Nueva Constitución

Necesitamos dar vuelta la página


Sergio Muñoz Riveros:

“… las fuerzas gobiernistas ya no consiguieron lo que buscaban (…). Hoy, defienden la opción conservadora de ‘congelar’ el texto vigente. Es como si les dijeran a los ciudadanos: ‘perdonen las molestias, aquí no ha pasado nada’…”.

El plebiscito del 17 de diciembre será la quinta votación nacional efectuada como parte del proceso de experimentación constitucional iniciado hace cuatro años.

Sabemos cuán determinantes fueron los contundentes argumentos empleados por los “constitucionalistas” de Plaza Italia, cuyo primer logro fue conseguir que el Congreso se inclinara ante la ola de irracionalidad que llevó al país al borde del desastre. Frente a la más dura prueba enfrentada por el régimen democrático, los parlamentarios optaron por la fuga hacia adelante y dieron la partida, junto al gobierno de entonces, a la posibilidad de desmontar el orden constitucional y reemplazarlo por lo que resultara.

La Constitución no era un problema en 2013, cuando la expresidenta Bachelet regresó de su primer cargo en la ONU para preparar su nueva candidatura presidencial. Fue el momento en que, para materializar el giro a la izquierda, integró al PC a una nueva coalición y proclamó como objetivo programático el reemplazo del texto que llevaba la firma del expresidente Ricardo Lagos desde 2005. Todo se redujo a una temporada de asambleas y cabildos sin base legal.

Lo concreto es que el populismo constitucional socavó la democracia real. La Constitución fue debilitada por la campaña dirigida a deslegitimarla, lo que implicó ignorar sus múltiples reformas, violar sus disposiciones mediante el llamado “parlamentarismo de facto” e intentar demostrar que seguía siendo la Constitución de Pinochet.

El objetivo fue invalidar al camino hecho por Chile a partir de 1990, desvalorizar el proceso de reconstrucción democrática y, ciertamente, hacer retroceder las concepciones que hicieron progresar al país como nunca antes y que tuvieron como núcleo el libre mercado.

“No son 30 pesos, sino 30 años”, fue la confesión de los voceros del octubrismo, que querían llevar a Chile hacia otra parte. ¿Hacia dónde, exactamente? Hacia aquello que vimos en la Convención.

Nuestro país se salvó dos veces en este período: primero, del golpismo revolucionario de octubre de 2019, y luego, del delirio refundacional de la Convención que funcionó entre julio de 2021 y julio de 2022. ¿Se pueden identificar nexos entre uno y otro momento? Absolutamente. ¿Y responsabilidades políticas? Sin duda, es cosa de mirar a La Moneda. El mandatario y sus colaboradores usaron todo el poder gubernamental para conseguir que, el 4 de septiembre del año pasado, fuera aprobado el proyecto refundacional que hubiera desmembrado a Chile en tantas naciones como etnias. Fracasaron, afortunadamente.

La raíz de las dificultades que ha enfrentado nuestro país en estos años ha sido crudamente política. La Constitución fue un pretexto de la izquierda que hoy gobierna para imponer “el otro modelo”, el que traería una supuesta igualdad, ese talismán falsamente progresista que ha servido para cualquier cosa.

Cualquiera que sea el resultado del plebiscito, las fuerzas gobiernistas ya no consiguieron lo que buscaban. ¿Qué pueden exhibir como logro? Haber erosionado, con malas artes, el orden constitucional de los 30 años. Por los estragos causados, es una victoria a lo Pirro. Hoy, defienden la opción conservadora de “congelar” el texto vigente. Es como si les dijeran a los ciudadanos: “perdonen las molestias, aquí no ha pasado nada”.

Chile necesita cambiar muchas cosas, pero lo más importante es, a todas luces, el saneamiento de la política, lo que se vincula forzosamente con la solvencia moral e intelectual de los líderes. La liviandad y el oportunismo han causado mucho daño, como lo ilustra el comportamiento de quienes creen que los cargos pueden tapar la incompetencia y las pillerías. Es imperioso que los partidos sean corrientes de civismo y sentido nacional, comprometidos en la lucha contra la corrupción. El Estado debe dejar de ser un botín.

