Muere niño de dos años en una protesta al no recibir ayuda médica oportuna

El pequeño Felipe Gutiérrez recibió una esquirla en su abdomen. El disparo presumiblemente viene desde una barricada, donde se encontraban exaltados con armamento automático. Fallecería por una anemia aguda minutos más tarde atribuida al no recibir oportuna asistencia médica por culpa del retraso de la ambulancia, la que se vio imposibilitada de llegar al rescate del menor por la violencia ejercida en las infranqueables barricadas esa fatídica noche del 7 de octubre de 1987.

Prefacio

“El lumpen también participaba de las guardias y las contiendas contra la policía, y muchas veces se mostraban más decididos que los propios milicianos. Fue casi una regla durante los años de dictadura (que el lumpen) apoyara a las organizaciones políticas en los barrios más combativos y organizados o se subordinaran a ellas, mucho más cuando esa subordinación fue asegurada por la posesión de armas cortas y, en contadas ocasiones, de fusiles de guerra en manos de los combatientes. El conflicto se generaba cuando en algunas protestas reinaba el descontrol y los “patos malos” aprovechaban para cometer desmanes, cobrar peajes a los automovilistas y desvalijar hasta los propios vecinos”.

De la rebelión popular a la sublevación imaginada. Antecedentes de la Historia Política y Militar del Partido Comunista de Chile y el FPMR 1973-1990. Luis Rojas Núñez.

A 8 metros de la puerta de su casa…

El pequeño Felipe había salido con su padre a las puertas de su casa en la que vivían de allegados junto a sus abuelos maternos, padres y dos hermanos: Pablo de 6 años y Pamela de 7 años.

La población El Parral, ubicada en la comuna de Peñalolén, parecía un lugar tranquilo hasta que exaltados a tres cuadras del hogar ubicado en calle de Rupangue 2553, comenzaron a montar barricadas y prenderlas, a gritar consignas contra el régimen y a disparar.

En medio de la confusión, se escucharon los balazos. El impacto lo recibió Felipe en plena región torácica. Quedó en los brazos de su padre, primero, luego de su madre, Gloria Garrido. El pequeño Felipe fue una víctima más en una protesta “pacífica” convocada por la CNT, liderada por el histórico dirigente sindical DC, Manuel Bustos.

“A las 20.30 horas comenzaron a sentirse ráfagas y disparos, como de advertencia. Nosotros no nos preocupamos de entrar a las casas porque estábamos todos tranquilos. Muchos niños jugaban en la calle y entre ellos los hermanitos de Felipe”. Alicia Cepeda, vecina de la familia Gutiérrez. El Mercurio, 9 de octubre de 1987.

Vi caer al niño. Lo tomé y le pregunté qué le pasaba. No respondía, luego vi la sangre…

Felipe Gutiérrez padre del niño, de 26 años, quien se desempeñaba como trabajador en un programa de emergencia municipal relata el trágico momento para La Tercera: “Habíamos salido minutos antes. Escuchamos gritos y el niño estuvo jugando en la parte posterior de la casa todo el día y quería salir a la calle, sobrepasar la reja de madera y juntarse con los más grandes. Lo acompañé. Estábamos de la mano y lo solté unos segundos. Luego lo llamé y nos preparábamos para volver a la casa, yo lo convencía de que era mejor entrar, cuando escuché varios balazos. Vi caer al niño. Lo tomé y le pregunté qué le pasaba. No respondía, luego vi la sangre… mi hijito estaba herido, casi muerto. Estuvo moribundo más de media hora, murió… agonizó en nuestros brazos”.

El Informe del Servicio Médico Legal aclara la lesión fatal: “penetró la cadera y perforó el abdomen ocasionando una hemorragia que causó la muerte del niño cerca de las 23.00 horas. El proyectil no tuvo salida y dejó una pequeña incisión en el cuerpo del infante provocando una hemorragia interna”.

“Lo mataron. Son asesinos… no pude saber quiénes fueron, pero son asesinos que disparan a diestras y siniestras, cobijados en la oscuridad, el desorden y la multitud. Son criminales, mataron a un niño… a un niñito, a mi hijito”. Felipe Gutiérrez, padre del niño. La Tercera, 9 de octubre de 1987.

