabe que no todos los seres humanos reaccionamos de la misma forma frente a las injusticias, es así como los introvertidos callan y los extrovertidos protestan ante éstas y entre más sanguíneo es, más sonora y fuerte es dicha protesta. En este último caso está el Supremo Carlos Künsemüller, quién públicamente hizo presente su indignación por estimar que la acusación constitucional fue impropia y que además agravió su trayectoria como juez de la República, afirmando además, que muchos de sus acusadores no tenían la calidad intelectual para acusarlo. Producto de su indignado reclamo, Diputados que aprobaron su acusación lo acusaron de :”agresivo”, “despechado” y “arrogante”.

 Sin duda Künsemüller, tiene toda la razón de estimar que la acusación constitucional fue injusta de todo punto de vista, ya que no sólo lo dijo la Cámara de Diputados al votar en contra de ésta, sino que también lo hizo saber la Red Latinoamericana de Jueces (Redjal).

Fue evidente que la acusación constitucional, en el fondo y en la forma tenía una  razón ideológica, ya que era castigar con el despido a jueces que no habían fallado a favor de los intereses políticos de la izquierda parlamentaria.

La verdad que esta acusación habría sido ética y legal, si y sólo si, a estos jueces supremos los hubieran acusado constitucionalmente, por no respetar a militares y policías el principio de igualdad ante la ley, la cosa juzgada, la ley de amnistía, la prescripción, la irretroactividad de la ley penal entre muchos otros preceptos legales.

En síntesis  Künsemüller y el resto de los jueces de la corte Suprema, sólo probaron de su propia medicina.

Dr. Jaime Manuel Ojeda Torrent

PhD.Universidad Libre de Bruselas