El país resultó gravemente perjudicado por la obsesión constituyente. Corresponde, pues, cerrar este capítulo. Concluyó satisfactoriamente la labor del Consejo, elegido por los ciudadanos el 7 de mayo de este año. Se respetaron rigurosamente las 12 bases establecidas por el Congreso, como lo prueba el hecho de que no hubo ningún reclamo ante el Comité Técnico de Admisibilidad. Puede haber reservas o críticas sobre tal o cual aspecto, pero la democracia representativa está a salvo.

El nuevo proyecto resguarda lo que el texto de la Convención negaba: la integridad territorial de Chile, el Estado unitario, la división de poderes, el ejercicio de las libertades, el régimen presidencial, el Parlamento bicameral, la alternancia en el poder. Es hora de dar vuelta la página y reafirmar la lealtad con la democracia.

Sergio Muñoz Riveros

 

 

NUEVAMENTE ANTE UNA ENCRUCIJADA

Por Humberto Julio Reyes

            Confieso que me ha costado decidirme a escribir, espero sea por última vez, respecto al proceso constitucional que debiera cerrarse este próximo domingo 17.

            Anteriormente he abordado este tema pero, por respeto a usted, paciente lector, no he ofrecido consejo no pedido respecto a cuál debiera ser la opción a elegir, aunque reconozco la trascendencia de lo que nuevamente está en juego.

            Careciendo de experticia en encuestas sólo puedo aventurar un resultado estrecho, aunque quisiera, naturalmente, que se vuelva a imponer el sentido común, tal como ocurrió el 4 de septiembre pasado, de tal forma que la masa independiente que concurrirá obligada a cumplir con su deber ciudadano otorgue el triunfo a aquello que sea mejor para el futuro del país.

            Me atrevo a asumir que la opción En contra tiene de partida a su favor ese 30% que en todas las encuestas apoya incondicionalmente al gobierno y que está representado por los 10 partidos de su coalición. A ellos se les sumarían aquellos que, no siendo de izquierda, están convencidos que es preferible continuar con la constitución vigente y un porcentaje importante de confundidos, sea por desconocer el texto de la propuesta o porque han comprado el argumento de la disminución de derechos y sienten temor al respecto. Finalmente, también podrían sumarse aquellos que lo harán como una forma de expresar su fastidio por el largo proceso.

            En la opción A favor puede tomarse igualmente como base un 30% que siendo o no de derecha, reconoce los avances del proyecto respecto a la constitución vigente al que se sumarían los descontentos con la gestión del gobierno y que no desean otorgarle un triunfo en este proceso.

            Pero, si alguien necesita buenos argumentos para tomar decisión le sugiero recurrir a la columna de ayer sábado 2 en El Mercurio de don Sergio Muñoz Riveros y detenerse especialmente en su último párrafo. Me parece que ahí está el quid del asunto.

            Por mi parte, como ciudadano a pie, tengo otras razones que me hacen fuerza, unas más racionales que otras, pero naturalmente todas influenciadas por una atmósfera de fastidio por estos cuatro años donde pareciera que hemos regresado al inicio de todo, cuando a una abrumadora mayoría se le convenció que la solución de nuestros males estaba en contar con una nueva constitución que fuese la “casa de todos”.

            Ya vimos cual fue esa casa que, afortunadamente una clara mayoría no compró.

            Ahora, quienes nos quisieron vender esa casa, han llegado a la conclusión que no era necesaria su construcción y podíamos seguir viviendo en la que actualmente habitamos. Curiosa conclusión, pero, como habitualmente se dice, todos tienen derecho a “cambiar de opinión” o acomodarse a las circunstancias.

            Como si eso no bastara hemos visto un curioso mensaje en la franja que se supone debiera informar en lugar de desinformar: si usted rechazó el 4 de septiembre, debiera rechazar ahora.

            Realmente un ejemplo de maquiavélico engaño.

            Vuelvo a mis razones más particulares o pedestres, si se prefiere así llamarlas.