La ambulancia y las barricadas

El niño fue trasladado luego del disparo que lo dejó gravemente herido a unos galpones municipales ubicados a cuadras de su casa, desde ahí se llamó a dos ambulancias: una de ellas particular y otra de la Posta Cuatro. Cuarenta minutos más tardes fallecería desangrado sobre una fría mesa del lugar. Una de esas ambulancias que venía en su auxilio debió sortear obstáculos en avenida Grecia primero, luego en avenida Lo Hermida. Llegando una hora y media después de la muerte del menor.

Los conductores de la ambulancia indicaron la presencia de barricadas, apiedramientos y lanzamientos de bombas incendiarias por parte de subversivos que mantenían suspendido el tránsito a diez cuadras del lugar del llamado de emergencia.

En informe del SML indicó que hubo la posibilidad de salvar la vida del menor si se hubieran aplicado transfusiones de sangre y dado asistencia médica a tiempo.

Se decidió velar a Felipe en el mismo lugar donde había muerto, a la espera de la camioneta del Servicio Médico Legal que recogería el cuerpo a la mañana siguiente.

“Ya no se puede seguir viviendo aquí, ojalá pudiéramos cambiarnos, la población era tranquila, aquí nadie hacia nada. Vienen de afuera hacer embarradas aquí adentro y nos matan a un inocente. Es una cosa espantosa de lo que ha ocurrido”. Ana Trujillo, vecina de Villa El Parrón. La Segunda, 8 de octubre de 1987.

La respuesta de Manuel Bustos, líder de la protesta

A la pregunta de Viviana Candia, periodista de La Segunda, a Manuel Bustos.

– ¿Se siente responsable por la muerte del menor (Felipe Gutiérrez)?

Hemos dicho muchas veces que en el movimiento sindical somos responsables. De ahí que los hechos de violencia a uno le producen una tremenda incapacidad por no poder evitarlos, pero nosotros no evaluamos el éxito de la convocatoria por la cantidad de muertos. Para nosotros la mejor movilización sería una que no tuviera víctimas. En cuanto existen actos de violencia, nos sentimos heridos.

Pero le reitero, ¿Se siente responsable? (por la muerte de Felipe Gutiérrez). Yo no puedo sentirme responsable, porque yo no le entrego órdenes a la gente que anda con armas, yo no puedo influir en ellos. Manuel Bustos, líder de la CNT, convocante de la protesta. La Segunda, 8 de octubre de 1987.

La alcaldesa y el Cardenal

María Angélica Cristi, alcaldesa de Peñalolén, acompañó a la familia durante los momentos difíciles que vivía y comentó: “Por tratarse de una familia de escasos recursos vamos a ayudarla en su situación de vivienda, porque ellos son allegados y los vamos a ayudar en cuanto el subsidio de marginalidad para que tenga su vivienda definitiva. Como municipalidad nos corresponde el ámbito social, especialmente el apoyo emocional en su pena”. Continua la la alcaldesa para El Mercurio respecto a los hechos:

“Hay un desconocimiento general entre los los habitantes del sector, incluso los testigos no tienen muy claro lo sucedido, es inaceptable que personas hayan llamado a este paro, que no condujo a nada más que hacer desordenes y conseguir que muriera un niño de dos años, me parece inaceptable”. María Angélica Cristi, alcaldesa de Peñalolén. La Segunda, 8 de octubre de 1987.

Otra visita que recibieron los familiares y amigos del pequeño Felipe fue la del Cardenal de Santiago, Monseñor Fresno, quien expresó: “Publiquen ustedes que le sucedió a Felipe Antonio, nunca debió suceder; tampoco puede pasarle nada a sus hermanitos, ni a los niños de esta villa. Ojalá que esto no se repita nunca más”.

En el cementerio incidentes de provocadores de izquierda

Los restos del pequeño Felipe Antonio Gutiérrez Garrido fue acompañado durante del trayecto desde Peñalolén al cementerio, y a manera de homenaje por una escolta de Carabineros.

Fueron cientos de vecinos y amigos quienes los despidieron en el Cementerio General, los que vivieron momentos de tensión cuando provocadores de izquierda, que eran seguidos por camarógrafos extranjeros, gritaban consignas políticas y levantaban los puños. Fueron alejados por el padre y vecinos. Al punto que el padre del menor gritó “¡Respeten a mi hijo!”.

A lo que siguió la tía abuela de Felipe, golpeando al cabecilla del grupo: “¡Váyanse y sepan tener respeto por los niños! Aquí no hay delincuentes. ¡Cómo pueden ser tan infames!”. El Mercurio, 9 de octubre de 1987.

Publicado por INVISIBLES

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