            Por años he expresado mi rechazo al pago de contribuciones ya que me violenta pagar arriendo por la única propiedad adquirida con ahorros por los cuales tributé renta en su momento y que habito ahora jubilado y en mi enésima edad.

            También en su momento me pareció casi inmoral aumentar el número de parlamentarios, facilitando la llegada al parlamento de personas que sólo lo desprestigian, así como perjudiciales para la estabilidad política los cambios introducidos a la ley electoral que se expresa a través de multiplicidad de partidos políticos.

            ¿No basta para una decisión acertada?

            Bueno, finalmente habiendo dedicado buena parte de mi tiempo a advertir respecto a lo que implica en Chile la existencia de un partido comunista que nunca ha renunciado a imponer un proyecto fracasado en el mundo y profundamente antidemocrático, ¿cómo podría sumarme a su anunciado rechazo al proyecto que se plebiscitará?

            No way.

3 de dic. de 23

 

*No Hay Mal que Dure Cien Años*

Cristián Labbé Galilea

Caba vez es más frecuente que mis parroquianos expresen desazón por nuestra realidad. Más allá de la chimuchina que llena páginas mediáticas, y abunda en los opinologos, lo que verdaderamente les preocupa es la desconexión existente entre la sociedad política y los problemas de la gente.

El desencanto es generalizado. Moros y cristianos se irritan al ver a políticos, rodeados de micrófonos, hablando de lo humano y lo divino, en circunstancias que el país vive una situación de deterioro nunca antes visto en materias de seguridad, educación, salud, empleo, crecimiento, amén del triste espectáculo de rusticidad y corrupción que dan nuestras autoridades.

A días del plebiscito que definirá el futuro institucional del país, la situación pareciera no sufrir variaciones: escaso interés por el tema; mañosas interpretaciones de los efectos de una u otra opción; millonarios gastos publicitarios, subrepticio intervencionismo oficial y, lo más delicado… dudoso efecto de los resultados del plebiscito en el futuro del país.

A decir verdad, la situación no es muy auspiciosa; todo indica que después del plebiscito del 17D no habrá grandes cambios, todos se declararán ganadores y… la vida seguirá igual.

Una vez más los políticos no habrán dado el ancho, y se habrá confirmado que padecemos tremenda escasez de liderazgos a todo nivel. Algo verdaderamente desesperanzador, pues no era para nada irreal pensar que, pasados cuatro años de andar a la deriva, surgiría una camada de nuevos lideres que sacarían al país del marasmo en que se encuentra.

Las dirigencias políticas que han encabezado este proceso, en representación de quienes creemos en la necesidad de defender y fortalecer los principios de la Sociedad Libre, perdieron la oportunidad de haberle propinado una derrota definitiva a la izquierda refundacional y a un gobierno que ha dado sobradas pruebas de su incapacidad.

Tal como lo simplificó un futbolero parroquiano… _“Dirigentes del sector derechista, después de ir ganando dos-cero (4 sep 22 y 7 may 23), de estar dominando la cancha y de tener la oportunidad de liquidar el partido, fueron convencidos que había que jugarse ’el todo por el todo‘ en un plebiscito que ha terminado siendo… ’el que mete el último gol gana’”._

Así las cosas, surge una gran oportunidad para finalizar con esta desesperanzadora situación. Hay que ganar la partida, sí o sí; quedan pocas semanas para reaccionar y para pensar sobre “el día después”.
Todo indica que los resultados serán estrechos; sin embargo, lo que no puede ser tenue, sutil, tibio ni ambiguo, es el liderazgo que debe surgir en ese momento.

Debe brotar imperativamente un liderazgo capaz de asumir el presente, rectificar los errores, devolver la confianza en la política, priorizar las necesidades de los más necesitados y darle al país la esperanza de un futuro de orden, seguridad, justicia, bienestar y progreso.

Camino absolutamente posible, porque no hay mal que dure cien años. Recuerde, mi letrado contertulio, lo dicho por don Quijote: “_Sábete Sancho que todas estas borrascas… son señales de que presto ha serenar el tiempo… porque habiendo durado mucho el mal… el bien está ya cerca” (Cervantes, Don Quijote)._

 

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